Vittorio Sgarbi, aún convaleciente tras su larga hospitalización por depresión en el Hospital Gemelli de Roma, interviene sobre el reciente desalojo de Leoncavallo, el histórico centro social milanés ocupado desde 1994 y ahora sin sede. Para el ex concejal de Cultura del Ayuntamiento de Milán, que había visitado sus espacios en 2006 y definido los murales como una especie de “Capilla Sixtina de la contemporaneidad”, el cierre era inevitable, aunque el uso de la fuerza por parte de las autoridades no fuera, en su opinión, la decisión correcta.
Sgarbi, entrevistado por Sara Scarafia en Repubblica, argumentó que el Leoncavallo, a pesar de haber desempeñado un papel importante en la vida cultural y política de la ciudad a finales del siglo XX, ha perdido su relevancia en la actualidad. Ese espacio“, dijo, ”representa una temporada que ya no tiene actualidad en la vida cultural y social milanesa“. Las razones por las que Leoncavallo tenía una importancia a finales del siglo XX se han acabado. Hay un defecto de historia en el Leoncavallo de hoy, una limitación, una dimensión puramente abstracta, y esto lo hace diferente de lo que fue en su momento. Estamos ante la evolución natural de un fenómeno que fue romántico y en cambio se ha convertido en académico, sin fuerza para afectar y cambiar la sociedad”.
Los murales, que en su momento parecieron un patrimonio artístico a proteger, se han visto desbordados, según Sgarbi, por la velocidad de los tiempos y pertenecen a una dimensión que debe renovarse continuamente. “El graffiti”, afirma, “es testigo del presente”. En consecuencia, según el crítico, “la idea de renovarlos continuamente, de hacer nuevos para representar la sociedad cambiante, es inevitable en su propia naturaleza. Fueron concebidos y son concebidos de estación en estación”.
El razonamiento forma parte de una reflexión más amplia sobre la identidad de la ciudad. Milán, observa Sgarbi, ya no es el lugar de los estudiantes y los movimientos culturales, sino una realidad impulsada por clases sociales que aspiran al desarrollo económico e industrial. Una ciudad que privilegia la concreción y la funcionalidad sobre la dimensión simbólica y decorativa. En este contexto, la supervivencia de Leoncavallo le parecía un vestigio de otra época, que ya no sintonizaba con el tejido urbano y político actual.
La postura del ex concejal es clara: el desalojo había que hacerlo, porque era inevitable, aunque no fuera de forma coercitiva. ’Creo que no estuvo bien hacer el desalojo por la fuerza, pero, repito, era inevitable, que es distinto’, dice. Es una distinción que subraya la distancia entre necesidad administrativa y método de ejecución. Según él, una ciudad como Milán, marcada hoy por una administración percibida como débil, no puede permitirse mantener formas de “decoración” sin raíces históricas vivas.
Por último, Sgarbi menciona la comparación con Roma y el caso de Casapound, el partido de extrema derecha que ocupa un edificio. “Casapound”, dice, “tiene una historia diferente a la de los graffiti, que representan una realidad viva y presente y no un documento de paso histórico. Esas decoraciones cuentan la evolución de la ciudad, el paso de una condición social a otra”.
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Sgarbi interviene sobre Leoncavallo: "No estuvo bien evacuar por la fuerza, pero era inevitable |
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