By Redazione | 07/05/2025 19:45
Es en el interior de la Catedral de Nuestra Señora de Amberes, situada en medio de las estrechas calles de la Grote Markt, donde se encuentran algunos de los tesoros artísticos más importantes de Flandes. Y la propia Catedral es uno de los monumentos más importantes de Bélgica. Sin embargo, a pesar de su tamaño, la catedral no se ofrece inmediatamente a la vista en su totalidad: las casas del barrio la ocultan casi celosamente, dejando que sólo los tejados y la aguja destaquen inconfundiblemente sobre el perfil de la ciudad. Este detalle arquitectónico aparentemente menor dice mucho de la relación entre la ciudad y su principal lugar de culto: una relación hecha de orgullo, de pertenencia, pero también de una convivencia cotidiana, casi discreta.
La historia de la Catedral de Nuestra Señora hunde sus raíces en un pasado remoto. Ya en el siglo IX existía en el emplazamiento actual una capilla dedicada a Nuestra Señora. En 1124, la iglesia, donde vivían algunos canónigos seculares disidentes, se convirtió en iglesia monástica gracias a la labor de Norberto de Xanten, que convenció a algunos de los disidentes para fundar una abadía. La iglesia se convirtió en la nueva parroquia de Amberes y se transformó en un templo románico de considerables dimensiones (medía 80 metros de largo y 42 de ancho). Sin embargo, no fue hasta 1352 cuando tomó forma el ambicioso proyecto que daría lugar al actual y espectacular edificio gótico, destinado a convertirse en la iglesia más grande de Flandes. En la actualidad, la iglesia mide 120 metros de largo y 75 de ancho, y alcanza una altura de 123 metros con la torre norte.
La construcción de la catedral fue una empresa titánica, que duró casi dos siglos. En la obra, que comenzó con el coro y continuó con las pilas y el crucero, colaboraron obreros locales y franceses, bajo la dirección de los arquitectos Jan y Pieter Appelmans, y más tarde Rombout II Keldermans. La gran torre norte se terminó en 1518, mientras que la cruz de la aguja se consagró poco después. La torre sur, sin embargo, quedó inacabada, estancada en el tercer nivel debido a problemas financieros y a la agitación religiosa que marcaría la historia de la ciudad en las décadas siguientes.
La arquitectura de la catedral refleja la complejidad del tejido social y político de Amberes. Las dos torres diseñadas en la fachada principal pretendían simbolizar los dos grandes poderes de la ciudad: el cívico y el religioso. La torre norte, financiada por el municipio y los gremios, servía también de torre cívica, mientras que la torre sur, sufragada por la parroquia, quedó inacabada. Este dualismo, aún visible en la silueta asimétrica de la fachada, testimonia la tensión entre autoridad secular y espiritual que atraviesa la historia de la ciudad.
La torre norte, de 123 metros de altura, sigue siendo el campanario más alto de Bélgica y uno de los más altos de Europa, récord alcanzado tras la destrucción de la catedral de San Lamberto de Lieja en 1794. La torre también mereció su inclusión en la lista del Patrimonio Mundial de la UNESCO en 1999, en el sitio "Campanarios de Bélgica y Francia". El campanario contiene un carillón de 47 campanas, que puntúa la vida de la ciudad con sus melodías.
Sin embargo, la Catedral de Nuestra Señora no es sólo un edificio religioso, sino un auténtico lugar de la memoria de la ciudad, ya que cada siglo ha dejado una huella tangible en el edificio: desde las primeras estructuras góticas del siglo XIV, pasando por los añadidos barrocos y neogóticos, hasta las obras de arte contemporáneo que aún hoy enriquecen sus espacios. La catedral se ha convertido así en una especie de archivo vivo, donde se estratifica y conserva la historia de la ciudad y su comunidad.
Su historia, sin embargo, no estuvo exenta de momentos dramáticos. En octubre de 1533, un grave incendio destruyó parte del edificio, obligando a suspender las obras de ampliación y a abandonar la terminación de la torre sur. En las décadas siguientes, el auge del protestantismo y la subsiguiente crisis financiera de la Iglesia hicieron imposible reanudar los planes originales. En 1559, Amberes fue elevada a la categoría de diócesis por voluntad de Felipe II, pero la catedral perdió y recuperó este título varias veces debido a los acontecimientos políticos y religiosos que tuvieron lugar en la ciudad, desde la Guerra de los Ochenta Años hasta el Concordato de 1801 entre Napoleón y el Papa Pío VII.
La catedral sufrió entonces la devastación durante la Iconoclastia de 1566, cuando los protestantes destruyeron gran parte de la decoración interior, y sufrió nuevos daños bajo la administración protestante entre 1581 y 1585. Sólo con el regreso bajo el dominio de los Habsburgo fue posible iniciar una lenta labor de reconstrucción y restauración, que continuó a lo largo de los siglos XIX y XX.
