Una obra maestra de Pedro Berruguete, uno de los más grandes pintores renacentistas españoles, ha vuelto a la vida gracias a una cuidadosa restauración. Se trata de laAnunciación, obra que actualmente se conserva en el Museo de Bellas Artes de Bilbao (País Vasco, España), donde ha estado depositada durante cinco años procedente de la colección particular Arburua. La operación, financiada por Iberdrola, líder eléctrico español, se enmarca en el plan de acción anual de la compañía, cuyo objetivo primordial es garantizar la integridad material de las obras de arte para su adecuada conservación y exhibición. También pretende difundir públicamente los resultados de esta labor fundamental del museo.
LaAnunciación de Pedro Berruguete, obra fechada en torno a 1485-1490, siempre ha estado custodiada por particulares, por lo que era una obra poco conocida. La restauración corrió a cargo de Elisa Mora Sánchez, restauradora del Museo del Prado hasta 2021, que se ocupó del tratamiento de los elementos pictóricos de la obra, y Mayte Camino Martín, restauradora de marcos del Prado, que se ocupó del tratamiento de los fondos dorados. El estudio de la obra corrió a cargo de Pilar Silva Maroto, historiadora especializada en pintura hispanoflamenca y del primer Renacimiento y conservadora del Museo del Prado hasta 2017, que examinó la obra desde una perspectiva histórica y estilística en el contexto de otras pinturas del artista que representaban la misma iconografía. El resultado de este análisis ya ha sido publicado en medios académicos. El proyecto ha sido coordinado por José Luis Merino Gorospe, conservador de arte antiguo del Museo de Bellas Artes de Bilbao.
De origen desconocido, laAnunciación de Berruguete está documentada por una única fotografía fechada en 1916, lo que sugiere que fue restaurada a lo largo de su historia antes de pasar, probablemente en la década de 1950, a la colección actual. Por su estilo, característico del regreso de Berruguete de su estancia en Italia y similar al de otras tablas del pintor, esta Anunciación formó parte de un retablo con escenas de la vida de la Virgen pintado hacia 1485-1490, posiblemente para una iglesia de Palencia.
La obra sigue una iconografía tradicional: la escena se desarrolla en un suntuoso interior, cuya profundidad se construye empíricamente a través de las líneas de fuga de la arquitectura y, sobre todo, de las baldosas del suelo, que ocupan la mitad inferior de la estancia. El elemento más importante es un rico tapiz dorado colgado en la pared del fondo, que acentúa la solemnidad del momento. La Virgen María, vestida con una túnica roja y un manto azul, interrumpe la lectura de los textos sagrados para recibir el mensaje del arcángel Gabriel. Suspendido en el aire, el arcángel lleva en su mano izquierda un cetro con la filacteria del saludo a María y le anuncia que será la madre de Jesús. La paloma del Espíritu Santo vuela por encima de ellos.
En la composición, la luz procede principalmente de la derecha y crea las sombras proyectadas por el atril de madera, el jarrón con flores y el ángel suspendido en el aire. A la izquierda, un arco conduce a un pórtico con columnatas que revela un paisaje.
La sobriedad de los elementos narrativos, característica del arte italiano de la época, se compensa aquí con elabundante uso del oro (en los paños del fondo, la aureola, el cojín sobre el que está arrodillada la Virgen y el manto del ángel), típico de la pintura castellana. La rica decoración de la tela recuerda algunas pinturas de Jan van Eyck, a quien Berruguete estudió durante su estancia en Urbino. A la izquierda, la columna del pórtico evoca la arquitectura a la italiana, mientras que el banco de la derecha presenta tracerías típicas del gótico castellano. Todos estos elementos hacen de esta Anunciación un buen ejemplo del arte de Berruguete, un pintor que supo crear su propio estilo a través del conocimiento directo de las principales escuelas de su tiempo.
Realizada entre septiembre de 2024 y marzo de 2025, la conservación y restauración de esta pintura, ejecutada en óleo sobre tabla, tuvo como objetivo restablecer su equilibrio visual, comprometido por diversos factores a lo largo de sus más de cinco siglos de vida. Esta intervención requirió la participación de dos especialistas diferentes, uno para la capa pictórica y otro para los elementos dorados.
Los estudios preliminares, que incluían pruebas de rayos X, infrarrojos y ultravioleta, confirmaron la presencia de grietas en la superficie, levantamiento del color, agujeros que corroían la madera, arañazos y pequeñas depresiones. También se observaron grietas, algunas de ellas probablemente causadas por el calor de las velas. Se apreciaban diversas pérdidas y cambios de color en la capa pictórica, así como barniz oxidado y una gruesa capa de suciedad ambiental que daba a la obra un tono apagado y opaco.
