Luisa Laureati, histórica galerista, intelectual y figura central de la escena artística romana de la segunda mitad del siglo XX, falleció en la noche del 3 al 4 de agosto a la edad de 86 años, en su domicilio del barrio del Ghetto de Roma. La noticia fue confirmada a Adnkronos por su familia. Con su fallecimiento se cierra un capítulo de la cultura artística italiana, ligado a la fundación de la Galleria dell’Oca y a su papel en hacer de Roma una encrucijada fundamental para el arte de vanguardia, la literatura y el pensamiento crítico.
Nacida en 1939 en Dire Daua, Etiopía (adonde había sido trasladado su padre, Lando Laureati, comisario de policía y apasionado frecuentador de los círculos culturales), Luisa Laureati, que regresó a Italia de niña, creció en un contexto familiar que la puso en contacto con el mundo del arte desde el principio. De hecho, su padre había sido amigo y condiscípulo de figuras como Nino Franchina, Renato Guttuso y Pietro Zampetti. Una vez instalado en Roma, frecuentó los talleres de artistas como Corrado Cagli y Alberto Burri, en compañía de su hija Luisa, que, aún muy joven, se introdujo en los círculos artísticos de la capital. De niña, frecuentaba el estudio de Cagli y estaba cerca de personalidades como Stravinsky, Visconti, Afro, Matta y Emilio Villa. Ya a los once años quedó profundamente impresionada por la exposición de Giuseppe Capogrossi en la galería Il Secolo, una experiencia que dejó una huella indeleble. Esta temprana exposición al arte fue el preludio de un viaje personal y profesional que la llevaría, con el paso de los años, a convertirse en uno de los puntos de referencia más importantes del sistema artístico romano.
Tras trabajar entre 1959 y 1960 en la octava edición de la Quadriennale de Roma, Luisa fue presentada por Maria Laura Drudi Gambillo a Bruno Sargentini, quien la contrató como secretaria en la galería L’Attico. En ese contexto, entre 1960 y 1962, pudo asistir a importantes exposiciones y forjar relaciones duraderas con artistas de la talla de Victor Brauner y Leoncillo. Brauner, en particular, le regaló una obra con dedicatoria personal antes de marcharse de Roma. Al mismo tiempo, Luisa conoció a Franco Angeli, artista con el que convivió entre 1960 y 1963 y con el que mantuvo una estrecha relación hasta finales de los años ochenta. En aquellos años, Roma vivía una intensa vitalidad cultural. Luisa y Angeli vivían en Passeggiata di Ripetta, donde eran vecinos de Mario Schifano y del matrimonio Ileana y Michael Sonnabend. Era un microcosmos efervescente en el que se mezclaban constantemente el arte, la vida cotidiana y el compromiso político.
Entre 1962 y 1964 trabajó para Knoll International, una empresa estadounidense de diseño de interiores, una experiencia que resultaría decisiva para el nacimiento de la librería Oca. Con su amiga Lilia Meluzzi Leoni, e inspirándose en un modelo neoyorquino de librería-cafetería, Luisa fundó en 1964 un nuevo espacio cultural en Via dell’Oca 41, en una antigua peluquería canina. Con la ayuda del arquitecto Gianni Folchitto, transformó el espacio en una librería especializada en diseño, arte y arquitectura, con un rincón de helados y una cafetería.
El éxito no tardó en llegar, gracias también a su estratégica ubicación, a dos pasos de la Piazza del Popolo. La librería se convirtió en punto de encuentro de algunos de los intelectuales más destacados de la época: Alberto Moravia, Elsa Morante, Ennio Flaiano, Pier Paolo Pasolini, Elio Petri, Goffredo Parise, Giuseppe Ungaretti, Fortebraccio. Su vocación se amplió rápidamente, yendo más allá de los libros y convirtiéndose en un verdadero centro de agregación cultural. En 1965, el encuentro fortuito con Rosellina Archinto, editora milanesa de prestigio internacional, dio un nuevo impulso a la librería. Juntos organizaron actos y presentaciones, como la famosa del libro ilustrado Piccolo blu e piccolo giallo, de Leo Lionni, acompañada de helados azules y amarillos. En 1967, la librería se convirtió en la Galleria dell’Oca, un lugar de exposiciones vanguardistas que dejaría una huella duradera en la escena artística romana.
La galería acogió exposiciones dedicadas a artistas como Jannis Kounellis, Carol Rama, Sebastian Matta, Giulio Paolini, Gastone Novelli y Eliseo Mattiacci, y fue sede de exposiciones históricas con obras de Giorgio Morandi, Renato Guttuso y Filippo De Pisis. La Galleria dell’Oca no era sólo un espacio expositivo, sino un taller permanente de reflexión estética e intelectual, animado por una intensa vida cultural.
A principios de los años setenta, Luisa compartió la dirección de la galería con colaboradores como Mara Masciarelli y, durante un breve periodo, Rosanna Silva. La galería fue también escenario de experimentación, con la introducción de objetos de arte y diseño, telas vintage transformadas en ropa y creaciones artísticas híbridas. La contaminación entre artes visuales, moda y cultura material fue uno de los rasgos estilísticos de aquellos años.
En 1973 se casó con el historiador del arte Giuliano Briganti, con quien formó una de las parejas más influyentes de la cultura artística italiana. Juntos combinaron investigación, pasión y divulgación, contribuyendo a definir una idea de cultura capaz de combinar tradición y experimentación. Sus respectivas actividades -Briganti con estudios sobre arte antiguo y moderno, Laureati con la promoción de las vanguardias- formaron un raro equilibrio entre rigor e intuición.
La Galleria dell’Oca continuó sus actividades hasta 1997, año en que cerró sus puertas. Pero su legado cultural ha permanecido, como testimonio de una temporada irrepetible en la que Roma fue el centro de una efervescencia artística internacional. En aquellos espacios se tejieron historias, ideas y poéticas que aún hoy marcan la memoria cultural de la ciudad.
Luisa Laureati supo atravesar las transformaciones del mundo del arte con una mirada curiosa, crítica y nunca retórica. Su enfoque nunca fue puramente comercial o celebratorio: buscaba el diálogo, la investigación y la tensión creativa. Sus elecciones expositivas reflejaban una profunda sensibilidad por las dinámicas artísticas contemporáneas y una extraordinaria capacidad para reconocer el talento emergente. Su fallecimiento representa la pérdida de una testigo y protagonista de una época en la que el arte y la cultura vivían en la vida cotidiana de los lugares, antes de convertirse en productos de consumo o fenómenos de masas. Con Luisa Laureati se cierra, por tanto, una importante página de la historia cultural italiana.
![]() |
Adiós a Luisa Laureati, galerista y alma de la escena artística romana de la segunda mitad del siglo XX |
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.