El plátano de Cattelan vuelve a 1,50 euros: la crisis contemporánea


America, el retrete de oro de Maurizio Cattelan, se vendió en subasta a un precio que podemos considerar decepcionante: 12 millones de dólares, básicamente sólo el coste del metal y los honorarios de la subasta. ¿Está a punto de estallar la burbuja del arte contemporáneo? La opinión de Luca Rossi.

En la noche de las subastas de Sotheby’s, el resultado más sorprendente no fue el cuadro de Klimt, que se vendió por 236 millones de dólares, sino el retrete posmoderno de Maurizio Cattelan , por sólo 12 millones, con una base de subasta de 10 millones. Esto significa que el retrete de oro sólo sumó el coste del metal y los honorarios de la subasta. Esto significa que, en este momento, el precio percibido de Maurizio Cattelan es el coste de realización de la obra y nada más. Ha desaparecido cualquier margen. En teoría, hoy su plátano vuelve a costar sólo el precio del plátano, es decir, 1,50 euros.

El retrete dorado, que deriva de la elaboración posmoderna del famoso urinario de Marcel Duchamp, y se titula América, nos ofrece una reflexión amarga e irónica sobre nuestro presente. Paradójicamente más cierta e interesante hoy que en 2016, cuando se presentó la obra por primera vez. Pensamos en el ’trumpismo dorado’ que se cuela por todas partes del mundo, entre jerarcas rusos, resorts dorados en Gaza, funcionarios ucranianos corruptos y acuerdos millonarios con Arabia Saudí. Pero, ¿cómo acabará todo esto? El retrete dorado así lo sugiere. Con el habitual cinismo irónico y amargo del fresco Maurizio Cattelan, de 65 años. Pero esta vez algo no ha funcionado. Extraño, porque normalmente Cattelan prepara la provocación pero también la red de seguridad: proponer algo a la venta y que salga mal para Cattelan no está permitido. Quizá una cosa sea encontrar a alguien que pueda comprar el plátano por 120.000 euros o 6 millones de criptodivisas (al fin y al cabo el coste de un anuncio global), y otra encontrar a alguien que pueda superar los 17 millones de dólares por un retrete dorado (esta fue la cifra alcanzada en subasta por la obra Him de Maurizio Cattelan en 2016). Si combinamos este percance del infalible Cattelan con rumores de crisis internacional en el mercado del arte contemporáneo, nos damos cuenta de que quizá algo esté cambiando.

Maurizio Cattelan, América (2016; oro)
Maurizio Cattelan, América (2016; oro)

La burbuja especulativa del mercado contemporáneo quizá esté estallando, o quizá ya haya estallado y nadie tenga el valor de decirlo. Porque lo peor después de la crisis del mercado del arte es declararla como algo que está llamado a empeorar los ánimos y las tendencias del mercado. Como cuando preguntan a los galeristas después de la feria cómo les ha ido: pregunta estúpida, porque en el fondo está prohibido quejarse como preludio inevitable de un empeoramiento de la situación. Por otro lado, si recorremos exposiciones, ferias, bienales y cuatrienales, siempre parece que estamos exactamente en la misma feria que se repite desde hace años y años. Obras todas iguales, homologadas y repetitivas. Con jóvenes artistas entrecerrando los ojos entre un cuadro tranquilizador y previsible y la reelaboración del mercadillo vintage de debajo de casa. Pero, ¿saben que una obra contemporánea, para pedir tanto dinero a cambio, debe testimoniar formas valiosas de ver y tratar el presente? Proponer una cabeza babilónica o un cuadro que imite la vanguardia transvanguardista puede no funcionar. Pero sin duda puede alimentar un mercado con precios inflados que a lo largo de los años ha eliminado cualquier interés y pasión reales por el coleccionismo, más allá de comprar algo en la galería de moda para sentirse, no sólo rico, sino culto y sofisticado.

En los últimos veinte años, el arte contemporáneo ha sido comprado por nombres de galerías y marcas, sin ninguna atención a la calidad, convencidos de que cualquier cosa que lancemos en un stand de Art Basel asume valor y, por tanto, precio. Entonces, ¿por qué esforzarse en investigar y seleccionar la calidad? Vender a precios inflados (hace poco escribimos sobre ello en este artículo de Artissima 2025) no es una buena noticia a largo plazo porque contamina el mercado hasta que un día (y quizá estemos cerca) estalle la burbuja especulativa y sea muy difícil recuperar la confianza y la pasión de los coleccionistas.


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