El invierno en el arte de la Edad Media al Neoclasicismo en el Castillo del Buonconsiglio de Trento


El Castillo Buonconsiglio de Trento celebra el vínculo entre cultura y deporte con motivo de los Juegos Olímpicos de 2026 con una exposición dedicada a la evolución iconográfica del invierno a través de cincuenta obras de arte, desde trineos de desfile hasta obras maestras de la pintura flamenca.

La inminente cita con los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de Invierno de 2026 en Milán y Cortina transforma la región del Trentino en un escenario donde la competición se entrelaza con la reflexión sobre la cultura de montaña. El proyecto expositivo titulado L’Inverno nell’arte. Paisajes, alegorías y vida cotidiana, una exposición comisariada por los conservadores Dario De Cristofaro, Mirco Longhi y Roberto Pancheri , se presenta del 5 de diciembre de 2025 al 15 de marzo de 2026 en el Castello del Buonconsiglio de Trento. La exposición no sólo celebra el acontecimiento deportivo, sino que también investiga sus premisas históricas y sociales, analizando cómo la confrontación con un clima hostil empujó a la humanidad a idear soluciones técnicas y formas de recreación que, a lo largo de los siglos, se han codificado en las modernas disciplinas invernales. A través de un recorrido diacrónico por la Edad Media hasta el umbral del siglo XIX, la exposición pone de relieve una selección de cincuenta obras que van de la pintura a la escultura, pasando por la gráfica, la porcelana y los trineos ceremoniales.

Para comprender el alcance de la exposición, hay que remontarse a las raíces de la cultura europea, donde durante siglos el frío, la nieve y el hielo se han interpretado exclusivamente a través de un prisma negativo y mortífero. En la literatura clásica y medieval, las regiones septentrionales eran descritas como los confines remotos de la vida, territorios donde la inmovilidad invernal paralizaba todo esfuerzo productivo o bélico. Virgilio en las Geórgicas evocaba una escarcha capaz de aprisionar la naturaleza en una suspensión sin vida, mientras que Dante Alighieri situaba el fondo del Infierno en el Cocito, un lago helado entendido como el punto de máxima distancia del calor y la luz de la divinidad. Esta visión antropocéntrica vinculaba indisolublemente el ciclo estacional a las edades del hombre, identificando el invierno con la vejez, fase final de la existencia marcada por la fragilidad y la esterilidad.

Magister Wenceslao, Mes de enero (1391-1407; fresco; Trento, Castello del Buonconsiglio, Torre Aquila)
Magister Wenceslao, Mes de enero (1391-1407; fresco; Trento, Castello del Buonconsiglio, Torre Aquila)
Pieter Brueghel el Joven, Adoración de los Magos en la nieve (1590-1610; óleo sobre lienzo, 38 × 56 cm; Venecia, Fondazione Musei Civici di Venezia, Museo Correr, inv. CL I n 166)
Pieter Brueghel el Joven, Adoración de los Magos en la nieve (1590-1610; óleo sobre lienzo, 38 × 56 cm; Venecia, Fondazione Musei Civici di Venezia, Museo Correr, inv. CL I n.º 166)

El cambio de este paradigma simbólico encuentra uno de sus testimonios más tempranos y gloriosos precisamente en Trento, en los frescos de Torre Aquila atribuidos al Maestro Wenceslao. El Mes de enero destaca como la representación más temprana de un paisaje nevado verosímil en toda la historia del arte europeo. Aquí, el elemento meteorológico ya no es sólo una amenaza, sino que se convierte en el escenario de una interacción lúdica sin precedentes: la famosa pelea de bolas de nieve protagonizada por una brigada de damas y caballeros. Aunque la exactitud documental de la casa solariega del fondo, identificada con el castillo de Stenico, contrasta con el atuendo teatral e inadecuado para las bajas temperaturas de los jugadores, la obra marca un giro fundamental hacia una representación del invierno que incluye el juego y la diversión junto a la lucha por la supervivencia.

