By Redazione | 30/07/2025 13:02
Puede que no sea conocido por todos, pero la Toscana conserva en sus museos y palacios históricos un importante patrimonio de arte japonés, ampliamente distribuido por toda la región y sedimentado a lo largo de los dos últimos siglos gracias a la pasión de los coleccionistas, los intercambios culturales y las relaciones entre artistas. Se trata de un patrimonio permanente que atraviesa toda la región, de Florencia a Prato, de Certaldo a Pistoia, dando testimonio de la profundidad y continuidad de los vínculos entre latierra del Renacimiento y el archipiélago del Sol Naciente.
Este patrimonio se distribuye entre museos públicos y privados, residencias históricas e instalaciones de arte contemporáneo, y forma un tejido cultural rico y variado que va mucho más allá de las fronteras de Florencia. Este patrimonio representa un testimonio estable y consultable, fruto de estratificaciones históricas que han visto cómo coleccionistas ilustrados, artistas contemporáneos, familias nobles e instituciones culturales construían a lo largo del tiempo un diálogo permanente con la cultura japonesa distribuida por toda la región. Y cuenta una historia de encuentros y contaminaciones que se extiende a lo largo del tiempo.
El viaje puede comenzar en el Museo Stibbert de Florencia, quizá la joya más conocida del patrimonio japonés conservado en la Toscana. Frederick Stibbert, coleccionista angloflorentino que vivió entre 1838 y 1906, dedicó casi cincuenta años de su vida al gran proyecto de transformar su residencia florentina, la villa de Montughi, en "su museo". La sección japonesa, iniciada hacia 1870, representa la primera gran colección monográfica de arte japonés creada en Italia y una de las primeras del mundo fuera del propio Japón.
Las cuatro salas japonesas del museo conforman un universo extraordinario que alberga unos 1.800 objetos de excepcional calidad artística e histórica. La colección consta de 95 armaduras completas, 200 cascos, 285 espadas cortas y largas y armas de asta, 880 tsubas (guardas de sable), así como tejidos, pergaminos pintados, trajes y mobiliario que documentan diversos aspectos de la cultura material japonesa. Los objetos son casi todos de los periodos Momoyama y Edo (1568 a 1868), con algunas piezas anteriores que datan de la segunda mitad del siglo XIV. La disposición, que conserva las intenciones del coleccionista, refleja el gusto del siglo XIX por lo espectacular, con los objetos dispuestos según criterios escenográficos que realzan la belleza y el valor simbólico de las armaduras samurái.
La reciente remodelación de las salas japonesas, promovida por la Fondazione Cassa di Risparmio di Firenze, facilita ahora la admiración del inestimable patrimonio que albergan, gracias también a la nueva iluminación, obra de Targetti, que ha instalado precisos haces de luz para resaltar los detalles más preciosos de las armaduras samurái.
A continuación, nos trasladamos al complejo del Palazzo Pitti de Florencia: aquí, el Tesoro de los Grandes Duques alberga una importante colección permanente de porcelana oriental, que incluye un núcleo significativo de piezas japonesas muy apreciadas. Esta colección, expuesta en la Sala de la Porcelana Japonesa, forma parte de un patrimonio más amplio de cientos de porcelanas orientales, una colección iniciada por los Médicis en el siglo XV y continuada por los Lorena. Las porcelanas japonesas expuestas ilustran no sólo el refinamiento técnico de la factura japonesa, sino también la difusión y el aprecio de estos objetos en la corte gran ducal toscana. Estos objetos son preciosos ejemplos de la contaminación cultural y comercial entre Oriente y Occidente que caracterizó la historia de las colecciones de los Médicis, símbolo de prestigio y gusto refinado. En términos más generales, en las salas del Palacio Pitti no faltan testimonios del interés por Japón, como los cofres del siglo XVIII decorados con paneles lacados japoneses.
También en Florencia, el Palacio Coppini, sede de la Fundación Romualdo Del Bianco, es un ejemplo único en el panorama museístico toscano por su vocación de diálogo intercultural. Nacido en los años 90, tras la caída del Muro de Berlín, de la intuición de Paolo Del Bianco, el palacio alberga colecciones permanentes con objetos donados de 83 países de todo el mundo. Entre las piezas más significativas de la colección permanente se encuentran las máscaras teatrales tradicionales japonesas Nō de madera, auténticas obras maestras del arte dramático japonés que atestiguan el refinamiento estético y la profundidad espiritual de la cultura teatral japonesa. Estas máscaras, elaboradas según técnicas tradicionales transmitidas por generaciones de artesanos especializados, representan diversos personajes del repertorio Nō, desde fantasmas a deidades, desde espíritus de la naturaleza a héroes legendarios.
