Recibimos y publicamos una carta abierta de CISDA - Comitato Idonei Storici dell’Arte de la competencia inducida por el Ministerio de Cultura en 2022, que tiene como tema la forma en que se comunica el arte, especialmente en las redes sociales. La carta surge a raíz de una reflexión sobre el artículo de Federico Giannini titulado Por qué es casi imposible encontrar crítica de arte en las redes sociales (puedes leerlo aquí). De hecho, el CISDA también aspira a analizar el estado actual de la cultura, las reformas del ministerio y el progresivo empobrecimiento de la figura del historiador del arte, que poco a poco va desapareciendo de las plantillas del ministerio. Y la mala comunicación contribuye a este empobrecimiento. Tras la fotografía, la carta del CISDA.
La Historia del Arte es una de las disciplinas fundadoras del pensamiento moderno. Ha desempeñado un papel fundamental en el nacimiento de la conciencia cívica y en la protección del patrimonio cultural de nuestro país. En este sentido, el propio Ministerio de Patrimonio Cultural, creado en 1975, es el resultado del compromiso de muchos Historiadores del Arte. Ya en 1863, Giovanni Battista Cavalcaselle, dirigiéndose al entonces Ministro Matteucci, denunció la urgencia que revestía en la Italia posterior a la unificación la conservación de “los monumentos antiguos y las bellas artes”, mientras que Adolfo Venturi, unas décadas más tarde, contribuyó a la definición universitaria de la disciplina. Palma Bucarelli, primera mujer directora de un museo público italiano -la Galleria Nazionale di Arte Moderna e Contemporanea de Roma-, desempeñó un papel clave en la promoción del Arte Contemporáneo en nuestro país, además de revolucionar el diseño de los espacios museísticos, promoviendo la idea de que el museo no era sólo un lugar de conservación, sino de diálogo y descubrimiento, y contribuyendo así a hacer el Arte más vivo y cercano a la gente. Fernanda Wittgens salvó las obras de Brera, Poldi Pezzoli y el Ospedale Maggiore durante la Segunda Guerra Mundial. También Roberto Longhi, además de su increíble contribución a la disciplina, intervino, por ejemplo, en 1938 en la definición científica del Catálogo, sugiriendo un tipo de ficha que debía contener los datos esenciales y fundamentales de identificación de la obra. En 1938, Cesare Brandi fundó, con Giulio Carlo Argan, el Istituto Centrale per il Restauro -considerado uno de los principales y más prestigiosos centros de excelencia en el campo de la Restauración y Conservación del Patrimonio Cultural en todo el mundo-, sentando las bases filosóficas y prácticas del concepto de Protección y Restauración modernas.
Cabe añadir aquí figuras como Lionello Venturi, Maria Andaloro, Ferdinando Bologna, Raffaello Causa, Antonio Paolucci, Salvatore Settis, Umberto Baldini y muchos otros, que a menudo trabajaron en la esfera ministerial o en estrecho contacto con ella. Su labor sigue demostrando hasta qué punto la Historia del Arte ha sido y debe seguir siendo una disciplina profundamente vinculada a la responsabilidad pública, al sentido de comunidad, capaz de transformar la erudición y el conocimiento de las obras de arte en ciertos elementos de conciencia civil necesarios para alimentar la identidad nacional.
La Historia y la Crítica de Arte son disciplinas que se ocupan de investigar, analizar, interpretar la Obra de Arte y su contexto; su misión última es conformar y dirigir la percepción pública de la importancia cívica de nuestro Patrimonio. Sin embargo, en la última década estamos asistiendo a un progresivo empobrecimiento de este propósito; parece faltar una tensión compartida hacia la asunción de la responsabilidad del pensamiento crítico.
La crisis de estas disciplinas -que, como otras siempre de carácter humanístico, sufren desde hace décadas un menor reconocimiento social y económico- se identifica con la imposición de nuevos medios de comunicación, los social media. El medio, por tanto, ya no es el libro, la revista o la televisión -de hecho, se observa una paulatina desaparición de programas científicos dedicados a la Historia del Arte en la televisión generalista-. El actor ya no es el Historiador del Arte sino el Creador de Contenidos, favoreciendo una nueva comunicación conformada por tweets, reels y memes, caracterizada por contenidos cortos, rápidos e impactantes, que favorecen una espectacularización de la cultura. Una nueva forma de comunicar el Arte, a menudo sin ningún rigor científico, que favorece una experiencia cultural orientada al entretenimiento, a lo vendible, a lo “Instagrammable”, donde la Obra de Arte se ve así privada de sus valores, de su aura, convirtiéndose en un bien de consumo.
