Viaje de la luz: en Florencia, Palazzo Medici Riccardi, diálogo entre Parmigiani y Herrero


Del 27 de octubre de 2023 al 21 de enero de 2024, el Palazzo Medici Riccardi acoge un proyecto expositivo en el que se exhiben por primera vez juntas las obras de Claudio Parmiggiani y Abel Herrero. La exposición es la continuación de una colaboración anterior entre ambos.

Del 27 de octubre de 2023 al 21 de enero de 2024, el Museo Novecento de Florencia acogerá un proyecto expositivo que verá las obras de Claudio Parmiggiani (Luzzara, 1943) y Abel Herrero (La Habana, 1971) expuestas juntas por primera vez en la Galleria delle Carrozze del Palazzo Medici Riccardi. La exposición, titulada Viaggio di luce (Viaje de luz), está comisariada por Sergio Risaliti con la organización de MUS.E y la Asociación Kontainer, y reúne las obras de dos artistas de orígenes distantes pero que comparten una misma poética y sensibilidad hacia el lenguaje pictórico.

De este modo, el Palazzo Medici Riccardi acoge un viaje que comenzó en 2006, cuando Abel Herrero decidió “acoger” y comisariar la instalación Silencio a voz alta de Claudio Parmiggiani en el Museo Nacional de Bellas Artes de La Habana, la mayor Delocazione ambiental jamás realizada por el artista, famoso por sus obras de ceniza y humo creadas desde 1970. Esa colaboración artística, coronada en Cuba, se propone ahora de nuevo, en Florencia, de forma más lograda y en un marco inédito donde las obras de los dos artistas se reúnen en un único espacio compartido.



En la Galleria delle Carrozze, cuatro grandes embarcaciones se deslizan hacia un destino lejano, inalcanzable; o quizás se alejan de su punto de partida, con la esperanza de desembarcar en una tierra desconocida, virgen, para dar lugar a una nueva civilización del arte. Como recuerdos de un viaje, casi se han convertido en sombras de sí mismos. Viajan en la quietud. Los barcos de Parmiggiani llevan una carga especial, hecha de polvos de diferentes colores, materiales milagrosos y preciosos, la quintaesencia de una historia gloriosa: pigmentos puros, la sustancia inalienable de toda aparición pictórica. Rojo, amarillo, azul y verde. Colores que viajan hacia la luz, fundamento y origen de la mirada, del asombro ante el milagro de lo real que resiste a la nada anuladora.

“No tengo una concepción nihilista de la vida porque ni siquiera sé lo que es la vida. Siento que es un gran don; el don de poder observar el mundo, de poder mirar a los ojos de mis semejantes, el milagro de poder caminar sobre esta tierra”, explicó Claudio Parmiggiani.

En las paredes, grandes lienzos monocromos de igual pureza cromática firmados por Abel Herrero. Mares de un verde luminoso y ácido, de un amarillo cegador y nervioso, de un azul preñado de profundidad nocturna, de un rojo como la sangre y el néctar dionisíaco, de un negro que mientras oculta revela el origen de la luz. Grandes superficies agitadas, un mar de color, olas inmóviles cabalgando una tras otra, una sobre otra y frente a nosotros como muros saturados de color. Herrero hace una reapropiación contemporánea del tema clásico del paisaje marino, que aquí se convierte en una representación de la condición humana, “un paisaje de la sociedad masificada y de la ideología del producir-consumir-producir...”. Un paisaje de la asimilación pasiva, de la perduración de la doctrina de la alienación y de la imposibilidad de acceder a la contemplación como categoría psicológica cada vez más negada", explica Herrero.

Se trata de un diálogo en el que la obra de Parmiggiani, instalada pero fuertemente marcada por la narración pictórica, sufre una metamorfosis que transforma el recorrido horizontal de las cuatro esculturas, cargadas de pigmentos de colores, en una catarsis vertical hecha de grandes lienzos saturados de puro color, de pura luz.

