¿Puede pretender la Bienal de Venecia tener intenciones decolonialistas?


"Extranjeros por todas partes" es el tema de la Bienal de Venecia 2024: pero ¿puede la Bienal, como superproducto turístico occidental, pretender tener intenciones descolonialistas? ¿Qué arte puede expresar una Bienal de Venecia construida sobre esta base?

Bienal fuera de control. Los comisarios tienen que elegir de un menú dado, y si este menú es mediocre, la Bienal no será diferente. El arte contemporáneo ha pasado por dos crisis (2001 y 2009) que le hicieron perder su capacidad de leer el presente, provocar y cambiar paradigmas. Con el 11 de septiembre de 2001, nuestro conocimiento hizo clic y pasó a un nivel superior en el que todo lo que estaba en el pedestal de la representación ya no podía provocar y competir con una realidad cada vez más avanzada y compleja.

Con la llegada de las redes sociales, todo el mundo se convirtió en una especie de cadena de televisión capaz de producir y consumir contenidos. Esto, además de crear una fuerte superficialidad de la fruición, ha llevado a una sobreproducción de contenidos, de modo que el artista “en la era de Instagram” tiende a asfixiarse y mimetizarse. Aquí, para emerger, es necesario recurrir al “dopaje de las relaciones públicas” y a la reelaboración de códigos del pasado que parecen dotar a la obra de “valores seguros”. Así llevamos años viendo a decenas de artistas obligados a cavar en los cementerios para encontrar algunos valores seguros. Pero en realidad, esta reelaboración del pasado, que también vimos en la última Arte Fiera 2024, corre el riesgo de esconder un gran vacío de contenido o una fuerte homologación. La reelaboración del mercado de antigüedades (de tiempos insospechados) de Flavio Favelli; el pabellón Italia 2022 de Tosatti con Gino Paoli entubado; las Mortajas y el primitivismo arqueológico de Chiara Camoni (ahora incluso premiada con una exposición individual en el Hangar Bicocca), la didáctica reelaboración del arte povera de Francesco Arena, pero también la acumulación de marcos de Jacopo Benassi que parecen salidos del desván vintage de su abuela punk. Y luego está Luis Fratino, cuya obra figura en los dossieres de prensa de la próxima Bienal de Venecia como buque insignia, pero que en realidad oculta una crisis que ya puede compararse a un coma irreversible del arte contemporáneo. En realidad, todos estos artistas son los matices de un único “artista débil” que parece esconder, tras la fácil reelaboración del pasado, un gran vacío de ideas.

Louis Fratino, Metropolitan (2019; óleo sobre lienzo, 152,4 × 240,7 cm) © Louis Fratino / Cortesía de Sikkema Jenkins & Co., Nueva York
Louis Fratino, Metropolitan (2019; óleo sobre lienzo, 152,4 × 240,7 cm) © Louis Fratino / Cortesía de Sikkema Jenkins & Co., Nueva York

La vitalidad/creatividad de los años 90 y 2000 ha dejado a los museos, vidas fuera de ellos pero sin reglas y teniendo que someterse a las leyes del rendimiento (facturación, presupuesto, etc.), limitando así las posibilidades que podemos tener dentro de los museos. No es cierto que todo esté hecho. Habría autopistas creativas y expresivas donde la citación podría convertirse en el puente para ir a otra parte, para afrontar y leer nuestro presente. Ciertamente a través de la “representación”, pero también a través de formas de resistencia que serían oxígeno para la sociedad civil.

El solapamiento temporal de la Bienal de Venecia y el Salón del Mueble es un lapsus freudiano. ¿Son acaso la misma cosa? ¿Puede la Bienal, superproducto turístico occidental, pretender tener intenciones decolonialistas? ¿Quizás para limpiar apresuradamente sus conciencias y sus culpas? Exactamente igual que el feminismo no consiste sólo en invitar a mujeres artistas y con aptitudes de hace cincuenta años; o como el “gender fluid”, que ya no es un valor sino una línea del currículum vitae, aún carente de ideas y contenidos interesantes. No hay más que ver al reciente ganador, o ganadora deberíamos decir, del Premio Turner en Inglaterra: Jesse Darling. Su obra artística queda eclipsada y es previsible en comparación con su biografía y su deseo de convertirse en un hombre. Desgraciadamente, incluso a nivel internacional, existe un sistema educativo y académico totalmente inadecuado que no ha sabido adaptarse a la evolución que hemos vivido en el mundo en los últimos veinte años.

Es natural que en esta homologación y mediocridad de contenidos prevalezcan las amistades y las relaciones públicas, o la capacidad de poner apresuradamente a las obras las etiquetas de descolonismo, feminismo y “gender fluid”. Como si en lugar de acudir primero a un buen médico empezáramos a preguntarnos si este médico es ’feminista’ (pero entonces, ¿conocemos realmente el feminismo?), qué piensa del decolonialismo y si ha experimentado cuestiones de gender fluid. Absurdo.


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