En las laderas del Ermitage, la colina que domina la ciudad de Alès, en el departamento de Gard (Francia), ha aparecido un suelo de mosaico muy bien conservado. El descubrimiento se produjo durante una campaña de excavación arqueológica llevada a cabo porel Inrap (Institut national de recherches archéologiques préventives), bajo prescripción del Drac Occitanie, entre febrero y junio de 2025. La zona investigada, una parcela de 3.750 metros cuadrados, arrojó una serie de testimonios que documentan una ocupación continua y densa entre los siglos II y VI d.C.
Los arqueólogos han identificado al menos cuatro viviendas antiguas, parcialmente excavadas directamente en la roca, que se caracterizan por un buen grado de conservación. Los edificios muestran una considerable pericia técnica por parte de los constructores, especialmente en lo que respecta a la ingeniería de construcción y la gestión del agua. Las paredes interiores de las estructuras están recubiertas de una capa de arcilla, utilizada para contener las infiltraciones procedentes de las formaciones calcáreas circundantes, especialmente activas durante las lluvias. En algunos lugares aún se aprecian restos de pintura mural, aunque muy desvaídos y difíciles de interpretar. El sistema de aislamiento se completaba con conductos subterráneos de tejas, a veces sostenidos por capas de bloques de piedra con función drenante. El suelo sobre el que se asentaban estas viviendas estaba formado por una capa de brasero, una mezcla de fragmentos vegetales y polvo de piedra caliza, que servía de base para suelos de losas de piedra caliza o cemento de cal. A poca distancia, ha aparecido una construcción mucho mayor: un edificio de unos 750 metros cuadrados, probablemente una residencia, que ha sufrido al menos dos fases de renovación a lo largo del tiempo.
La estructura más grande presenta un trazado original de tierra apisonada, delimitado por muros construidos con piedras ligadas con tierra. Posteriormente, los suelos se sustituyeron por superficies de hormigón, algunas de ellas decoradas con mosaicos, lo que marca una clara evolución arquitectónica y funcional del edificio. En el lado oriental de la estructura se identificó un sistema original de drenaje de aguas pluviales, consistente en una hilera de ánforas con los extremos cortados e insertados uno dentro de otro, probablemente destinadas a canalizar el agua del tejado. El descubrimiento más relevante se refiere a una sala representativa pavimentada con un mosaico policromo, situada en el interior del edificio. El espacio, de 4,50 por 3,80 metros, presenta una decoración central compuesta por entrelazados geométricos realizados con teselas blancas y negras, algunas de las cuales están pintadas con un tono rojo que tiende al violeta. Algunos motivos están resaltados por tonos rojos más intensos, lo que sugiere el uso de un pigmento caro. Se están realizando análisis para comprobar la posible presencia de rojo cinabrio, un pigmento mineral brillante derivado del sulfuro de mercurio. Otra anomalía cromática se refiere a la presencia de baldosas pintadas de amarillo.
La organización del suelo deja lugar a diversas interpretaciones en cuanto a la función de la sala. Alrededor del motivo central, dos bandas blancas sin decoración plantean interrogantes: podrían indicar alcobas o zonas preparadas para la instalación de bancos o mobiliario especial. Además, uno de los lados del mosaico está decorado con una hilera de cruces blancas sobre fondo negro, enmarcadas por azulejos blancos: según los arqueólogos, el diseño podría corresponder a la posición de una puerta o una abertura que conducía a otra estancia. Las investigaciones en curso pretenden aclarar aún más la disposición del edificio y su uso. La principal hipótesis es que se trataba de una domus, es decir, una residencia urbana romana perteneciente a una familia adinerada, con estancias separadas para la representación y la vida privada.
Al sur de la zona cubierta por las excavaciones, se identificó una zona de enterramientos que puede datarse en la Antigüedad Tardía, entre mediados del siglo V y finales del VI d.C.. Se identificaron diez enterramientos, todos orientados con la cabeza hacia el oeste, según un uso recurrente en el contexto cristiano. Los primeros indicios sugieren que los cuerpos fueron depositados en cajas de madera o en estructuras hechas con tablones. Algunas tumbas presentan un revestimiento lítico, mientras que en la mayoría de los casos no hay ajuar funerario. Otros dos enterramientos, hallados más al noroeste, parecen corresponder al mismo periodo, aunque en un contexto aislado. Una vez más, el análisis por radiocarbono proporcionará una cronología más precisa. El paisaje de la Ermita siguió evolucionando durante los siglos siguientes. Entre los siglos XVI y XVIII, la zona se organizó en terrazas agrícolas, las llamadas “faisse”, mientras que en el siglo XIX sufrió nuevas transformaciones estructurales. Las fases más recientes, sin embargo, no han comprometido la conservación de las estructuras antiguas, que ahora presentan una buena oportunidad para aprender más sobre la vida cotidiana y la arquitectura en un contexto romano periférico.
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Un mosaico romano intacto resurge en Alès, Francia: el descubrimiento durante una excavación |
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