En la galería Cardelli & Fontana artecontemporanea de Sarzana se presenta hasta el 27 de julio la exposición Cartamodello de Cesare Biratoni. La exposición explora los últimos productos de la práctica artística de Biratoni, que entrelaza pintura, corte y dibujo en una profunda reflexión sobre la forma y la idea misma de orden. En el centro de su proceso creativo está el caos: un caos que no es el desorden por sí mismo, sino una condición necesaria para que surjan relaciones, tensiones y descubrimientos. En este paisaje interior y visual, las figuras -bañistas, pintores, desnudos- asumen un papel más conceptual que narrativo. Son nombres, más que sujetos, en torno a los cuales se organiza la tensión entre intuición y construcción.
La matriz formativa de Cesare Biratoni hunde sus raíces en la adolescencia y en el descubrimiento del arte a través de experiencias directas y solitarias. En particular, la influencia de los frescos de Masolino da Panicale en la colegiata de Castiglione Olona -visitada a menudo en bicicleta durante sus años de bachillerato artístico- ha permanecido viva en su memoria visual y en su manera de concebir la obra. En aquella época, en los años ochenta, los ciclos pictóricos aún no habían sido restaurados y el interior del baptisterio carecía de luz artificial. El artista cuenta cómo el cura del lugar, ofreciéndole café y las llaves, le permitía permanecer durante horas inmerso en aquel espacio, observando los colores y las formas bajo una luz cambiante, nunca directa.
Fue allí donde Biratoni absorbió una paleta suave, hecha de rosas y verdes, suavizada por el tiempo y la penumbra. Colores que, como él mismo dice, “han ido penetrando poco a poco en mis ojos y en mi cabeza”. Pero no es sólo una cuestión de color. Masolino también le transmitió una idea de simplificación formal, una atención al detalle -como los cuellos de las figuras o las nucas afeitadas, que también fueron objeto de los análisis de Roberto Longhi- que recuerda el acto mismo de recortar, de sintetizar la realidad en la forma.
En la obra de Biratoni, el acto de recortar adquiere un significado central, como gesto técnico y como estrategia conceptual. Cuando pinta, dibuja o compone, tiene la sensación de perseguir siempre lo mismo: una esencia formal que nunca puede captarse del todo. La idea de un proceso evolutivo, de una tensión romántica hacia una meta final, le deja perplejo. Del mismo modo, la concepción de una obra como una colección de fragmentos, que se recompone a posteriori, tampoco le convence del todo.
Según Biratoni, el verdadero quid es la imposibilidad -quizá propia del hombre contemporáneo- de encerrar una forma autosuficiente que se justifique a sí misma. Sus temas, por tanto, no son figuras en el sentido tradicional, sino puntos de apoyo simbólicos, coordenadas históricas que le permiten frenar el caos y crear “condiciones” en las que pueda suceder algo. El caos, como dice en el diálogo con Irene Biolchini y Alessandro Roma que acompaña a la exposición, no es un obstáculo, sino una estrategia. Es el lenguaje de partida para dar vida a la imagen.
En la obra de Biratoni, el aparente desorden de su estudio se convierte en un sistema abierto, un entorno en el que diferentes elementos pueden chocar y dialogar. El caos genera posibilidades, sugiere combinaciones. Y la obra nace en el momento en que estos fragmentos encuentran un orden mínimo dentro de una figura: una cabeza, dos figuras en el paisaje, un pintor sentado que no está pintando. Son imágenes sencillas que permiten que el sistema se cierre temporalmente, sin llegar a ser rígido.
En este precario equilibrio entre azar y construcción, intuición y disciplina, se sitúa el Cartamodello de Biratoni. El título de la exposición sugiere una referencia sartorial: un modelo para recortar, una hipótesis de forma que se puede replicar, adaptar, distorsionar. Pero también sugiere algo frágil, provisional, inacabado. Un proyecto que se enfrenta a la imposibilidad de llegar a una forma definitiva, y que precisamente en esta tensión encuentra su fuerza.
Cesare Biratoni, nacido en Barcelona en 1969, vive y trabaja en Busto Arsizio, en la provincia de Varese. Su carrera se ha construido al margen de las rutas canónicas del arte contemporáneo italiano, siguiendo caminos personales y una actitud profundamente reflexiva. Su obra, aunque enraizada en una dimensión figurativa, se mueve en una cresta inestable, donde la pintura se entrelaza con la teoría, la memoria, la ironía y la duda.
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Cesare Biratoni y su "Cartamodello": una exposición que reflexiona sobre el caos y la forma |
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