¿Eran artistas los neandertales? Nuevos análisis sugieren usos simbólicos del color


Un estudio reciente explora el papel del ocre en las prácticas culturales de los neandertales de Crimea. Los análisis mineralógicos, tecnológicos y contextuales revelan una compleja manipulación del material, lo que sugiere un uso intencionado y tal vez simbólico del color más allá de la mera utilidad.

En las dos últimas décadas,el ocre se ha convertido en un marcador arqueológico clave para comprender los orígenes de la cultura simbólica en las sociedades humanas. La percepción del color, que influye en las lenguas, los rituales y las identidades colectivas, es un rasgo universal de la experiencia cultural. Pero el momento en que los colores adquirieron un valor simbólico, más allá de la mera función material, sigue siendo objeto de investigación. El uso deliberado de materiales colorantes como el ocre, recogidos, procesados y empleados con técnicas específicas, constituye una de las primeras huellas tangibles de esta transición.

Según informa la revista Science en un trabajo de investigación publicado hace tan sólo unos días (el primer firmante es el italiano Francesco D’Errico, de la Universidad de Burdeos), en el contexto arqueológico, el término ocre designa materiales minerales ricos en hierro de tonalidades rojas, amarillas o anaranjadas. Cuando se modifican para producir polvos colorantes o para dejar marcas intencionadas, su uso adquiere un valor interpretativo: se habla entonces de pigmento o de herramienta de marcado. El uso simbólico, en sentido estricto, se reconoce cuando las pruebas contextuales y tecnológicas convergen para indicar una función comunicativa o identitaria.

Una evolución lenta, no una revolución

Contrariamente a lo que se creía hasta hace unas décadas, el uso del ocre no corresponde a un punto de inflexión repentino en la historia de la humanidad, sino a una evolución gradual en la que intervienen varias especies fósiles. Los primeros vestigios de materiales ricos en óxidos de hierro, potencialmente utilizados como pigmentos, datan de hace unos 400.000 años, tanto en África como en Europa. En realidad, la dificultad de distinguir los usos prácticos de los simbólicos hace que estas pruebas sean ambiguas. Algunos estudiosos sostienen que la función simbólica del ocre no puede demostrarse sin pruebas directas; otros señalan que, en las sociedades tradicionales, los aspectos utilitarios y simbólicos son inseparables. Según esta última perspectiva, un uso continuado del ocre a lo largo del tiempo habría asumido inevitablemente también un valor cultural.

Para distinguir entre ambas hipótesis, la investigación arqueológica se ha centrado en la caracterización de los comportamientos asociados a la elaboración de minerales colorantes: desde la preferencia por determinados tonos hasta la búsqueda de materias primas lejanas, desde la cocción de rocas para cambiar su color hasta la producción de signos abstractos u ornamentos personales. Un estudio reciente ha identificado 87 yacimientos africanos, datados hace entre 500.000 y 40.000 años, de los que proceden más de 25.000 fragmentos de ocre. Analizando la distribución cronológica de los hallazgos, los autores distinguen tres fases en el uso del ocre durante el Paleolítico Medio: una fase temprana (hace 500-330 mil años), una fase emergente (330-160 mil) y una fase habitual (160-40 mil). En esta última fase, la presencia sistemática del ocre en contextos arqueológicos se interpreta como indicio de una intensificación de las actividades rituales entre los primeros Homo sapiens.

Tres pigmentos ocres diferentes. Foto: Wikimedia Commons - Marco Almbauer
Tres pigmentos ocres diferentes. Foto: Wikimedia Commons - Marco Almbauer

Pruebas europeas

En Europa, el uso del ocre está atestiguado en numerosos yacimientos prepaleolíticos. Entre los más antiguos figura Terra Amata, cerca de Niza, fechado hace unos 380.000 años, donde se encontraron 77 fragmentos de ocre, algunos con huellas de pulido y calentamiento. Otros hallazgos importantes proceden de Maastricht-Belvedere (Países Bajos), Achenheim (Francia) y Bečov I (República Checa), todos datados entre hace 250 y 200 mil años. Durante el Musteriense, el uso de minerales colorantes se generalizó en todo el continente. Se han identificado fragmentos de ocre y manganeso, modificados por raspado y molienda, en yacimientos como Combe-Grenal, Le Moustier y La Ferrassie en Francia, Cueva de los Aviones y Cueva Antón en España, y la Grotta di Fumane en Italia.

