Nueva provocación de Maurizio Cattelan: el artista transforma Bérgamo con cinco obras monumentales


Cinco obras monumentales, cuatro sedes históricas, una reflexión sobre el poder, la caída y el tiempo: con Seasons, Maurizio Cattelan transforma Bérgamo en un museo al aire libre, donde el arte desquicia ideologías, redefine símbolos y nos invita a confrontarnos con nuestro tiempo.

Cinco obras icónicas, cuatro lugares simbólicos, una ciudad entera envuelta en una experiencia artística que mezcla historia, provocación y reflexión. Esto es Seasons, la nueva exposición de Maurizio Cattelan (Padua, 1960), uno de los artistas italianos más discutidos e influyentes de la escena internacional, que vuelve para provocar al público con nuevas obras. En Bérgamo, el autor paduano construye, con su exposición programada del 7 de junio al 26 de octubre, un itinerario difuso que atraviesa la ciudad como un ciclo de estaciones: no sólo naturales, sino también sociales, políticas, existenciales.

De la Alta Bérgamo a la Baja Bérgamo, de la Edad Media a la contemporaneidad, las obras expuestas se insertan en el tejido urbano como interrupciones de lo habitual, como espacios de duda y posibilidad. El arte, en este proyecto, no se limita a decorar, sino que quiere convertirse en un instrumento crítico. Las estaciones del título son un pretexto simbólico: representan la naturaleza cíclica de la vida, los cambios en la sociedad, el fluir de la historia. Pero detrás de la metáfora, cada obra aborda un nudo: el poder, la caída, la infancia, la memoria, la exclusión. Todo se sostiene, todo habla al espectador.

Huesos: el águila imperial abatida en su desnudez marmórea

En elEx Oratorio de San Lupo, antigua frontera entre la vida y la muerte, se alza Huesos, escultura de mármol estatuaria de Miguel Ángel que representa un águila tendida en el suelo, con las alas desplegadas, como vencida por un súbito desplome. El águila, que siempre ha sido un emblema de dominio y majestuosidad, queda aquí desenmascarada en su vulnerabilidad. Ya no es un símbolo de poder, sino un icono de su crisis.

La elección del mármol -el mismo que se utiliza para celebrar a héroes y divinidades- acentúa la paradoja: la caída se hace eterna, cristalizada. El animal no muere en silencio, sino que impone la visión de su propio fracaso. Cattelan se inspira en un acontecimiento histórico: el águila esculpida por Giannino Castiglioni en 1939 para Dalmine, en honor a un discurso de Mussolini, que luego fue retirada y relegada primero a un campamento de verano y finalmente a los almacenes de la propia empresa.

Su parábola -de símbolo fascista a tótem naturalista, al olvido- resuena en el gesto del artista, que retoma su esencia, pero la despoja de toda retórica. Los “huesos” del título -Bones, precisamente- evocan lo que queda: una estructura, tal vez, pero también una denuncia. El poder reducido a un esqueleto y la naturaleza, desatendida, presentando su factura.

Maurizio Cattelan, Huesos (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Huesos (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Huesos (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Huesos (2025). Foto: Lorenzo Palmieri

Imperio: la revolución que nunca nació atrapada en el cristal

En la GAMeC - Galleria d’Arte Moderna e Contemporanea - se encuentra Empire, una escultura conceptual poderosa en su esencialidad: un ladrillo de terracota, grabado con la palabra “EMPIRE”, está encerrado en una botella de vidrio. El contraste entre la solidez del ladrillo y la fragilidad del recipiente lo dice todo. El poder está aquí inmóvil, inexpresado, encerrado en sí mismo.

Es una imagen de estancamiento, de impotencia, de sueño (o amenaza), una imagen que nunca se cumple. El ladrillo evoca la construcción, los cimientos, pero la botella sugiere el aislamiento, la distancia, la imposibilidad. Toda la obra parece un mensaje lanzado hacia un futuro que quizá nunca llegue. La tensión es palpable: entre lo que querría ser y lo que se impide.

En el juego de símbolos, Imperio alude al fracaso de las utopías, pero también a la parálisis de una época en la que la voluntad no puede traducirse en acción. El artista no ofrece soluciones, pero da al espectador un objeto para interrogar, para descifrar. El Imperio, hoy en día, tal vez sólo sea una palabra sin sustancia, o una amenaza embotellada.

Maurizio Cattelan, Imperio (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Imperio (2025). Foto: Lorenzo Palmieri

No: el rostro censurado de la ambigüedad histórica

También en la GAMeC, No se presenta como una variación sobre el tema de lo no dicho, lo no mostrado. Se trata de una reelaboración de una de las obras más controvertidas de Cattelan, Him (2001), que retrataba a Adolf Hitler arrodillado como en oración, con un rostro aniñado y desarmado. En No, ese rostro está cubierto por una bolsa.