Esta es la cuestión: el Historiador del Arte es un narrador experto en la materia, que nos aclara cómo funciona la Obra de Arte, qué distingue lo original de lo banal, situándola en su contexto de nacimiento, rastreando la fortuna que la ha hecho llegar hasta nosotros a través de los siglos. Es un profesional que, a pesar de ser considerado un “mero teórico” de la disciplina, tiene una misión clara y decisiva: estudiar y transmitir las características del Patrimonio Cultural, para que la conciencia cívica se convierta en comunitaria. Por tanto, no es el avance tecnológico lo que se cuestiona, sino el contenido, la finalidad de la comunicación; de hecho, hay excelentes historiadores del arte e instituciones culturales que hacen un excelente uso de los medios sociales y las nuevas tecnologías.
Nos preguntamos si todavía hay sitio para el historiador del arte y el crítico de arte. Como respuesta, estamos convencidos de que SÍ. Pensemos, por ejemplo, en la exposición de Caravaggio en las Gallerie Nazionali di Arte Antica - Palazzo Barberini de Roma, que atrajo a 240.000 visitantes de pago veinte días después de su apertura al público. El éxito de público del pintor lombardo depende, sí, de su inmediatez comunicativa, pero nos gusta recordar cómo, al menos hasta los años cincuenta -concretamente hasta la primera e icónica exposición comisariada por Roberto Longhi en 1951 en el Palazzo Reale-, fue considerado un pintor marginal, rebelde, provinciano. La investigación histórico-artística a partir de Longhi, pasando por Ferdinando Bologna, Claudio Strinati, Rossella Vodret, Mina Gregori, Francesca Cappelletti, Maria Cristina Terzaghi y Thomas Clement Salomon, por citar sólo algunos, ha sido fundamental en la construcción de la imagen que hoy tenemos del pintor. Sin esta incansable labor de recuperación, interpretación y difusión, el público no habría tenido las herramientas necesarias para comprender el alcance innovador del artista. Se ama lo que se conoce, ésta es también una de las tareas del Historiador del Arte: conducir al espectador a través de una experiencia cultural más consciente, sólo posible gracias a los estudios realizados.
Caravaggio es el paradigma de un proceso virtuoso que debe activarse en nuestro país. Si se ama lo que se conoce, el Ministerio de Cultura tiene el deber de volver a poner en el centro el conocimiento, el estudio y la comprensión de nuestro Patrimonio Cultural. De hecho, el reconocimiento y estudio del Patrimonio Cultural es el fundamento de nuestro Código del Patrimonio Cultural y del Paisaje, con el fin de Proteger, Valorizar y Disfrutar de nuestro Patrimonio.
Por ello, el CISDA - Comitato Idonei Storici dell’Arte del concurso público convocado por el Ministerio de Cultura para la contratación de un contingente total de 518 funcionarios no ejecutivos, insta al MIC a devolver la Historia del Arte al centro. Invirtiendo en la excelencia de la función pública, introduciendo esas competencias científicas en la conducción de la reforma del MIC -ahora en curso-, enriqueciendo su departamento con 251 unidades adicionales y agotando la lista de aprobados. Todo ello; mediante una revisión del plan orgánico de los Historiadores del Arte vigente en el Ministerio, y la eventual redistribución de los puestos que han quedado nuevamente disponibles tras las numerosas renuncias -más de 100 puestos de los funcionarios de los distintos perfiles convocados, contratados en los últimos meses dentro del mismo procedimiento de concurso-.
Una revolución cultural -la esperada por nosotros, idóneos Historiadores del Arte- que, con su clarividencia programática, no sólo garantizaría la preservación del Patrimonio Cultural de nuestro país, sino que apoyaría la introducción de nuevos significados, el redescubrimiento de lugares y obras hoy olvidados. Sabemos que estamos en la línea del Gobierno actual, que planeaba proyectar Italia hacia un nuevo Renacimiento.
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