La investigación prosigue analizando la evolución de los ciclos calendáricos, instrumentos que en la Edad Media no sólo servían para marcar el tiempo, sino para inscribir el quehacer humano en un orden cósmico garantizado por la voluntad divina. Si los primeros testimonios, como el Cronógrafo de 354, se limitaban a personificaciones esquemáticas, con el tiempo la mirada de los artistas se amplió a actividades materiales como la matanza de cerdos o la recogida de leña. Estas labores, reinterpretadas desde una perspectiva cristiana, ennoblecían el trabajo campesino transformándolo en un instrumento de redención tras la caída de Adán. Maestros como Jacopo Bassano y su laborioso taller llevaron este género a su máxima expresión, insertando en las escenas rurales mensajes religiosos y litúrgicos vinculados a la penitencia y el advenimiento, donde el acarreo de pesados haces de ramas se convertía en un recordatorio simbólico del sacrificio de la cruz.

En el siglo XVI, la pintura flamenca revolucionó aún más la percepción de la estación helada, transformando el paisaje nevado en un tema autónomo y moderno. LaAdoración de los Magos en la nieve de Pieter Bruegel el Joven, cedida especialmente por el Museo Correr de Venecia, muestra a una humanidad tan inmersa en las penurias cotidianas del clima que parece casi distraída por el acontecimiento sagrado. En este contexto, las superficies heladas de los ríos dejan de ser obstáculos para la navegación y se transforman en espacios públicos de sociabilidad donde se practica el patinaje y el trineo. Artistas como Hendrick y Barent Avercamp o Jan Wildens consiguen captar las atmósferas cristalinas y crepusculares de los canales holandeses, ofreciendo una visión coral en la que burgueses, nobles y plebeyos comparten el mismo escenario helado, contribuyendo a definir la identidad visual de una nación en ciernes.

Jan Wildens, Patinadores sobre hielo (enero) (c. 1614; óleo sobre lienzo, 120 × 193 cm; Génova, Musei di Strada Nuova, inv. PB 93)
Jan Wildens, Patinadores sobre hielo (enero) (c. 1614; óleo sobre lienzo, 120 × 193 cm; Génova, Musei di Strada Nuova, inv. PB 93)

El invierno en el arte, sin embargo, es también un escenario de ostentación y prestigio para la aristocracia europea, como documenta la sección dedicada a los trineos de desfile. Estos vehículos, auténticos símbolos de estatus decorados con una extraordinaria destreza técnica, se utilizaban para demostrar el rango de las familias durante desfiles enmascarados o procesiones de gala. Los trineos expuestos, de fabricación holandesa, veneciana o tirolesa, presentan carcasas talladas con formas simbólicas o mitológicas, a menudo doradas y pintadas con escudos nobiliarios. Un ejemplo especialmente encantador es el trineo veneciano, que recuerda las líneas de una góndola, decorado con la figura de un sirviente moro y el característico arco de hierro, probablemente utilizado para las celebraciones de Carnaval. La difusión de estos lujosos medios de transporte se vio favorecida por el clima de la “Pequeña Edad de Hielo”, que entre los siglos XV y XIX facilitó y generalizó el uso de los patines.

La exposición también aborda la dimensión más íntima de la conservación del calor, analizando el papel fundamental de las estufas de olla en las residencias alpinas. Gracias a la labor de restauración llevada a cabo por el primer director del museo, Giuseppe Gerola, el Castello del Buonconsiglio cuenta con una excepcional colección de estos artefactos, capaces de transformar un mueble funcional en una superficie artística recubierta de mayólica decorada. Entre las piezas más valiosas se encuentran las torrecillas del siglo XVIII decoradas con figuras de emperadores a caballo o alegorías de las Virtudes, como la de Sclemo nel Banale, cuyas decoraciones proceden de grabados de Antonio Tempesta. También es significativo el grupo de estufas procedentes de renombrados centros artesanos como Sfruz, en Val di Non, caracterizadas por una decoración más popular que incluye motivos de granadas y arbolillos en flor.