"La exposición Viajes de luz", comenta Valentina Zucchi, conservadora del muiseo del Palazzo Medici Riccardi, "se ofrece como una verdadera experiencia cultural: la Galleria delle Carrozze, un espacio único y majestuoso, columna vertebral de la arquitectura del Palazzo Medici Riccardi, se convierte en un viaje físico y metafórico, un itinerario luminoso a través del cual reflexionar sobre los grandes temas de la existencia y nuestra relación con el mundo“. Las obras de los artistas Parmiggiani y Herrero -de gran impacto no sólo para la vista sino también y sobre todo para el pensamiento- se colocan en este sentido como preciosos viatici, no etapas, no guías, no centinelas, sino elementos a contemplar para continuar, más ricos, nuestro viaje”.

“Cada una de las obras aquí expuestas”, subraya el comisario Sergio Risaliti, "es como una inmersión en la pintura, en un conflicto de la imaginación, hasta el punto de naufragar en el mar de la luz y del color, hasta el punto de anular el paso del tiempo sin por ello negar la experiencia de la vida, que es movimiento, que es estar en el tiempo. Son pinturas, imágenes realizadas por sustracción, del mismo modo que las Delocaciones de Parmiggiani. Pinturas que surgen de acciones realizadas directamente sobre la superficie y en contacto con los colores extendidos y luego actuados con las manos y las yemas de los dedos. Quitando de en medio el principio de la representación, la búsqueda obstinada de la mímesis, hasta el punto de no retorno, cuando, en el instante de la disolución de la realidad, es la cosa la que reaparece, limpia de toda vacuidad y superfluidad, en su presencia sagrada, pregnante y resonante; una presencia como de icono, de una inmanencia absoluta y por tanto inagotable que no hace diferencia entre el mundo físico y el metafísico. Es la presencia de la ausencia que ilumina el sentido de la pintura (pigmento para Parmiggiani, monocromos para Herrero) y por tanto de nuestra propia mirada, de nuestra percepción con los ojos abiertos, inmersos en la epifanía de la luz y del color. Y detrás está la experiencia de la muerte, la experiencia original de la nada que nunca abandona al artista, el más audaz de los seres humanos. Por eso los barcos de Parmiggiani esconden en su vientre montones de ceniza, la sombra del color que renace ahora del consumo de la luz, luego la experiencia del negro, el color de lo trágico de la vida, la extinción extrema de la luz y de la mirada. El inconmensurable deseo de infinito y eternidad parece mantener unido el pensamiento de los dos artistas que, aunque anclados en la inmanencia, miran a la trascendencia como valor y meta suprema del arte. Para Herrero y Parmiggiani no hay otro camino, otro ejercicio, que la experiencia de la contemplación, sin la cual no hay posibilidad de arrojar luz, de llegar a la verdad de la realidad; un último intento de alcanzar lo invisible y lo ilimitado antes de que todo desaparezca. Avanzar hacia la nada, hacia la oscuridad y el vacío, sólo para arrojar luz sobre el lenguaje, para acceder a la verdad poética de la cosa, para abrir un pasaje hacia la Lichtung. Parmiggiani y Herrero consideran al unísono la inmersión contemplativa en la pintura como una experiencia diametralmente opuesta a cualquier forma de comunicación, como una forma de resistencia a la disipación del lenguaje en el parloteo del que habla Heidegger".

Con motivo de la exposición, se publicará un catálogo con textos del comisario y contribuciones críticas de Andrea Cortellessa y Walter Guadagnini. La exposición abre todos los días de 10.00 a 19.00 horas, entrada gratuita.

Viaje de la luz: en Florencia, Palazzo Medici Riccardi, diálogo entre Parmigiani y Herrero
Viaje de la luz: en Florencia, Palazzo Medici Riccardi, diálogo entre Parmigiani y Herrero


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