La restauración comenzó por fijar el color en las grietas y zonas que lo requerían, para proceder después a la limpieza de la superficie pintada y a la eliminación del barniz oxidado. Se repararon las lagunas de la capa pintada que, una vez niveladas, sirvieron de base para la reintegración cromática con materiales reversibles, que dieron unidad visual a la obra. Por último, se aplicó un barniz para igualar el brillo y el color.
Las partes doradas de la obra (el manto del ángel, el cojín sobre el que descansa la Virgen, la aureola y el tapiz) siguen las características de los motivos dorados de Berruguete: tonos cálidos, uso de esmaltes rojizos y marrones para dar volumen y trabajo de buril con gubias, troqueles y punzones para crear cenefas y otros adornos, generalmente de origen vegetal.
Al igual que ocurría con la pintura al óleo de figuras, arquitectura y paisajes, el dorado había sufrido alteraciones debidas a diversos acontecimientos: pérdida de materia y adherencia de las capas al soporte con el paso del tiempo, restauraciones antiguas realizadas con un pincel que se había oscurecido con el paso del tiempo, así como restauraciones realizadas con un buril de calidad inferior a los originales. Todo ello producía una confusión visual que impedía comprender el virtuosismo técnico y la equilibrada belleza del dorado de Berruguete.
Los trabajos de conservación y restauración comenzaron con la regeneración de la adherencia de los materiales y la consolidación de las capas del soporte de madera. Posteriormente, se limpió la suciedad acumulada y se alisaron los repintes y retoques de intervenciones anteriores sobre el dorado original, con el fin de comprender la superficie a tratar. A continuación, se rejuntaron y reintegraron con un pincel las pérdidas de material y las decoraciones de buril. Para la reintegración del dorado se utilizó principalmente acuarela dorada. En cuanto a la capa pictórica, se aplicó un barniz protector final.
Además de devolver el esplendor visual al conjunto, la restauración ha permitido recuperar detalles como la aureola de la Virgen o los rayos de la paloma del Espíritu Santo, al tiempo que ha devuelto la profundidad espacial y la elegancia cromática características de uno de los más grandes pintores del Renacimiento español.
Pedro Berruguete (Paredes de Nava, c. 1450 - Madrid?, 1503) pertenecía a una familia noble originaria de la comarca de Las Encartaciones (provincia de Vizcaya, País Vasco), desde donde su abuelo llegó a Paredes de Nava hacia 1430, acompañando al noble Rodrigo Manrique, que acababa de ser nombrado conde de Paredes. Completó su formación inicial en Castilla con un pintor hispanoflamenco. Fueron sin duda sus lazos familiares los que le favorecieron para completar sus estudios en Italia (c. 1472-1473), bien con los Manrique, bien con los Mendoza, pues Diego Hurtado de Mendoza, sobrino del cardenal Mendoza, era entonces obispo de Palencia y ya había estado en Italia en el séquito de su padre, el conde de Tendilla. Tampoco puede descartarse la posible mediación de su tío Pedro González Berruguete, importante miembro de la orden dominica.
Tras llegar a Italia, está documentado en Urbino, donde trabajó para el duque, a quien retrató en el Doble retrato de Federico da Montefeltro con su hijo Guidobaldo (1476-1477 en la Galleria Nazionale delle Marche de Urbino). Durante su estancia en Urbino, Berruguete pudo conciliar el arte flamenco, en el que se había formado, con el italiano, y también acceder al arte clásico. Gracias a ello, aprendió a representar el desnudo y la figura humana en movimiento, dotándola de mayor volumen y monumentalidad.
De regreso a Castilla, Berruguete desarrolló su labor entre 1483, año en que aparece documentado en la Catedral de Toledo, y finales de 1503, año de su muerte. Las obras que realizó en todos esos años diferían de las realizadas en Italia, por lo que tuvo que adaptarse al gusto de sus clientes y a la naturaleza de los encargos, en su mayoría retablos, que tuvo que realizar con mayor rapidez y a menor precio. A esto hay que añadir que lo que sus mecenas apreciaban en sus retablos era la abundancia de oro, que valoraban más que la mano del artista. Pocos ejemplos nos han llegado de obras independientes de esta época en las que Berruguete demostrara la originalidad de su estilo, con un evidente conocimiento del arte flamenco e italiano, así como la influencia que en él ejercía el ambiente castellano de su tiempo. Buena prueba de ello es laAnunciación de la Cartuja de Miraflores de Burgos (1495-1500), financiada por la reina Isabel la Católica.
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España, restaurada la obra maestra del artista renacentista La Anunciación de Pedro Berruguete |
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