El próximo 18 de diciembre, el Palacio Ducal de Urbino reabrirá al público el piso de la Duquesa, también conocido como piso del Magnífico, situado en el piano nobile. La apertura marca la conclusión del penúltimo proyecto de restauración financiado con fondos del PNRR, que ha afectado a la Sala delle Veglie y al cuerpo del antiguo Castellare di Urbino. Las habitaciones, tradicionalmente identificadas como el piso de la Duquesa, fueron habitadas por las duquesas de la familia Della Rovere entre 1508 y 1631, junto con sus cortes. En los documentos históricos, también se les denomina el piso “del Magnífico”, ya que Giuliano de’ Medici, hijo de Lorenzo el Magnífico, se alojó allí entre 1502 y 1512 durante su exilio de Florencia. Su larga estancia con Guidubaldo I y Francesco Maria I inspiró a Baldassarre Castiglione, que lo incluyó entre los protagonistas de su famoso Libro del Cortesano.
La Sala de las Vigilias, que tras la nueva disposición del museo albergará toda la trayectoria artística de Giovanni Santi, pintor, poeta y escenógrafo, además de padre de Rafael, toma su nombre de las tertulias de convivencia que tenían lugar en la corte de Guidubaldo da Montefeltro y Elisabetta Gonzaga. Estas reuniones se celebraban desde la noche hasta el amanecer y reunían a damas y caballeros en pie de igualdad, con la intención de debatir sobre poesía, literatura y filosofía, escuchar música y bailar según la moda de la época. Fue el propio Castiglione, que vivió en la corte entre 1504 y 1513, quien inmortalizó en páginas inolvidables ese ambiente culto y brillante que hizo de Urbino un centro de atracción para jóvenes artistas e intelectuales, deseosos de aprender el arte del perfecto cortesano.
Los trabajos de limpieza y restauración han devuelto toda su legibilidad a las refinadas tallas de piedra y a los estucos decorativos que embellecen estas estancias. Tras la marcha de Luciano Laurana en 1472, la tarea de continuar las obras pasó al arquitecto sienés Francesco di Giorgio Martini, que diseñó la famosa rampa helicoidal y cubrió las cuatro salas del Castellare con elegantes bóvedas de pabellón, recuperando un modelo arquitectónico de origen clásico reinterpretado con gran originalidad. Encargó al escultor milanés Ambrogio Barocci la realización de los estucos de las bóvedas, marcando un temprano redescubrimiento de una técnica decorativa de antigua derivación, más rápida y barata que las utilizadas anteriormente en el palacio.
Los estucos de la antecámara son únicos por la ingeniosa invención de pequeños ángeles suspendidos en un cielo abierto sobre el pabellón, jugando y bailando entre festones de frutos movidos por el viento. La decoración de la bóveda se completó después de septiembre de 1482, como demuestran los escudos de armas en las esquinas de la bóveda con las iniciales de Federico da Montefeltro (FE DVX) y su heredero Guidubaldo (GVI DVX). La obra de Barocci, visible también en los portales y las chimeneas, ha permitido revalorizar las raíces de la tradición escultórica de Urbino y la formación de una escuela local de escultores, activa hasta el siglo XVII, cuyo máximo exponente fue Federico Brandani. De estos últimos, junto al célebre techo Aquilini (vuelto legible tras las obras de restauración llevadas a cabo por Diomede Catalucci en 1919), algunos fragmentos de la bóveda de la sala Della Rovere del segundo piso, desprendidos en 1846 y conservados después en la propia sala, que más tarde se convirtió en sala de audiencias, vuelven a exponerse después de cerca de un siglo y restaurados para la ocasión.
La pieza central de la nueva exposición en el salón de la Duquesa es Rafael Sanzio, cuyo genio la Galleria Nazionale delle Marche celebra a través de obras maestras que entraron en sus colecciones durante el siglo XX. Entre ellas figuran los tapices de los Hechos de los Apóstoles, inspirados en los cartones para la Capilla Sixtina, la pequeña Santa Catalina de Alejandría, antaño puerta de un tríptico devocional, y el célebre Retrato de caballero (La Muta). Estas obras dan testimonio del viaje artístico de Rafael, marcado por el diálogo con Perugino, Pinturicchio y Leonardo da Vinci entre Perugia y Florencia a principios del siglo XVI. También se exponen las obras de Timoteo Viti y Girolamo Genga, artistas de orígenes diferentes pero que compartieron profundos lazos con Urbino y vínculos significativos con la experiencia de Rafael. En particular, la espléndida vidriera de Timoteo Viti en la iglesia de Santa Maria della Torre, recientemente restaurada por el Opificio delle Pietre Dure de Florencia, podrá verse con una nueva iluminación.
En el dormitorio de la Duquesa se reubicarán los tapices originales que decoraban el Palacio Ducal en la segunda mitad del siglo XVI. Los seis objetos, cuatro intactos y dos fragmentarios, comparten el tema de la naturaleza, poblada de animales reales e imaginarios, como unicornios y grifos, que se desplazan por paisajes boscosos. A los duques Della Rovere, como a muchas otras cortes italianas y europeas, les gustaba adornar los salones de sus palacios con preciosos tejidos para fiestas y ceremonias solemnes. Estos tapices, auténticos telones de fondo que cubrían las paredes de suelo a techo, creaban ambientes envolventes, propios de un cuento de hadas, capaces de transportar a los invitados a mundos naturales e imaginarios, una experiencia que los visitantes podrán volver a disfrutar gracias a la nueva instalación.
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| El Palacio Ducal de Urbino reabre a los visitantes el piso de la Duquesa |
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