Por fin toma forma un diálogo pictórico largamente aplazado: del 12 de junio al 13 de septiembre de 2025, la galería Hauser & Wirth de Zúrich presenta en su espacio de la Bahnhofstrasse la exposición Just There, un encuentro inédito entre Mark Rothko (Dvinsk, 1903 - Nueva York, 1970) y Robert Ryman (Nashville, 1930 - Nueva York, 2019). Comisariada por Dieter Schwarz, la exposición reúne una selección esencial pero intensa de obras de los dos artistas estadounidenses, ofreciendo una oportunidad sin precedentes para explorar las afinidades, divergencias y profundas armonías entre dos maestros de la pintura abstracta del siglo XX.
Es la primera vez que las obras de Rothko y Ryman se exponen en confrontación directa, sin mediaciones temáticas ni interposiciones cronológicas. Sin embargo, su diálogo silencioso parece largamente esperado, porque ambos, a pesar de pertenecer a generaciones diferentes, redefinieron la forma en que el espectador se relaciona con la imagen, la luz y la materia pictórica. Las obras de la exposición abarcan un importante lapso de tiempo: los cuadros de Rothko proceden principalmente de las décadas de 1950 y 1960, los de Ryman van de finales de la década de 1950 a la de 1990. Activos en el contexto de la pintura abstracta americana de posguerra, Rothko y Ryman compartían la condición de outsiders, de figuras solitarias que perseguían una idea de perfección pictórica tan absoluta como difícil de alcanzar. No es casualidad que ambos expusieran a menudo en contextos monográficos, en salas tranquilas y recogidas donde nada distrajera la mirada de la tensión interior de los cuadros. Ryman, en particular, había expresado su deseo de que sus obras se expusieran solas, ya que eran demasiado complejas para coexistir con otros lenguajes visuales. La exposición Just There representa por tanto una ruptura, una valiente elección curatorial, motivada por razones que van más allá de la cronología o la clasificación formal.
Robert Ryman rara vez hablaba de sus contemporáneos, y sin embargo volvía a menudo al nombre de Rothko. Su primer encuentro con la pintura del artista ruso-americano tuvo lugar en los años sesenta, cuando el Museo de Arte Moderno de Nueva York organizó la primera retrospectiva dedicada a Rothko en 1961. El acontecimiento marcó un punto de inflexión para muchos jóvenes pintores de la época, incluido Ryman. Por aquel entonces, estaba dando sus primeros pasos como artista independiente, tras haber decidido recientemente abrir su propio estudio y dedicarse por completo a la pintura. El impacto con los cuadros de Rothko fue decisivo: no tanto por la adhesión estilística como por el descubrimiento de una nueva forma de concebir la pintura como un proceso transparente, donde nada se oculta y todo, desde la materia hasta el pensamiento, se ofrece a la vista.
Con el tiempo, Ryman resumiría esta experiencia en una fórmula que da título a la exposición: “Ahí estaban el color, la forma, la estructura, la superficie y la luz, la desnudez, justo ahí”. La esencia de la fascinación de Rothko queda plasmada en esta frase: la desnudez de la pintura de Rothko, su capacidad para mostrar cada elemento constitutivo sin ocultarlo tras narraciones o símbolos. Aunque muy diferentes en su planteamiento y visión, Rothko y Ryman comparten la misma investigación sobre la luz, entendida no sólo como elemento físico sino como condición de existencia del cuadro. En los cuadros de Rothko, la luz parece surgir del interior, como si los colores palpitaran silenciosamente en el lienzo. En las obras de Ryman, en cambio, la luz es un interlocutor externo, un factor que transforma radicalmente la obra en función del entorno, de la hora del día, de la forma en que se observa. Ambos, de maneras diferentes, rechazan la idea de un cuadro como objeto estático: para ellos, cada visionado es una experiencia única e irrepetible.
La investigación de la superficie pictórica es otro punto de contacto entre ambos. Rothko trabaja mediante veladuras, estratificaciones evanescentes que generan profundidades emocionales y visuales. Ryman, por su parte, explora la pintura como construcción material, aplicando colores, a menudo blancos, en espesores y densidades variables, sobre soportes que van del lienzo al papel, del metal al plexiglás. Ambos utilizan una amplia gama de herramientas, pinceles de diferentes tamaños y materiales poco convencionales, explorando todas las posibilidades expresivas del gesto pictórico. Sus superficies pueden parecer ligeras o rugosas, transparentes o gruesas, brillantes u opacas, pero siempre imbuidas de una presencia física que se impone con discreción.
Ryman encontró en Rothko una confirmación de la idea de que la pintura no debe ocultar su proceso, sino exhibirlo en su concreción. Es precisamente en esta concepción real de la pintura donde los dos artistas se encuentran: ambos buscan una comunicación directa entre la obra y el observador, eliminando las mediaciones conceptuales o narrativas. La pintura se convierte así en el lugar de una experiencia, un tiempo suspendido en el que la complejidad del pensamiento se traduce en una expresión esencial.
![]() |
Dos gigantes se enfrentan: Rothko y Ryman juntos por primera vez en Zúrich |
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.