El Louvre cierra por huelga: el personal protesta contra el hacinamiento y las condiciones insostenibles


Ayer el Museo del Louvre cerró sus puertas durante unas horas debido a una huelga del personal. Los trabajadores denunciaron condiciones insostenibles, deficiencias estructurales y el creciente impacto del turismo de masas. La protesta relanza el debate sobre el sobreturismo en los grandes museos europeos.

El Museo del Louvre, símbolo mundial del arte y la cultura, vivió una jornada de tensión y cierre forzoso cuando sus empleados convocaron ayer, lunes 16 de junio, una huelga repentina para protestar contra unas condiciones de trabajo que se habían vuelto, a su juicio, insostenibles. Las puertas del museo, habitualmente abiertas a las avalanchas de turistas desde primeras horas de la mañana, permanecieron cerradas hasta primera hora de la tarde, dejando desconcertados a miles de visitantes bajo la famosa pirámide de cristal. El motivo, sin embargo, no fue ni un fallo técnico ni una alerta de seguridad, sino un gesto de desorganización por parte de quienes, cada día, se encargan de acoger, proteger y gestionar el patrimonio más visitado del mundo. La huelga se decidió esta mañana, en su momento, tras una reunión entre el personal del museo. Sin embargo, no es la primera vez que se convocan huelgas sin previo aviso en el Louvre, aunque es bastante raro que esto ocurra.

Detrás del cierre patronal hay un grito de alarma que se oye desde hace tiempo en los pasillos del museo: demasiados visitantes, poco personal, recursos limitados, ritmos de trabajo agotadores. La punta del iceberg es la Salle des États, la sala que alberga la Gioconda, donde cada día se agolpan unas veinte mil personas. Un entorno que, para quienes trabajan allí, se está convirtiendo en invivible. Pero la Gioconda no es más que el ejemplo más visible de un fenómeno más amplio: un museo concebido para acoger a una determinada cantidad de público se encuentra ahora con que tiene que gestionar volúmenes cada vez mayores sin haber recibido nunca un ajuste proporcional en fondos, espacio o personal.

El Louvre. Foto: Alexander Kagan
El Louvre. Foto: Alexander Kagan

Sarah Sefian, representante sindical del sindicato CGT-Culture, habló de “presión constante” sobre los equipos operativos y de una situación que ya no es sostenible a corto plazo. La dirección, según los sindicatos, habría prometido intervenciones en los próximos años, en el marco del proyecto “Louvre Nouvelle Renaissance”, un plan decenal de 700 a 800 millones de euros anunciado por el presidente Emmanuel Macron para renovar el museo. Pero los trabajadores replican que el problema no es el futuro: es hoy. “No podemos esperar seis años para recibir ayuda”, dice Sefian, recordando que no se trata solo de las obras de arte, sino también de las personas que las protegen y las hacen accesibles al mundo.

Los inconvenientes se dejaron sentir desde primera hora de la mañana, cuando cientos de turistas de todo el mundo se congregaron frente a la entrada cerrada. La información llegó lentamente, creando confusión entre quienes habían reservado con meses de antelación una visita por la que habían esperado toda una vida. Algunos reaccionaron con resignación, otros con fastidio. Kevin Ward, un turista de Milwaukee, bromeó con France 24: “Supongo que es el día libre de la Mona Lisa”. Pero tras las bromas se escondía la frustración de un día perdido y la decepción por la falta de comunicación oficial, que dejó a muchos sin enterarse hasta pasado el mediodía.

Mientras tanto, en el interior del museo, la movilización era unitaria. Los sindicatos denunciaron una sobrecarga diaria para los trabajadores, que se ven obligados a gestionar flujos de visitantes que superan la capacidad física de los espacios. Salas demasiado estrechas, fugas de agua que nunca se han reparado y el estado de las salas (todos problemas denunciados también en un informe de la directora Laurence des Cars en los últimos meses, que debía permanecer confidencial pero que finalmente se filtró) son algunos de los problemas prácticos enumerados en la plataforma reivindicativa. Todo ello en un contexto en el que el Louvre sigue batiendo récords de recaudación, pero los trabajadores se quejan de un reparto desigual de los recursos.

El fenómeno del "sobreturismo", que afecta desde hace años a grandes ciudades europeas del arte como Venecia, Barcelona o Florencia, también se manifiesta entre los muros del Louvre. Su especificidad, sin embargo, radica en que la experiencia museística se ha convertido, para muchos, en un paso obligado más que en un momento de disfrute consciente. Colas interminables, selfies compulsivos y recorridos congestionados han desvirtuado el sentido mismo de la visita. Y el personal, además de gestionar la logística, se enfrenta a menudo a comportamientos irrespetuosos, tensiones y riesgos para la seguridad.

El anuncio del Gobierno francés de que quiere relanzar el Louvre con inversiones a largo plazo ha sido acogido con satisfacción, pero también con escepticismo. Los empleados exigen medidas inmediatas: más contrataciones, espacios más funcionales, una remuneración acorde con la presión del trabajo y más consideración por las condiciones humanas que hay detrás del aparato cultural. Según ellos, no se puede construir un “nuevo renacimiento” del instituto si antes no se resuelven los problemas estructurales de quienes lo mantienen en pie cada día.

El museo reabrió parcialmente a primera hora de la tarde, hacia las 14.30, pero la protesta dejó su huella. No sólo por las molestias causadas a los visitantes, sino por el impacto simbólico: cuando el Louvre se para, el mundo escucha. Mientras tanto, los ojos de los turistas se han desplazado a otra parte, pero los del personal han permanecido centrados en una cuestión que lleva tiempo pidiendo ser escuchada.

El Louvre cierra por huelga: el personal protesta contra el hacinamiento y las condiciones insostenibles
El Louvre cierra por huelga: el personal protesta contra el hacinamiento y las condiciones insostenibles


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