Fondo de Recuperación, ahora es el momento de realizar inversiones estructurales en cultura


El Fondo de Recuperación ofrece a Italia una oportunidad increíble para una temporada de inversiones. Que esperemos que también exista para la cultura.

Si es cierto, como muchos se empeñan en repetir, que toda crisis es una oportunidad, esta vez el sector de la cultura puede alegrarse de haber recibido una de oro: el Fondo de Recuperación no es sólo un logro histórico, el primer fondo de la historia que la Unión Europea financiará con títulos de deuda comunes, una victoria de la solidez y la unidad de propósito, y así con una retórica esta vez apropiada para resaltar el alcance de lo que los responsables europeos fueron capaces de lograr anoche. Para Italia, es también una extraordinaria oportunidad de relanzamiento cultural: tenemos la ocasión de garantizar inversiones estructurales adecuadas en uno de los sectores estratégicos de nuestro país.

Y sin embargo, hubo alguien a quien se le ocurrió proponer invertir parte de los recursos del Fondo de Recuperación en cultura. En este momento se habla, con razón, de invertir en educación, en sanidad, en infraestructuras, en energía, en digital. Si realmente no queremos hablar de lo primero, centrémonos al menos en lo segundo, y echemos un vistazo a los informes de la Fundación Symbola, según los cuales el sistema de producción de cultura y creatividad genera por sí solo alrededor de 90.000 millones de euros, generando un total de más de 250.000 millones de euros si tenemos en cuenta también las industrias aliadas, y empleando a alrededor del 6% de los trabajadores italianos (en términos absolutos, esta cifra es de alrededor de 1,5 millones de personas empleadas en cultura y creatividad). O bien, podemos fijarnos en el informe que el Ministerio de Cultura encargó el año pasado al Boston Consulting Group, según el cual sólo los museos de titularidad estatal (358 de ellos están incluidos en el análisis) tienen un impacto, entre directo e inducido, de 27.000 millones de euros en el PIB, generando 117.000 puestos de trabajo.



No descubrimos hoy que el sector esté en crisis, y así ha sido desde antes del coronavirus. Ayer, la redacción de Fanpage, una de las pocas publicaciones que ha profundizado en algunas de las implicaciones del Fondo de Recuperación para la cultura (habiendo señalado, además, que para el sector ya se ha dado un paso atrás, puesto que la Comisión Europea ha recortado en 5.400 millones de euros los recursos de los programas marco para la cultura, que ya de por sí no cuentan con fondos nada sustanciales: más bien, la cultura, desgraciadamente, se queda con las migajas del presupuesto común), cita el estudio del centro de investigación KEA European Affairs, elaborado expresamente para el Consejo Europeo, y destinado a evaluar los impactos de Covid-19 en los sectores de la cultura y la creatividad. Y se estima que, a nivel europeo, la pérdida será de 21.000 millones de euros, con una contracción del gasto en cultura que, para Italia, será del 5% (hay que decir que, según KEA, nos irá mejor que en el Reino Unido, donde la capacidad de gasto disminuirá un 10%, en Alemania, donde la disminución se estima en el 7%, y en Francia, para la que las estimaciones se sitúan en el -6%).

El estudio de KEA sugiere una serie de medidas a la Unión Europea, subrayando que la crisis es “un formidable acelerador de tendencias que ya están en marcha, especialmente el crecimiento de las redes digitales, el dominio del mercado por los grandes actores, la aparición de nuevos comportamientos, tanto colectivos como individuales”, y que “hace hincapié en la necesidad de recurrir a los artistas y a los profesionales de la creación para contribuir al proceso de recuperación y al futuro”: Así, el informe concluye diciendo que los países europeos deberían centrarse en la cultura como medio de inclusión social capaz de combatir las desigualdades, invertir en digital, superar los retrasos históricos del sector cultural (empezando por los tecnológicos), implicar a los profesionales de las artes y la cultura en los procesos de toma de decisiones e incorporar la cultura a las políticas sociales, fomentando la colaboración entre los distintos países.

Por lo que respecta a Italia, no se necesitaría mucho: probablemente la cultura no necesite grandes inyecciones de dinero. Si acaso, necesita inversión: en plena crisis, con el decreto de relanzamiento, pudimos responder con medidas inmediatas y directas, de apoyo a las áreas más atribuladas, y que, cabe imaginar, servirán para superar el momento de la manera más suave posible. Ahora, sin embargo, toca pensar en los sectores en los que hay que centrarse, y para un país moderno no basta con el asistencialismo. Mientras tanto, es necesario incentivar el gasto cultural, animar a los italianos a leer, a ir a museos, teatros, cines y locales culturales. Luego hay que invertir en modernizar nuestros museos, sobre todo los más pequeños y periféricos, que siguen muy por detrás de los museos autonómicos, que han crecido con el tiempo desde la reforma ministerial de 2014. Pero son sitios estratégicos tanto para sus comunidades como para los que vienen de fuera, ya que son un fuerte atractivo. De nuevo, la inversión en educación no puede dejar de ir de la mano de la inversión en bibliotecas y archivos, instituciones olvidadas con demasiada frecuencia en los últimos años, y abocadas a cierres, reducciones e ineficiencias. La epidemia también ha mostrado cómo lo digital es un medio fundamental, pero por sí solo no basta (les remito a la columna del museólogo Sandro Debono que acogemos en nuestra revista): también aquí las deseables inversiones para digitalizar nuestro patrimonio deberán ir acompañadas de gastos para formar al personal. Los nuevos museos necesitan nuevas ideas.

Galería de Arte del Palacio Mansi, Lucca
Sala de la Pinacoteca Palazzo Mansi, Lucca

También es necesario relanzar el arte contemporáneo, con un verdadero New Deal cultural, como sugiere el Foro de Arte Contemporáneo: un programa capaz de mirar hacia adelante en el tiempo y que pase por el reconocimiento de la categoría profesional de las artes visuales, el compromiso de apoyar proyectos capaces de tener impacto en los territorios y las reformas necesarias para incentivar el mercado y el mecenazgo. Por último, sería interesante hacer realidad el sueño de un plan de arte público como el propuesto por Hans Ulrich Obrist, que mencionó los proyectos del New Deal de Franklin D. Roosevelt. Los proyectos New Deal de Roosevelt como ejemplos capaces de apoyar a los artistas y a todo el sistema que gravita en torno a ellos, y al mismo tiempo de relanzar la imagen del país y su papel en el ámbito de la cultura y el arte internacionales, un tanto empañado últimamente.

Una nueva Europa, como nos recordó la semana pasada el llamamiento de más de cuarenta artistas y creativos a los dirigentes europeos, no puede sino pasar por la cultura. E Italia está llamada a no rehuir un debate público serio y serio sobre cómo invertir en cultura para centrarse de verdad y por fin en un sector vital para el futuro del país: ahora es el momento de hacerlo. ¿Serán capaces nuestros políticos de estar a la altura del desafío?


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