Génova, el drama del Museo de Villa Croce: un museo sin certeza sobre el futuro


El Museo Villa Croce de Génova es un museo sumido en la incertidumbre: convertido en contenedor de eventos, no tiene planes de futuro. Una reflexión.

El pasado mes de enero, en las páginas de nuestra revista, les contábamos uno de los momentos álgidos de la crisis del Museo Villa Croce de Génova: En disputa con la administración municipal, que había concedido la mísera cantidad de setenta mil euros para la programación de 2018 y que no había establecido una gobernanza clara para el principal instituto de arte contemporáneo de la ciudad, y en protesta por el bajo número de accesos, los tres socios de Open Art srl, la empresa encargada de la gestión operativa del museo (venta de entradas, recepción, vigilancia, marketing, didáctica) habían decidido cerrar sus puertas al público. En pocas palabras, la empresa, dirigida por tres recién licenciados universitarios de 30 años, se vio en la tesitura de tener que hacer frente a una situación bastante difícil para una empresa que opera en régimen de mercado y que sólo puede prosperar cuando la coyuntura económica es al menos positiva, por lo que señaló con el dedo a la dirección artística que, según una de las tres socias, Elena Piazza, había ideado “un tipo de exposición que probablemente no responde a las necesidades del público genovés y de los turistas”, por lo que se preguntaba “por qué no se hace algo para satisfacer los gustos de los visitantes potenciales”. Piazza, sin embargo, olvidaba que, al menos en mi opinión, el programa de un museo no se decide por aclamación popular, y el problema estaba, si acaso, en la corriente ascendente, es decir, en haber ideado un modelo de gestión para Villa Croce difícil de aplicar: y en un contexto similar, las tres chicas Open parecen sin duda las menos culpables, ya que se encontraron en medio de un experimento de connotaciones inéditas en Italia, pero cuyo resultado quizá no era del todo imprevisible.

Se quiera pensar como se quiera, es innegable que desde aquel día los acontecimientos se han precipitado. En marzo, el museo se vio privado de laúltima de sus funcionarias, la Dra. Francesca Serrati, conservadora (y por tanto responsable de la colección permanente), que fue trasladada a la Accademia Ligustica, con lo que el municipio dejó de tener el control de Villa Croce. En mayo, un nuevo golpe cayó sobre el museo: el conservador de Villa Croce, Carlo Antonelli, rescindió su contrato de consultoría con el Palacio Ducal (miembro a la vez del comité directivo y del comité operativo del museo de Villa Croce) tras sólo cinco meses de trabajo, debido a desacuerdos con la administración municipal en materia de gestión (el traslado de todos los funcionarios no permitió la puesta en marcha del programa de exposiciones). También faltó el apoyo de los Amixi de Villa Croce, la asociación que durante años había garantizado una importante financiación al instituto genovés: A principios de junio, también ellos decidieron retirar su apoyo, en disputa con Open y la administración municipal, y apenados al ver cómo “Villa Croce, tras la visibilidad que había adquirido en cinco años de exposiciones internacionales, encuentros con nombres importantes entre los protagonistas del arte contemporáneo y conferencias de prestigio, había perdido completamente su identidad para convertirse en cualquier cosa menos en un Museo de Arte Contemporáneo”.

¿El resultado de todo esto? Villa Croce ya no tiene conservador, ya no tiene conservador, ya no tiene funcionarios, se han saltado exposiciones ya programadas (una importante exposición del colectivo francés Claire Fontaine debía inaugurarse en mayo: debido a lo sucedido en el museo, obviamente no fue posible inaugurarla) y la única entidad que opera en el instituto hasta la fecha es una empresa privada, Open, que de hecho ha transformado Villa Croce en una especie de contenedor de eventos de diversa índole, que poco tienen que ver con la misión de un museo (cursos de yoga y pilates, veladas de baile, incluso la fiesta de los seguidores de la Sampdoria, que ha suscitado una interminable polémica en la ciudad). Una situación ya de por sí delicada se vio agravada por posts y comentarios irreflexivos en Facebook publicados en la página “Eventi Villa Croce” (supuestamente por Mario Mondini, representante legal de Open, que más tarde se disculpó por las frases insultantes), en los que se definía el programa de exposiciones del museo como un “tanatorio” y que contenían graves epítetos dirigidos a los empleados municipales (“superando la lentitud burocrática generada por la mediocridad de la falsa izquierda inherente a muchos funcionarios aún empleados... daremos luz a la Colección y pondremos en marcha un programa de exposiciones temporales que insufle nueva vida al Museo como en su día hizo la directora Sandra Solimano”). Aún no se sabe por qué razones Open utilizó la primera persona del plural para hablar de las exposiciones temporales previstas: de hecho, no parece que se le encargara también ocuparse del programa de exposiciones. La única noticia cierta es que el Ayuntamiento, hace unos días (la noticia está fechada el 11 de junio), constituyó un comité, en el que participarán la Universidad, el Palazzo Ducale, la Superintendencia y el Ayuntamiento, al que se encomendará la tarea de reflexionar sobre las exposiciones temporales.

