En la semana del 1 al 6 de junio de 1977 se celebró en la Galleria Comunale d’Arte Moderna de Bolonia la Semana Internacional de la Performance, comisariada por Renato Barilli, una serie de eventos a los que asistieron algunos de los mejores exponentes mundiales del arte de la performance, con el objetivo de profundizar en esta forma artística, nacida en los años sesenta y setenta y que vivió un periodo de gran popularidad y, sobre todo, interés por parte de la crítica y el público. El 2 de junio se escenificó una performance que estaba destinada a convertirse en una de las más famosas jamás puestas en escena: la artista serbia Marina Abramovic, que entonces tenía 29 años pero ya era una de las intérpretes más discutidas y controvertidas del panorama artístico, y su pareja, el alemán Ulay (nombre artístico de Frank Uwe Laysiepen), decidieron colocarse, completamente desnudos, uno frente al otro a la entrada de la Galería.
La performance se titula Imponderabilia y en ella el público se ve obligado a entrar en el museo pasando junto a los cuerpos de las dos artistas. Y como el espacio es tan estrecho, los visitantes no tienen la opción de pasar mirando de frente, sino que tienen que elegir si girarse hacia Marina Abramovic o hacia Ulay. En el libro Marina Abramovic. The Artist is present, publicado en 2010 con motivo de la performance del mismo nombre celebrada en el MoMA de Nueva York, se dice que la artista describió la performance de 1977 en estos términos: “Estamos de pie, desnudos, en la entrada principal del Museo, uno frente al otro. El público que entra en el Museo tiene que cruzar, de pie y de lado, el pequeño espacio que hay entre nosotros. Y cada persona que pasa tiene que elegir a cuál de los dos mirar”. La representación, que debía durar tres horas, es interrumpida a la mitad por dos jóvenes policías que la consideran obscena. Y por lo tanto... censurable.Queda un vídeo, también colgado en YouTube, que documenta extractos de la actuación. La mayoría del público, sobre todo el masculino, decidió dar la espalda a Ulay y entrar así de cara a Marina Abramovic: algunos han tratado de explicar esta elección, que también prevalecía en el público femenino, tanto en términos estéticos (el cuerpo de Marina Abramovic se habría considerado más atractivo que el de Ulay, y el público habría preferido por tanto su cuerpo flexible al demacrado de Ulay) como psicológicos (el cuerpo femenino desnudo es quizá más tranquilizador que el masculino). Sin embargo, se observa que muchos pasan eligiendo la opción de los que habían pasado justo antes: así, varias mujeres entran de cara a Marina Abramovic, e incluso algunos hombres que, precedidos por los que habían elegido dar la espalda a la mujer, entran de cara a Ulay. Casi todos los visitantes se apresuran a pasar de largo, y la gran mayoría ni siquiera se gira para mirar atrás. Mientras tanto, los dos artistas permanecen completamente impasibles durante toda la representación.
La idea de Abramovic y Ulay es, de hecho, centrarse en el público, en su capacidad de decisión, en sus reacciones, y en este proceso la desnudez en sí misma se convierte en un aspecto de escaso interés para nosotros, aunque sea en sí misma el centro de la representación: la desnudez provoca vergüenza (y, además, hemos de imaginar que hace casi cuarenta años provocaba mucha más que ahora), por lo que el visitante se enfrenta a un dilema. Pero no sólo eso: sus expectativas se ven de hecho modificadas, para algunos incluso alteradas. El visitante que se había preparado mentalmente para una visita a un museo, y quizás para presenciar performances similares, o incluso para ser protagonista de ellas, no se imagina ser el actor principal del evento desde el momento de la entrada, y además teniendo que interactuar con dos cuerpos desnudos. Para muchos, tener que hacer una elección, dificultada también y especialmente por la desnudez, se convierte así en un inconveniente.
La interesante operación llevada a cabo por los dos artistas consiste, en primer lugar, en haber trasladado de hecho el pudor, que normalmente esperaríamos de dos personas completamente desnudas en un contexto en el que nadie más está desnudo, a quienes, en cambio, están vestidos. En segundo lugar, los artistas, más que desnudarse, desnudan los instintos y a menudo las emociones del público. Porque de la elección de pasar por hombre o por mujer, de las expresiones faciales, de la forma en que se elige pasar, se pueden adivinar ciertos aspectos del carácter de una persona. Estos aspectos íntimos se exponen de hecho en público: por ejemplo, un visitante que antes de entrar en el museo tiene momentos de vacilación e intenta pasar rápidamente mirando lo menos posible, expone públicamente el hecho de que se trata para él de una situación que no es nada cómoda, porque quizás no vive su relación con la desnudez de una manera muy libre, porque ha recibido un cierto tipo de educación en un determinado entorno, etc. En esencia, los dos artistas hacen emerger con claridad ciertos nudos creados por la sociedad a través de la relación entre el artista y el público, que se convierte así a su vez en protagonista de laobra de arte. Y como resultado, quienes todavía, casi cuarenta años después, ven el vídeo de la performance, no se sienten tan atraídos por los cuerpos desnudos de los dos artistas como por las reacciones de la gente que pasa junto a ellos.
En este punto, el título de la performance, Imponderabilia, también queda claro. El público, como ya se ha dicho, se encuentra de repente e inesperadamente ante un dilema que debe resolver rápidamente: la indecisión ya dejaría clara cierta predisposición hacia la representación. Por lo tanto, no es posible “sopesar” los elementos que deben hacer que el público tome una decisión que llevaría tiempo: estos elementos se convierten así en imponderables. En pocas palabras: no es posible sopesarlos, evaluarlos detenidamente. Y según los dos artistas, son precisamente estos imponderables los que guían y determinan el comportamiento humano en diversas situaciones. Según muchos, esto no es arte. Pero, se quiera considerar arte o no, sin duda hace pensar: y en este sentido, Marina Abramovic y Ulay han logrado bien su objetivo.
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