En las etapas finales del Paleolítico Medio, los neandertales asociados al complejo tecno-cultural Châtelperroniense (hace 45-42 mil años) utilizaban grandes cantidades de ocre rojo y óxidos de manganeso. Los análisis de los residuos encontrados en las herramientas de hueso de la Grotte du Renne, en Arcy-sur-Cure, sugieren el uso de compuestos de ocre para curtir y colorear pieles, tal vez destinadas a la confección. En otros contextos, como Cueva Antón y Fumane, el ocre se aplicaba sobre conchas y superficies rocosas, indicio de un posible uso decorativo y simbólico.

Los testimonios más antiguos en Asia proceden del yacimiento achelense de Dashatadem-3, en Armenia, y de Hungsi, en la India, donde fragmentos de hematites parecen haber sido transportados desde fuentes lejanas. En Siberia y China, el ocre aparece en varios contextos del Paleolítico Medio y Superior, con huellas de raspado, molido y tallado intencionado. En Lingjing, en la provincia china de Henan, se identificaron residuos microscópicos de ocre dentro de tallas en un hueso datado hace unos 125.000 años, posiblemente asociado a los denisovianos.

El caso de Crimea

El nuevo estudio se centra en el uso del ocre por los neandertales de Crimea, en particular dentro del complejo micoquiense, una variante regional del musteriense caracterizada por herramientas bifaciales. A pesar de haber recibido poca atención en el pasado, el uso del ocre en esta zona está atestiguado desde hace mucho tiempo. Ya en 1983, Kolosov describió un fragmento de ocre con rastros de raspado procedente del yacimiento de Zaskalnaya VI (ZSKVI). Investigaciones posteriores identificaron hallazgos adicionales en los niveles micoquianos de los yacimientos de Zaskalnaya V (ZSKV) y Prolom II (PRMII), muchos de los cuales muestran signos de procesamiento y reutilización.

En conjunto, las colecciones arqueológicas de Crimea contienen 291 hallazgos de ocre u objetos manchados de ocre, aunque no todos ellos han sido verificados como materiales recogidos y modificados intencionadamente. La concentración de yacimientos en una zona pequeña, en un radio de dos kilómetros, ofrece una oportunidad única para estudiar las formas de obtención y procesamiento del color en relación con los distintos subgrupos culturales del micoquiense.

Óxido de hierro marrón. Foto: Wikimedia Commons - Marco Almbauer
Óxido de hierro. Foto: Wikimedia Commons - Marco Almbauer

Análisis y resultados

En el estudio presentado por Science se analizaron dieciséis muestras de ocre procedentes de cuatro yacimientos: siete de ZSKV, cinco de ZSKVI, dos de PRMII y dos de Mukhovets (MUH) en Ucrania, estas últimas utilizadas para la comparación. Además, se recogieron cuatro muestras naturales de una formación arcillosa del Oligoceno en las proximidades de los yacimientos de Crimea.

Las investigaciones mineralógicas, químicas y morfológicas revelaron una gran variedad de materiales, desde argilitas ferruginosas rojas y amarillas hasta concreciones y calizas ferruginosas, utilizadas en forma de fragmentos, guijarros y lascas modeladas. Las superficies de muchos ejemplares muestran claras huellas de raspado, abrasión y astillado intencionados, indicativos de la producción de polvos colorantes de diferentes granulometrías. Un ejemplo de ello es el espécimen ZSKVI-01, un fragmento de costra ferruginosa que muestra múltiples signos de procesamiento. Las incisiones, orientadas en varias direcciones y de distinta profundidad, sugieren una acción deliberada destinada a extraer el polvo rojo. Las modificaciones y el pulido posteriores atestiguan un uso prolongado y una posible función como herramienta para moler o aplicar pigmento.