Arquitectónicamente, la Catedral de Nuestra Señora representa uno de los ejemplos más significativos del gótico brabanzón. La estructura de siete naves, divididas por grandes pilares atados sin capiteles, introduce una concepción innovadora del espacio interior, inspirada en la Colegiata de San Pedro de Lovaina. El crucero, no mucho más ancho que las naves, alberga el altar mayor y un coro profundo, cuya girola termina con el ábside rodeado de cinco capillas radiales. La luminosidad del interior está asegurada por la torre linterna octogonal, o tiburium, erigida en el siglo XVI precisamente para evitar que las ampliaciones oscurecieran demasiado el espacio sagrado.
A pesar de los expolios sufridos a lo largo de los siglos, la catedral conserva numerosos y valiosos testimonios artísticos. En el suelo de piedra negra hay losas sepulcrales con incrustaciones de mármol blanco, mientras que en la entrada, los visitantes son recibidos por una estatua de mármol de Carrara de la Virgen con el Niño, que data del siglo XIV, obra del Maestro de las Madonnas de Mármol del Mosa. El recorrido por el interior de la catedral está jalonado de obras de arte que atestiguan no sólo la riqueza de la tradición artística local, sino también la capacidad de la iglesia para renovarse y dialogar con el presente. En la nave derecha se encuentran los catorce paneles del Vía Crucis (1866), una vidriera con laÚltima Cena (1503) de Nicolaas Rombouts y, en la capilla del Venerable, un tabernáculo rococó de cobre dorado, adornado con bajorrelieves de gran refinamiento.
En las naves centrales, entre los pilares, se encuentran pinturas como la Multiplicación de los panes y los peces de Ambrosius Francken (1598) y laÚltima Cena de Otto van Veen (1592), maestro de Rubens, una de las grandes obras maestras de la Catedral. En la nave izquierda, la capilla de Nuestra Señora alberga una estatua de madera de Nuestra Señora (siglo XVI), Nuestra Señora de Amberes, que goza de gran devoción, mientras que cerca se encuentra la tumba de Isabel de Borbón (1478) y un altar barroco de mármol y plata de Artus Quellinus.
El púlpito central, realizado en madera de roble por Michel Van Der Voort en 1713, es un destacado ejemplo de escultura barroca y rococó. Procedía de la abadía de San Bernardo de Hemiksem y sustituyó al destruido durante la Revolución Francesa. En la base, cuatro figuras femeninas representan los continentes, mientras que en el parapeto aparecen los rostros de Cristo, la Virgen y San Bernardo. Sobre todo ello, un velo sostenido por ángeles revela al Espíritu Santo en forma de paloma, mientras que un ángel anunciador con una trompeta corona toda la composición.
La Catedral de Nuestra Señora es, sin embargo, más famosa por la presencia de cuatro obras maestras de Pieter Paul Rubens(lea más aquí), que marcan un recorrido ideal por el desarrollo del estilo del artista. En el crucero, el tríptico de laElevación de la Cruz (1610) introduce el Barroco en los Países Bajos con su realismo dramático, mientras que la Deposición de la Cruz (1614), pintada sólo unos años más tarde, destaca por su construcción escénica y su profundidad emocional. En el altar mayor, laAsunción de la Virgen (1626) representa un punto de inflexión en la iconografía mariana: Rubens capta a la Virgen en el acto de emprender el vuelo, rodeada por los apóstoles y las mujeres que presenciaron su muerte. En la capilla de Nuestra Señora de la Paz, el tríptico de la Resurrección de Cristo, pintado para la tumba de Jan Moretus y Martina Plantijn, completa el recorrido por las diferentes etapas de la maduración artística de Rubens.
Junto a estas obras históricas, la catedral acoge también obras de artistas contemporáneos, como la instalación autorretrato de Jan Fabre, El hombre que lleva la cruz (2015), y elHomenaje a Rubens: Descendimiento de la cruz, de Sam Dillemans, que reinterpreta en clave moderna el célebre cuadro del maestro flamenco. Estas intervenciones dan fe de la vitalidad del lugar, capaz de acoger e integrar diferentes lenguajes sin perder su identidad.
Además de su función religiosa, la Catedral de Nuestra Señora ha sido siempre un punto de referencia para la comunidad de la ciudad. A lo largo de los siglos, ha acogido actos públicos, celebraciones civiles y momentos de recogimiento colectivo, convirtiéndose en un espacio de encuentro y debate entre las distintas almas de la ciudad. La catedral ha sido testigo de momentos cruciales en la historia de Amberes: desde la devastación de las Guerras de Religión y la Revolución Francesa, que la redujeron casi a ruinas, hasta las grandes restauraciones de los siglos XIX y XX que le devolvieron su belleza original. Cada intervención, cada añadido, cada restauración ha sido fruto de un diálogo entre pasado y presente, entre memoria y futuro.
Hoy, la catedral sigue siendo destino de peregrinaciones, visitas turísticas e iniciativas culturales, manteniendo viva la tradición de hospitalidad que la caracteriza desde hace más de mil años. Su presencia discreta pero imponente en el corazón de Amberes es un signo tangible de una continuidad que va más allá de los acontecimientos humanos, un recordatorio silencioso de la capacidad de la ciudad para resistir, adaptarse y reinventarse.