Por qué 300 de Frank Miller es un buen cómic


Publicada en 1998, 300 marca un punto de inflexión en el cómic estadounidense. Miller combina una narración mítica con una extraordinaria estética gráfica, transformando la batalla de las Termópilas en un relato épico y universal que aún hoy se discute y estudia.

Cuando en 1998 Frank Miller (Olney, 1957), dibujante y guionista estadounidense, publicó 300, editada por Dark Horse Comics, el panorama del cómic norteamericano atravesaba una fase de transformación: el lenguaje de los superhéroes buscaba nuevos caminos y la novela gráfica se imponía como una forma de narración capaz de comunicarse con la literatura y el cine. En este contexto, la historia de la batalla de las Termópilas que tuvo lugar en el año 480 a.C. y que libraron los espartanos comandados por Leónidas I contra el ejército persa, se afirma como una de las obras más exitosas del autor de Sin City y Batman - The Dark Knight Returns. No por el éxito editorial y el impacto que inspiraría la adaptación cinematográfica de Zack Snyder unos años más tarde, sino principalmente porque 300 representa una reflexión mitopoética sobre la historia y, por tanto, sobre lagloriosa creación deun mito. Por ello, examinar las razones que hacen de 300 un excelente cómic supone abordar al menos cuatro dimensiones: la forma gráfica, la estructura narrativa, el valor simbólico y elimpacto cultural que la obra ha tenido en el público a lo largo de los años.

La primera característica llamativa de 300 es la elección del formato. Miller opta por una configuración horizontal, con tableros muy anchos que recuerdan la visión cinematográfica de la pantalla ancha. Se trata de una solución poco común que obliga a leer de un modo diferente, casi contemplativo, acercando la experiencia de la lectura a la del visionado de obras de arte. Las páginas de Miller se convierten así en los campos de batalla de Leónidas; son cuadros en los que destacan las figuras (a veces reducidas a siluetas), otras veces detalladas en sus rostros y cuerpos esculpidos. En este contexto, la colaboración con Lynn Varley, colorista histórica (y esposa) de Miller, acentúa la elección estética. Los colores saturados e intensamente contrastados en tonos cálidos de ocre, rojo y marrón evocan la visión de la tierra árida bajo el sol. Para Miller y Varley, no hay lugar para matices psicológicos: el color es material, directo. El resultado es, por tanto, un cómic sorprendente por su capacidad para moldear la página en una perspectiva que lo abarca todo, con una composición gráfica que realza la monumentalidad sin temerla.

300 de Frank Miller (1998; Dark Horse Comics) Imagen: ©Dark Horse Comics 300 (2006; Zack Snyder)
Frank Miller, 300 (1998; Dark Horse Comics) Imagen: ©Dark Horse Comics
Jacques-Louis David, Léonidas aux Thermopyles (1814; óleo sobre lienzo, 395×531 cm; París, Museo del Louvre)
Jacques-Louis David, Léonidas aux Thermopyles (1814; óleo sobre lienzo, 395×531 cm; París, Museo del Louvre)
Frank Miller, 300 (1998; Dark Horse Comics) Imagen: ©Dark Horse Comics 300 (2006; Zack Snyder)
Frank Miller, 300 (1998; Dark Horse Comics) Imagen: ©Dark Horse Comics

300 no es un relato histórico de la batalla de las Termópilas. Miller no pretende hacer historiografía, sino que se propone formular una mitopoesis. La historia de 300 pertenece a la leyenda. ¿Qué significa esto? Significa que en el relato de Miller se distorsionan los hechos, se exageran las cifras y los enemigos (en este caso los persas) adquieren proporciones monstruosas. Lo que importa no es la exactitud de los hechos históricos, sino la fuerza del relato: el heroísmo y la memoria, la que se cuenta en los cuentos de la antigua Grecia. Para Miller, Leónidas no es el mismo héroe que Jacques Louis-David retrata en su cuadro de 1814 Léonidas aux Thermopyles .

