La galería de Bellas Artes Maurizio Nobile de Bolonia propone una cita enteramente dedicada a la historia del retrato y del autorretrato, con un recorrido expositivo que abarca desde el siglo XVI hasta el XX. La exposición, titulada La belleza del retrato, estará abierta al público del 18 de noviembre al 20 de diciembre, y ofrece a los visitantes la posibilidad de explorar cuatro siglos de investigación artística a través de obras de gran encanto y rareza. La iniciativa se inscribe en la tradición de la galería, siempre comprometida con la valorización del arte antiguo y la presentación al público de nuevos estudios, adquisiciones y descubrimientos que amplían el panorama histórico-crítico de pintores ya conocidos o por redescubrir.
En el centro del proyecto expositivo se encuentran las nuevas adquisiciones de la galería, que incluyen obras de Bernardino Licinio, Fra’ Galgario, Bartolomeo Passerotti, Nicolas Regnier y François-Joseph Navez, flanqueadas por obras de otros protagonistas del largo arco cronológico considerado. El hilo conductor es la representación del individuo, leída a través de las transformaciones estilísticas, culturales e iconográficas que han marcado la manera de representar el rostro humano y la identidad personal a lo largo de los siglos. Del naturalismo renacentista a las elaboraciones psicológicas del siglo XVII, de las interpretaciones intimistas del siglo XVIII a los experimentos perceptivos de los siglos XIX y XX, la exposición ofrece un rico y articulado corte transversal de la historia del retrato europeo.
Entre los núcleos más significativos se encuentran los trece estudios de cabezas de Bernardino Licinio, pintor veneciano activo entre 1465-89 y 1550, considerados por la crítica como un valioso testimonio de su trabajo de taller y de su método de construcción de imágenes. Los estudios, ya reconocidos y atribuidos con certeza por estudiosos como Detlev von Hadeln en 1910, Bernard Berenson, Roberto Longhi y Luisa Vertova, forman parte de un corpus cuya autenticidad nunca ha sido cuestionada. Su historia como coleccionistas está bien documentada: aparecen en el inventario de 1623 de Maffeo Barberini, futuro Papa Urbano VIII, y siguieron siendo propiedad de la familia romana hasta 1935. Su presencia en la colección Barberini confiere mayor relevancia a un conjunto de obras que revela la práctica, típica del siglo XVI, de conservar en el taller estudios del natural para futuros encargos o para elaborar composiciones complejas. Aunque algunos de estos rostros parecen estar vinculados a una representación de la Última Cena de la que no tenemos documentos, su valor reside tanto en su función original como en su autonomía expresiva, capaz de restituir un variado repertorio de fisonomías, personajes y miradas.
Junto a este raro conjunto licio, la exposición presenta un lienzo recientemente redescubierto de Nicolas Régnier, artista de origen flamenco y una de las figuras más cultas y refinadas de la escena veneciana de la segunda mitad del siglo XVII. El redescubrimiento de la obra ofrece la oportunidad de explorar una fase de su producción que sigue siendo objeto de análisis crítico y de actualización. El cuadro, un imponente retrato masculino inédito, llama la atención por la calidad de su ejecución y la monumentalidad de su puesta en escena, elementos que atestiguan la plena madurez del artista. La figura del protagonista, un hombre maduro retratado de frente con mirada directa y gesto autoritario, está construida mediante una hábil orquestación de poses y detalles que recuerdan la tradición de los retratos oficiales venecianos. Los elegantes ropajes, los accesorios y la calibrada representación de la luz contribuyen a una imagen que expresa autoridad y control, mientras que la pincelada de Régnier, atenta a la definición de los materiales y a la representación psicológica del sujeto, permite leer en el rostro y la actitud del personaje una complejidad que va más allá de la pura celebración social. Se trata de una importante contribución al conocimiento de la producción retratista del artista, cuyas obras, aunque conocidas por los especialistas, siguen reservando descubrimientos sorprendentes.
La exposición se completa con una serie de obras que muestran la variedad de formas en que el retrato ha llegado a representar no sólo al individuo, sino también su contexto emocional y social. Entre ellas destaca el Retrato de familia de Bartolomeo Passerotti, artista boloñés nacido en 1529 y activo hasta 1592, conocido por la vivacidad de sus escenas y su atención a los detalles de la vida cotidiana. El cuadro presentado en la exposición es un ejemplo del llamado retrato “posado”, en el que la naturalidad de las poses y los gestos contribuye a crear una escena aparentemente espontánea, aunque construida con gran cuidado compositivo. Las manos de los dos padres, la postura de la niña que inclina ligeramente el rostro y su mirada hacia arriba evocan el clima de los retratos de familia en la Bolonia del siglo XVI, donde el deseo de expresar el afecto y las relaciones se entrelaza con la aspiración a una representación digna del propio papel social. La presencia de la pareja de palomas en primer plano es un detalle que revela el interés de Passerotti por el mundo animal, interés también documentado en su famoso “Bestiario”, en el que la representación de los animales se convierte en una herramienta para investigar analogías simbólicas y significados ulteriores.
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| Bolonia, una exposición sobre cuatro siglos de retratos en Maurizio Nobile Fine Art |
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