Durante el siglo XVIII, la representación del invierno adquirió tonos más desenfadados y galantes, influida por la cultura rococó francesa. Pintores como Watteau, Lancret y Boucher transformaron el frío en el romanticismo sentimental de una pareja cortejándose en un paseo en trineo o de una dama atándose los patines en un parque nevado. Esta evolución hacia el hedonismo se refleja también en las artes aplicadas, como en las figuritas de porcelana de Meissen que representan a niños participando en peleas de bolas de nieve, imágenes en las que el realismo se combina con un sutil significado alegórico. En Italia, artistas como Marco Ricci y Francesco Fidanza se especializaron en la pintura de paisajes nevados, superando la rigidez de los esquemas barrocos para abrazar una sensibilidad atmosférica capaz de evocar luces fantasmales y silencios apagados.

La escuela lombarda, representada por maestros de la talla de Pietro Bellotti, Antonio Cifrondi y Giacomo Ceruti, ofrece en cambio una visión más cruda y directa de la estación fría, vinculada a la realidad de las clases bajas y a la fragilidad de la condición humana. En estos lienzos, la frontera entre la alegoría tradicional del viejo friolero y el retrato de un pobre plebeyo que busca el calor de un calentador se hace extremadamente delgada. El realismo emocional de estas obras nos permite percibir la dureza de una época en la que el invierno no era sólo una ocasión de recreo, sino un reto diario para la supervivencia, cargando la representación de un profundo aflato existencial que anticipa la sensibilidad moderna.

Pietro Bellotti, Vecchia che si riscalda (1690; óleo sobre lienzo, 65 × 47 cm; Bolonia, Pinacoteca Nazionale, inv. 137)
Pietro Bellotti, Vecchia che si riscalda (1690; óleo sobre lienzo, 65 × 47 cm; Bolonia, Pinacoteca Nazionale, inv. 137)
Fábrica Sfruz, estufa de Simone Savoi (1790; Trento, Castello del Buonconsiglio)
Manifattura di Sfruz, Stufa a muletto di Simone Savoi (1790; Trento, Castello del Buonconsiglio)

La exposición se centra también en figuras excéntricas y cultas como Olao Magno, arzobispo de Upsala exiliado en Italia, que ilustró por primera vez al público mediterráneo las costumbres y tradiciones de las poblaciones del norte a través de su Carta Marina y sus publicaciones. Gracias a sus prensas instaladas en Roma, Magno difundió imágenes de guerreros y cazadores desplazándose con agilidad sobre largas tablas de madera, esquís, o atravesando puertos de montaña con raquetas similares a las modernas. Estas representaciones despertaron la imaginación de artistas como Cesare Vecellio, que incluyó la indumentaria de los pueblos nórdicos en sus repertorios sobre las modas del mundo, describiendo un calzado capaz de atravesar el hielo con increíble velocidad.

El invierno en el arte es, por tanto, una crónica visual de una civilización que supo dialogar con la escarcha, transformándola de límite infranqueable en oportunidad para la creatividad y el ingenio técnico. La exposición, complementada con un rico catálogo científico y un programa de charlas en profundidad con los comisarios, conferencias y talleres para escuelas, se propone como un elemento fundamental de la Olimpiada Cultural. Cada obra, desde el monumental cuadro hasta la delicada taza de porcelana, contribuye a narrar la cálida resistencia de los montañeses que esperan confiados el regreso de la primavera. A través de la mirada de maestros lejanos en el tiempo, el invierno se revela ya no como el final de un ciclo vital, sino como la cándida y necesaria condición previa para cualquier renacimiento futuro.

La exposición permanecerá abierta al público en el Castello del Buonconsiglio hasta el 15 de marzo de 2026, ofreciendo a los visitantes la oportunidad de redescubrir el significado de una estación que ha dado al arte europeo algunos de sus momentos más poéticos y originales. El desafío del hombre con el blanco inmaculado de las cumbres nevadas se convierte así en una historia colectiva de superación y belleza, capaz de unir pasado y presente en el signo de los valores olímpicos universales. En este viaje entre la realidad y la imaginación, el invierno deja de ser un enemigo para convertirse en un recurso cultural de inestimable valor, fiel espejo de la historia y la identidad del territorio alpino.

El invierno en el arte de la Edad Media al Neoclasicismo en el Castillo del Buonconsiglio de Trento
El invierno en el arte de la Edad Media al Neoclasicismo en el Castillo del Buonconsiglio de Trento


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