Origen e importancia cultural

Los análisis sedimentológicos de los yacimientos en los que se encontraron los fragmentos indican que el ocre no procedía de fuentes naturales de los propios sedimentos. De hecho, los minerales de hierro locales son escasos y dispersos, y carecen de concreciones macroscópicas. Esto implica que los neandertales recogieron y transportaron deliberadamente los materiales colorantes desde otros lugares, tal vez clasificándolos por color y textura.

La combinación de pruebas tecnológicas, contextuales y experimentales sugiere que el ocre de Crimea no sólo se utilizaba con fines prácticos, como curtir pieles o protegerlas de la intemperie, sino también como medio de expresión simbólica. La presencia de herramientas para colorear, el uso repetido de ciertas piezas y las huellas de marcas intencionadas indican que el color también se inscribía, no sólo se aplicaba, asumiendo así una función comunicativa.

Óxido de hierro, pigmento amarillo. Foto: Wikimedia Commons - Marco Almbauer
Óxido de hierro. Foto: Wikimedia Commons - Marco Almbauer

Una ventana a la complejidad neandertal

Los resultados del estudio amplían nuestra comprensión de la sofisticación cognitiva y cultural de los neandertales micoquienses de Crimea y de las culturas neandertales en general. Los análisis estratigráficos y cronológicos de los hallazgos muestran que el uso del ocre se prolongó durante un periodo aproximado de 70.000 años. Las capas que contienen ocre se extienden desde la Capa VI de Zaskalnaya V, atribuida al MIS 5c (hace unos 100.000-90.000 años), hasta la Capa II de Zaskalnaya VI, datada entre 33.000 y 36.000 años calibrados antes del presente.

Las pruebas procedentes de Crimea enriquecen la imagen aún en evolución del comportamiento simbólico neandertal. El uso sistemático del ocre, la selección de materias primas y su manipulación consciente reflejan una dimensión cultural articulada, en la que el color se configura como un lenguaje material.

El estudio se ha basado en el análisis de 16 fragmentos de ocre procedentes de los yacimientos de Zaskalnaya V y VI, seleccionados por su clara identificación como rocas con propiedades colorantes y por la presencia o potencial presencia de modificaciones antropogénicas. La bibliografía arqueológica informa de un total de 291 fragmentos de ocre o piedras enrojecidas de yacimientos paleolíticos de Crimea, pero muchos tienen un estatus incierto y no han sido verificados sistemáticamente. Algunos hallazgos de pequeño tamaño o demasiado finos fueron excluidos por ser incompatibles con un análisis pXRF fiable.

Todos los materiales se documentaron fotográficamente con una cámara Canon G7X equipada con elementos para reducir la distorsión y mejorar la calidad de la imagen. Las observaciones microscópicas se realizaron con un microscopio motorizado Leica Z6 APOA, equipado con una cámara digital DFC420 y los programas LAS Montage y Leica Map DCM 3D. Para cada fragmento se preparó una ficha descriptiva detallada, que incluía información contextual, tecnológica y morfométrica (lugar de procedencia, nivel estratigráfico, tamaño, peso, tipo de materia prima, color, morfología y huellas de modificación).

Los resultados divulgados por Science, aún más valiosos por las dificultades de acceso a los yacimientos debido a la actual situación política de la región, abren nuevas perspectivas sobre la capacidad de los neandertales para atribuir significado al mundo que les rodeaba. El ocre, a partir de un simple mineral, emerge como testigo mudo de un pensamiento simbólico compartido, anticipando las prácticas expresivas que definirían a la humanidad moderna.

¿Eran artistas los neandertales? Nuevos análisis sugieren usos simbólicos del color
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