La construcción narrativa del cómic, dividido en cinco capítulos, sigue un curso trágico. El rey Leónidas emerge como un héroe condenado. Es lúcido en la conciencia de su destino. La marcha a las Termópilas, la resistencia desesperada, la traición de Efialtes y, finalmente, la muerte heroica de los trescientos espartanos trazan un camino que respeta la estructura de la tragedia: hybris (arrogancia), agniación (revelación) y catástrofe. Quien lee 300 sabe desde el principio cómo acabará, pero lo que cuenta y lo que permanece es la idea de que la libertad y la civilización pueden defenderse incluso a costa de la propia vida, que para Miller es el sacrificio a pagar. En cualquier caso, uno de los elementos que más ha dividido a la crítica es la interpretación simbólica del cómic. Por un lado, están quienes han visto en la obra una lectura ideológica, demasiado cercana a una exaltación de la guerra y de una sociedad militarista; por otro, están quienes reconocen la capacidad de Miller para restituir la dimensión arquetípica del mito. En realidad, ambos aspectos coexisten. 300 debe leerse como un relato que utiliza los extremos para dar forma a símbolos universales. Esparta es el paradigma de la disciplina y de la idea de comunidad que prevalece sobre el individuo. Los persas, en cambio, aparecen como una horda desbordante y monstruosa, representación del caos, la corrupción y la decadencia oriental. Se trata, pues, de subrayar el contraste entre civilización y barbarie. Como se ha escrito anteriormente, el autor de 300 hace hincapié en el exceso para acercarse a la lógica del mito, no la oculta.

Frank Miller, 300 (1998; Dark Horse Comics) Imagen: ©Dark Horse Comics
Frank Miller, 300 (1998; Dark Horse Comics) Imagen: ©Dark Horse Comics

La autoría de Miller también se reconoce en su capacidad para doblegar el material histórico a las necesidades del cómic. No pretende contar cómo sucedieron los hechos. En su lugar, existe la ambición de revivir el mito. En este sentido, 300 se inscribe en una tradición de obras que van más allá del cómic de entretenimiento: Miller aspira a un lenguaje artístico total. ¿Por qué entonces 300 es un buen cómic? Porque ha sabido hablar, y sigue haciéndolo, más allá de los límites de su forma. El éxito editorial llevó a la adaptación cinematográfica de 2006, que, a pesar de sus propias libertades, mantuvo intacta la estética original. La película de 300 consiguió moldear las planchas de Miller en secuencias casi fieles. Rara vez una película consigue reproducir fielmente la maquetación de un cómic, lo que demuestra lo cinematográfico y grandioso que era en sí mismo el concepto gráfico de Miller. Al mismo tiempo, 300 estimuló debates sobre la relación entre arte e ideología, cómo la representación estética puede transmitir visiones políticas y cómo el mito puede reinterpretarse en clave contemporánea. Podemos amarla y podemos criticarla, pero 300, sigue siendo una obra sobre la que todavía se puede discutir.

En 2018, Dark Horse también publicó Xerxes: The Fall of the House of Darius and the Rise of Alexander, escrita e ilustrada por Miller, una obra que sirve tanto de precuela como de secuela de 300, narrando el ascenso al trono de Jerjes I y la caída del Imperio Persa bajo Darío III, derrotado por Alejandro Magno. Sin duda, una extensión del universo del primer cómic que amplía los límites de la historia sin alterar el carácter épico de la obra original.De esta conexión nació 300 - El amanecer de un imperio, película de 2014 dirigida por Noam Murro. Se trata de una historia paralela a 300 de Snyder (y, por tanto, no es una secuela directa), inspirada en el cómic Jerjes. La película se centra en las batallas de Cabo Artemisio y Salamina: la primera se libró al mismo tiempo que las Termópilas, la segunda aproximadamente un mes después. La película también rastrea los orígenes de Jerjes, revelando su pasado y las razones que le llevaron a declarar la guerra a Grecia.

Un año después del choque de las Termópilas, en 479 a.C., la guerra se trasladó a Platea, donde griegos y persas se enfrentaron en un sangriento choque. La victoria fue para los griegos, pero las tropas persas devastaron la Acrópolis de Atenas(véase aquí el artículo sobre la Colmata persa). Decir, por tanto, que el cómic de Frank Miller es un buen libro es reconocer su fuerza intrínseca como obra de arte secuencial. Es un libro que conecta un concepto gráfico totalmente nuevo con una narración mítica, una estética impactante con una reflexión simbólica. Al fin y al cabo, lo que hace de 300 un buen cómic es su capacidad para hacernos percibir el sentido de lo épico: la idea de que incluso en el sacrificio hay una forma de grandeza. Y es precisamente en esa grandeza donde el cómic de Frank Miller encuentra su fuerza.


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