Trieste celebra uno de sus símbolos más famosos, el batiscafo Trieste, sacando a la superficie una historia de ingenio, valor y paz. Del 5 de octubre al 9 de noviembre, en la Piazza Unità d’Italia, ciudadanos y visitantes podrán admirar una fiel reproducción a escala real (1:1) del submarino que en 1960 alcanzó la profundidad récord de 10.916 metros en la Fosa de las Marianas, hazaña que marcó un capítulo memorable en la historia de la exploración científica mundial.
La iniciativa, titulada Batiscafo Trieste 2025, se presentó en una rueda de prensa celebrada el 22 de septiembre, a la que asistieron el concejal de Políticas Culturales y Turismo, Giorgio Rossi, el director general de Mare Nordest, Roberto Bolelli, y representantes de las instituciones y empresas que han apoyado el proyecto: la Región Autónoma de Friul-Venecia Julia, la Fondazione CRTrieste, Trieste Trasporti, Rolex y M23 Srl. La obra, tras la exposición pública durante la Barcolana, se colocará de forma permanente en el Museo de la Guerra por la Paz Diego de Henríquez, un lugar que conserva su legado ideal. Está previsto que el batiscafo se traslade a la capital juliana en la madrugada del 29 de septiembre, mientras que la inauguración oficial tendrá lugar el domingo 5 de octubre a las 12.00 horas, con una ceremonia pública en la Piazza Unità.
El regreso del batiscafo “Trieste” a su lugar de nacimiento no es sólo un acontecimiento cultural, sino un acto de memoria colectiva. De hecho, el proyecto original del barco nació en la ciudad de Trieste gracias a la colaboración entre el científico suizo Auguste Piccard y su hijo Jacques, pioneros de la exploración atmosférica y oceánica, y el apoyo de Diego de Henriquez, intelectual y coleccionista triestino, que se dio cuenta de la importancia simbólica y científica de aquel desafío tecnológico.
De Henríquez, cuyo nombre da hoy título al museo que albergará la réplica, vio en el batiscafo no sólo una maravilla de la ingeniería, sino un mensaje de paz: una demostración de que la ciencia y la tecnología, nacidas a menudo con fines bélicos, podían ser instrumentos de conocimiento y progreso. Fue él quien animó a los Piccard a elegir Trieste como base de operaciones, facilitando la construcción de la embarcación en los Cantieri Riuniti dell’Adriatico de Trieste y Monfalcone, con la cabina presurizada construida en Acciaierie Terni. En esa sinergia de idealismo, tecnología y visión se formó la empresa que en 1960 llevó a Jacques Piccard y al teniente Don Walsh, de la Marina estadounidense, a tocar tierra en el punto más profundo conocido del planeta, el fondo Challenger. Un descenso de más de cuatro horas que marcó el imaginario científico del siglo XX y consagró a Trieste como capital de la investigación oceanográfica.
La idea de reconstruir a escala real el legendario submarino partió de la asociación Mare Nordest, activa desde 2012 en la promoción de la cultura del mar y la concienciación medioambiental. El proyecto encontró inmediatamente el apoyo del Ayuntamiento de Trieste, que reconoció su alto valor simbólico y su capacidad para enriquecer el patrimonio del Museo de Henríquez. También fue fundamental la contribución de Rolex, que en 1960 había acompañado la empresa con el reloj experimental Rolex Deep Sea Special, capaz de soportar las presiones extremas del abismo. La empresa puso a disposición para la ocasión una réplica del reloj original, que formará parte de la exposición del museo.
La construcción del nuevo batiscafo se confió a M23 Srl, empresa con sede en Ciserano (Bérgamo ) y reconocida internacionalmente por la construcción de submarinos avanzados y cámaras hiperbáricas, colaborador de las armadas y fuerzas especiales de varios países. En los talleres lombardos se ha creado una auténtica obra maestra de la ingeniería de celebración, utilizando tecnología punta y una meticulosa fidelidad histórica.
El batiscafo original de Trieste medía 15,40 metros de eslora, 3,5 metros de diámetro y 8,5 metros de altura, con un desplazamiento de 51 toneladas. El corazón del buque era la cabina esférica presurizada, una carcasa de acero al molibdeno de dos metros de diámetro y hasta 15 centímetros de grosor, diseñada para soportar presiones de más de 11 toneladas por centímetro cuadrado. Esa estructura, construida con conocimientos industriales italianos de alto nivel, permitió a Piccard y Walsh descender hasta el punto más profundo jamás alcanzado por el hombre. En esa ocasión, el Rolex Deep Sea Special atado al casco demostró su resistencia, convirtiéndose en un símbolo de la precisión mecánica y del vínculo entre innovación, aventura y conocimiento.
La hazaña del batiscafo Trieste y su renacimiento contemporáneo también serán narrados por el director Massimiliano Finazzer Flory, que está realizando un mediometraje dedicado al proyecto. La película documentará todas las etapas de la construcción de la réplica, desde el trabajo en los almacenes de la M23 hasta su viaje al mar y su llegada a la Piazza Unità.
La obra no será sólo una crónica técnica, sino un relato poético que entrelazará imágenes, memoria y visión. A través de la cámara, Finazzer Flory restituye la tensión épica de la empresa, pero también la emoción de quienes contribuyeron a sacar a la luz un símbolo del genio humano. El estreno de la película está previsto para enero de 2026 y ofrecerá al público una experiencia inmersiva que vincula ciencia, arte y sentimiento cívico.
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El regreso del batiscafo Trieste: la ciudad celebra a su héroe de las profundidades |
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