La intervención surgió de una petición de censura en China para una exposición de Cattelan, pero aspira a convertirse en algo más: una reflexión sobre la visibilidad, el trauma y la eliminación. La bolsa es ambivalente: castiga y protege, oscurece y revela. Se niega la identidad de la obra, pero precisamente por ello adquiere un nuevo significado. Ya no se trata sólo de Hitler, sino de nuestra relación con la representación del mal.

¿Qué significa impedir el reconocimiento? ¿Proteger al público u ocultar la verdad? No quiere ser una obra capaz de desorientar, capaz de obligar al espectador a asumir los límites de la memoria y la responsabilidad de la mirada. En una época dominada por las imágenes, el gesto de oscurecer resulta más elocuente que el de mostrar.

Maurizio Cattelan, No (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, No (2025). Foto: Lorenzo Palmieri

Noviembre: los sin techo como monumento a la exclusión

En el corazón de Bérgamo Alta, en el Palazzo della Ragione, se alza Noviembre, una escultura de mármol estatuario que representa a un vagabundo tumbado en un banco, con los pantalones desabrochados y un hilo de orina fluyendo por el suelo. El realismo es fuerte, pues, pero es la dignidad silenciosa del sujeto la que, en las intenciones del artista, debe golpear.

El hombre -cuyo rostro es el de Lucio, amigo y colaborador de Cattelan- ocupa el centro de la escena en un lugar que antaño fue sede de asambleas cívicas y tribunales. El contraste es violento: ¿quién representa hoy la ley, la sociedad, la ciudadanía? ¿Quién está excluido? La orina, último acto de corporeidad, se convierte en un gesto de existencia, de resistencia.

Noviembre no quiere elevar lo marginal a la categoría de héroe, sino que pretende mostrar su realidad desnuda, sin mediaciones. También es significativa la decisión de ubicar la obra en el interior del Palazzo della Ragione de Bérgamo: la gran Sala delle Capriate, que antaño albergó asambleas medievales de la ciudad y más tarde se convirtió en tribunal bajo la República de Venecia, lleva el peso de la justicia, pero también de su ausencia, de la discriminación y la injusticia. El cortocircuito pretende, por tanto, cuestionar nuestra relación con las estructuras de poder, las leyes y los valores que determinan quién tiene derecho a estar en la sociedad y quién queda relegado a los márgenes por ser considerado “no conforme”.

Maurizio Cattelan, Noviembre (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Noviembre (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Noviembre (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Noviembre (2025). Foto: Lorenzo Palmieri

One: Garibaldi y el niño, símbolos de una Italia por repensar

En el exterior, en la Rotonda dei Mille -uno de los puntos neurálgicos de la parte baja de Bérgamo- se alza One, una instalación site-specific realizada con el ayuntamiento. Aquí Cattelan pone en escena un gesto sencillo y desestabilizador: un niño a hombros de la estatua de Garibaldi hace la mímica de una pistola con los dedos.

El gesto es ambiguo: ¿juego? ¿rebelión? ¿provocación? El título -Uno- abre múltiples interpretaciones: ¿es “uno” como individuo, como nueva generación, o recuerda la unidad de los Mil? El niño irrumpe en la retórica patriótica para interrogarla, para desestabilizarla. ¿Es un nieto que juega con su abuelo o un vándalo que desafía su memoria?

Cattelan no toma partido, y la obra intenta convertirse en un espejo de nuestra relación con la historia, con los símbolos nacionales, con lo que heredamos y cómo lo transformamos. El monumento no es sólo un homenaje al pasado, sino un campo de batalla del presente.

Maurizio Cattelan, Uno (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Uno (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, Uno (2025). Foto: Lorenzo Palmieri
Maurizio Cattelan, One (2025). Foto: Lorenzo Palmieri

Comunicación visual y difusión urbana: el arte se encuentra con la ciudad

Para completar el proyecto Seasons, una campaña de comunicación urbana se extiende más allá de los espacios del museo. La identidad visual de la exposición invade la ciudad a través de vallas publicitarias e intervenciones en lugares específicos. De especial relevancia es el Kilometro Rosso -el icónico muro diseñado por Jean Nouvel-, donde Cattelan ha imaginado una declinación sin precedentes del proyecto.

También en este caso, el gesto es doble: por un lado, amplía el público, llevando el arte fuera de los confines de la institución. Por otro, asienta la idea de que todo espacio urbano puede ser interrogado por el arte. La propia ciudad se convierte en teatro, página, provocación, al estilo de Cattelan.

Nueva provocación de Maurizio Cattelan: el artista transforma Bérgamo con cinco obras monumentales
Nueva provocación de Maurizio Cattelan: el artista transforma Bérgamo con cinco obras monumentales


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