Il Museo di Villa Croce
El Museo de Villa Croce en Génova. Foto Crédito Maurizio Beatrici

Se imponen, pues, algunas consideraciones sobre la situación actual de uno de los museos de arte contemporáneo más importantes del norte de Italia, donde siempre se han celebrado exposiciones de alto nivel, empezando por las personales de los grandes nombres del panorama artístico actual (la última fue la de Stefano Arienti, que expuso sus obras en diálogo con las de la colección permanente de Villa Croce). La creación de un comité de exposiciones tiene el sabor de una medida de urgencia: parece corresponder a una especie de comisariado, ya que la figura encargada de la programación cultural debería ser la del director o conservador, y puesto que para promover y relanzar verdaderamente un museo se necesita a alguien que trabaje en él a diario. Un comité podría tal vez decidir qué exposiciones organizar de vez en cuando (y evitar así situaciones como la actual), pero es realmente difícil imaginar al comité como un órgano que pueda dictar la visión cultural del museo. Villa Croce, en esencia, necesita volver a ser un museo cívico, con un director que garantice su orientación cultural, y con funcionarios que trabajen en él y garanticen la presencia del municipio entre sus muros.

De hecho, el verdadero escándalo no es la apertura de Villa Croce a acontecimientos que podrían considerarse incoherentes con la identidad y los objetivos de un museo de arte contemporáneo. El museo genovés está dotado de un gran parque y de salas que pueden dedicarse a actividades de este tipo y, como venimos diciendo en estas páginas desde hace tiempo, no hay por qué tener prejuicios contra eventos poco relacionados con el arte, si se organizan lejos de las obras, sin dañar la estructura y sin impedir el disfrute habitual de los visitantes. Incluso la fiesta de los ultras de la Sampdoria puede estar más que bien, si no altera en modo alguno el acceso al museo y si además tiene la oportunidad de convertirse en un momento de agregación de la ciudad en torno a uno de sus museos más importantes. Sin embargo, lo que está absolutamente mal es convertir Villa Croce en un mero contenedor de eventos sin ninguna idea de su futuro, sin ningún intento de dotar al museo de una identidad, sin ninguna certeza en cuanto a la programación, sin que nadie imagine una línea cultural, posiblemente de alto nivel, para un museo tan importante y con treinta años de historia.

Por último, hay que replantearse la gestión de Villa Croce, que durante los dos últimos años se ha basado en un modelo fracasado: ni siquiera los museos más grandes consiguen sostenerse sólo con las entradas, y depositar la carga de los servicios básicos en una start-up sin experiencia previa en gestión fue, cuando menos, una jugada arriesgada, que produjo el reparto de culpas y los efectos que ahora todo el mundo puede valorar. Villa Croce es, y por ahora sigue siendo, un museo público, y la decisión de trasladar a todos sus empleados a otro lugar para dejarlo a merced de una empresa privada no puede ni debe justificarse. En Génova ha surgido un caso muy malo de interacción entre el sector público y el privado: un caso de estudio interesante para quienes creen que el sector privado es la solución a los males de los museos italianos, pero que en realidad no puede hacer nada si la gobernanza no está clara y si la línea adoptada por el museo pone en conflicto abierto lo público y lo privado. Así pues, es hora de que el ayuntamiento invierta la perniciosa tendencia que asola desde hace varios meses a un museo activo desde 1985, y se plantee si no debería pensar seriamente en el futuro de Villa Croce, que actualmente carece de gobernanza. Por lo demás, si la intención es desmantelar el museo, que al menos lo diga claramente.


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