by Sofia Busacca , published on 16/12/2018
Categories: Reseñas de exposiciones
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Reseña de la exposición 'Willy Ronis. Fotografías 1934-1998' en Venecia, Casa dei Tre Oci, del 6 de septiembre de 2018 al 6 de enero de 2019.
Pelo ligeramente despeinado y mirada atenta bajo unas gafas, pose relajada apoyada en una pared, cables y algunas bombillas a sus pies. Así aparece un joven Willy Ronis (París, 1910 - 2009) en un autorretrato flash de 1951. Fotógrafo muy longevo (vivió hasta los 99 años), Ronis pasó toda su vida fotografiando, buscando el lugar más adecuado para colocarse (incluso a costa de subirse al cuadro de una bicicleta para filmar un evento) y esperando siempre el momento adecuado para ese clic mágico que capta el instante. Hoy y hasta el 6 de enero de 2019, la mayor retrospectiva italiana dedicada a él se exhibe en la Casa dei Tre Oci de Venecia, gracias a dos socios de excepción, el Jeu de Paume de París y el Ministerio de Cultura francés. La exposición, comisariada por Matthieu Rivallin, recorre toda la carrera de Ronis a través de 120 grabados en sales de plata procedentes de la Mediateca de Arquitectura y Patrimonio.
Francés de origen judío, Willy Ronis fue animado por su amigo Robert Capa (Budapest, 1913 - Thai Binh, 1954) a dedicarse a la fotografía y convertirse en fotorreportero del Frente Popular francés. En 1941, las leyes antisemitas le obligaron a huir de París pero, tras la Liberación, retomó sus cámaras y se dedicó a la carrera de reportero. Cercano al Partido Comunista, sostuvo que en fotografía no existe el género menor y se convirtió en un maestro de la fotografía industrial, dedicando muchas de sus instantáneas a los trabajadores, sus entornos laborales, las protestas y las huelgas. Su fotografía puede calificarse de politizada; nunca vemos en sus imágenes a ejecutivos o “peces gordos” de la industria, sino siempre y sólo a los trabajadores, a los más débiles filmados con gran verdad. Cuando visita los talleres busca “momentos inesperados, muy interesantes e imposibles de reconstruir a posteriori”, momentos robados al trabajo en los que muestra con autenticidad el oficio y a sus sencillos y verdaderos protagonistas.
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Willy Ronis, Autorretrato con flash, París, 1951. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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Willy Ronis, Fábrica Lorraine-Escaut, Sedan, Francia, 1959. Ministerio de Cultura. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donation Willy Ronis
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Willy Ronis, Ocupación de la fábrica Citroen Javel, 1938. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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Willy Ronis, Niños de Belleville, París, 1959. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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Willy Ronis, El pequeño parisino, 1952. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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Willy Ronis, Los amantes de la Bastilla, París, 1957. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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Willy Ronis, Fondamenta Nuove, Venecia, 1959. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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Willy Ronis, Fondamenta Nuove, Venecia, 1959. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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Willy Ronis, Desnudo provenzal, 1949. Ministère de la Culture - Médiathèque de l’architecture et du patrimoine Dist RMN-GP © Donación Willy Ronis
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París, la capital francesa, es el coto de caza favorito de Ronis. Ciudad que él califica de “atemporal”, París siempre reserva sorpresas a quienes saben esperar el momento oportuno, el instante exacto para hacer la foto. Esta era la filosofía de Ronis, capaz de esperar incluso horas a que ocurra algo para que la composición sea perfecta. Durante sus paseos capta escenas pintorescas de bailes, niños, gente enamorada, niños felices en la feria, transeúntes atareados. Podría decirse que es un fotógrafo humanista, como Doisneau y muchos otros a los que les encantaba mostrar a las personas, las situaciones y las actitudes más diversas. Miraba el mundo de una manera especial y sabía cómo contar y mostrar la poesía en fragmentos de la vida cotidiana. Le encantaba fotografiar las calles de las ciudades, sobre todo de noche o después de llover, por los reflejos, y de París prefería el barrio de Belleville, lleno de escaleras, aún poco fotografiado en aquella época. Una de las fotografías que se exhiben en la exposición es una tomada en 1948 en el barrio de Menilmontant, que muestra a un vidriero subiendo por la calle Laurence-Savart: Ronis dispara la escena desde un punto de vista elevado e incluye voluntariamente el reflejo del charco en la acera y del riachuelo, que equilibran el cielo y el cristal que lleva el protagonista. También está presente en la retrospectiva la fotografía más conocida de Ronis, tomada igualmente en París, la de Los amantes de la Bastilla (1957). Los dos destacan sobre el paisaje parisino, despejado tras la lluvia y aún con algunas nubes en el horizonte. Retratados en una actitud dulce y encantadora, no están en el centro de la composición, sino completamente a un lado e incluso ligeramente recortados; a pesar de ello, son los protagonistas indiscutibles, aquellos para los que el tiempo se ha detenido. Gracias a esta fotografía se han convertido en eternos.
Willy Ronis es un fotógrafo insaciable, siempre con la cámara en la mano, curioso por todo lo que le rodea. Hace muchos viajes, buenas oportunidades para hacer fotografías sin las ataduras de un encargo, y viaja a Nueva York, los Países Bajos, Berlín Este, Rusia y muchos otros lugares. También viaja a Italia y Venecia, donde, entre otras cosas, gana la medalla de oro en la Bienal Internacional de Fotografía de 1957. Volvió a Venecia dos años después, en 1959. Ciudad que tiene un tiempo diferente al de todos los demás lugares, ciudad llena de canales, agua y juegos de luz, Venecia representa un terreno fértil para Ronis y, de hecho, aquí recorre los barrios populares realizando diversas fotografías, algunas de las cuales se exponen en esta retrospectiva. Fotografías suspendidas, podríamos llamarlas, del mismo modo que la niña retratada en una toma mientras pasea por un embarcadero parece suspendida. Fotografías de espera, en las que Ronis espera y vuelve a esperar para encontrar el momento perfecto en el que todo esté en su sitio, en el que haya un movimiento, un contrapeso que equilibre la escena y dé sentido a todo. Un día, mientras paseaba, Ronis ve a dos jóvenes madres charlando, sentadas en los escalones de un puente. Más tarde comenta así esa escena: “No tenía nada que me motivara especialmente para conservar el recuerdo de ese momento. Pero despertaron mi atención unas voces masculinas que venían de la izquierda. Subí rápidamente un escalón para encontrar el lugar perfecto y disparé en el momento exacto que había elegido idealmente. Fue otra fotografía arriesgada, porque mis descargadores caminaban deprisa y habría sido imposible disparar dos veces. Por lo visto, este tipo de estrés se adapta a mi temperamento”.
Aunque trabajara por encargo, siempre hacía alguna toma no solicitada que luego solía gustarle y entusiasmarle. Amaba la fotografía tanto como a su familia; siempre llevaba su cámara consigo y a menudo elegía como protagonistas a su mujer Marie-Anne (retratada, por ejemplo, en el famoso “Desnudo provenzal”, que también se muestra en esta exposición) y a su hijo Vincent. Y tenía una personalidad tan fuerte que dejó de trabajar para la revista Life cuando ésta cambió y reescribió los pies de foto de sus retratos. Willy Ronis amaba la vida, pero aún más amaba a las personas, él, al que llamaban “el poeta de la geometría guiada por el corazón”. Estrictamente en blanco y negro, sus fotografías son momentos de la vida que permanecen eternos e impresos en la mente.
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