Dejando la capital, nos trasladamos a Certaldo, ciudad natal de Giovanni Boccaccio, donde encontramos uno de los ejemplos más sorprendentes del diálogo contemporáneo entre el arte japonés y el patrimonio histórico toscano. En el patio del Palazzo Pretorio, que antaño albergaba las huertas del palacio medieval, cobra vida un encuentro sin precedentes entre el Renacimiento toscano y la cultura oriental, gracias a la instalación permanente del artista Hidetoshi Nagasawa. En el centro de esta fusión cultural se encuentra una casa de té tradicional japonesa, donada en 1993 a la comunidad de Certaldo por la ciudad japonesa de Kanramachi, con la que el pueblo toscano está hermanado. La casa del té representa una reproducción auténtica de una pequeña vivienda japonesa, en cuyo interior se encuentran todos los objetos necesarios para la ceremonia del té, parcialmente visibles desde el exterior.
El proyecto de transformar la antigua huerta en un jardín japonés se inició en 2000 y se encargó a Hidetoshi Nagasawa, artista japonés afincado en Italia desde 1967. Nagasawa, conocido por sus obras que revelan la constante coexistencia de Oriente y Occidente, creó una instalación que transformó el patio del palacio plantando especies vegetales japonesas como bambú y cerezos ornamentales. La obra, terminada en 2001 y bautizada como "El Jardín del Té", es un ejemplo excepcional de cómo el arte contemporáneo japonés puede dialogar armoniosamente con la arquitectura histórica toscana. No es la única obra de Nagasawa que se encuentra en un museo toscano: sus trabajos también se encuentran en la Collezione Gori de Pistoia y en el jardín de Villa La Magia en Quarrata (Pistoia), donde se puede admirar su Giardino rovesciato, una obra con la que el artista ha creado dos muros de piedra seca pintados de rojo pompeyano y entrelazados en espiral para proponer una obra que pretende hablar del misterio de la vida.
No muy lejos, el Museo Textil de Prato representa otra pieza importante del patrimonio japonés conservado en la Toscana, con especial referencia al arte textil y al traje. Ubicado en una de las fábricas más antiguas de la Toscana, la antigua "Cimatoria Campolmi", el museo se presenta como el mayor centro cultural de Italia dedicado a la promoción del arte y la producción textil antigua y contemporánea.
La colección permanente del museo incluye un importante núcleo de kimonos y textiles japoneses del primer y segundo cuarto del siglo XX, que documentan la evolución de las relaciones económicas y culturales entre Europa y Japón. Estos objetos atestiguan el fenómeno del occidentalismo, es decir, la influencia de la cultura y la expresión artística occidentales en el arte japonés, especialmente evidente en el sector textil, donde la tradición japonesa se enfrentó a las innovaciones técnicas y estilísticas europeas.
El itinerario museístico permanente recorre algunos momentos significativos de la historia que vincula la zona de Prato a la producción textil desde la Edad Media hasta el siglo XX, incluido el diálogo con las tradiciones textiles orientales. Fundado en 1975 en el interior del Instituto Técnico Industrial Textil "Tullio Buzzi", gracias a una donación inicial de unos 600 fragmentos textiles antiguos, con el tiempo se ha ido enriqueciendo hasta albergar un total de seis mil piezas, entre las que destacan ejemplos del arte textil japonés.
La presencia de estos objetos japoneses en la colección permanente del Museo del Tessuto di Prato documenta cómo la fascinación por el arte oriental no se limitaba a la pintura y la escultura, sino que abarcaba también las artes aplicadas y la artesanía textil, un sector en el que Prato siempre ha destacado. El museo es, por tanto, un observatorio privilegiado para comprender los mecanismos de intercambio y contaminación entre las tradiciones textiles orientales y occidentales durante el siglo XX.
Puede afirmarse que la riqueza y variedad del patrimonio japonés en los museos de la Toscana ofrecen perspectivas de estudio y valorización aún poco exploradas. El estudio y la difusión de estas colecciones podrían contribuir significativamente a la comprensión de las relaciones culturales entre Oriente y Occidente, ofreciendo nuevas claves para entender los mecanismos de intercambio y contaminación cultural que han caracterizado la historia de la civilización.
La presencia contemporánea de artesanos japoneses en Toscana añade una dimensión viva a este patrimonio histórico, creando un puente entre pasado y presente que mantiene vivo el diálogo entre ambas culturas. Este patrimonio, en su complejidad y riqueza, representa un recurso cultural de gran valor que merece ser más conocido, estudiado y valorizado.