Sí, a Correggio algunos de aquellos piadosos monjes de la abadía de San Giovanni de Parma, en 1519, bien pudieron aconsejarle que representara una Ascensión allí arriba, en aquella cúpula blanca que acababa de terminarse “más romana”: tanto es así que el todavía joven pintor, recién salido de la asombrosa prueba de la Camera di San Paolo, bien pudo escribir “son qui per l’Ascensio” (estoy aquí para la Ascensión). Pero Allegri poseía, bien mezclados, tanto un espíritu profundamente religioso como una capacidad muy clara para traducir en iconografía los temas más elevados. Por eso, en el interior de la flamante iglesia abacial, se había apoderado de él una cogitación llena de sustancia sacramental -seguramente de acuerdo con el abad local- que debió de desembocar en una concepción ampliada y eucarística de toda la basílica. No olvidemos que nuestro Antonio procedía de una larga familiaridad fáctica y espiritual con Gregorio Cortese -el mayor amigo del Papa Médicis, León X-, que había rechazado una carrera segura y gratificante en la Curia romana para instalarse en el Monasterio de San Benito de Polirone, el retiro de oración más remoto y descentralizado dentro de la remoto y descentralizado retiro de oración dentro del lejano valle lombardo, allá donde Virgilio había cantado en versos sublimes sobre la plantación rural, cuya extensión más tarde, con impensables jadeos, Carducci llamaría “la divina de la verde llanura silenciosa”. En efecto, al cabo de pocos años, los acontecimientos eclesiásticos llamarían a Cortese a ser protagonista de la reforma católica como gran teólogo y cardenal.
En profundidad, el pensamiento del monje Gregorio y la espiritualidad benedictina implicaron a Correggio y a su imaginación pictórica, haciéndole cuestionar toda la sacralidad del espacio eclesiástico de San Giovanni y haciéndole comprender que la cúpula debía ser un corazón palpitante para quienes participaban en la liturgia y en las oraciones: la tarea era traer el cielo a la tierra y difundirlo a las almas. Así también la figura de Cristo mismo, deseada en el centro de la cúpula, ¡debía venir y no marcharse!
La propia capacidad figurativa de Correggio le decía también que una Ascensión habría requerido a los doce apóstoles de pie, vistos desde abajo, curvados y comprimidos dentro de la copa arquitectónica sin tambor alto, y quizá vestidos de pescadores (nada de paludamenti para el límpido pintor del valle del Po): también Cristo debería haber sido visto desde abajo, huyendo hacia el paraíso. Entonces, ¡no! Si la basílica debía ser el lugar del encuentro de las almas con el Dios encarnado, surgiría con fuerza la idea de la divina descensio y del íntimo encuentro eucarístico. Todo el programa de la cúpula y la nave se dispuso adecuadamente según el misticismo de los santos lugares: la parte superior de la nave se hizo expresivamente cristológica (el friso de los sacrificios), mientras que la cúpula significaba el paraíso mismo. Allí, sobre la corona de nubes se alojaban los apóstoles, sentados en expectación (la etimasia), desnudos para glorificar sus propios cuerpos que habían sufrido el martirio, y llamando coralmente, en consonancia con el Jesús aparecido, a su hermano Juan a la bienaventuranza infinita. Maravillosa era la gloria de Cristo y su figura resplandeciente, rodeada, como ya habíamos escrito, por el resplandor divino de los innumerables coros angélicos.
La plenitud del embriagador “estado” celestial de toda la cúpula había impresionado enormemente a Lucio Rossi, que desde hacía tiempo contemplaba el éxtasis del reino celestial con una gran pregunta en el corazón: ¿cómo llevar nuestros sentidos, es más, nuestros propios cuerpos, a la presencia del mismo? Una prueba gozosa, acariciada y cultivada en la mente y luego captada visualmente, idealmente diseccionada, y finalmente experimentada apoyándose en las herramientas más quirúrgicas de la fotografía: al principio reticentes, luego se pusieron con cautelosa docilidad en manos de su director; y hay que decirlo para que la transposición final del fresco redondo y curvo, obra maestra del escorzo heroico de Correggio, se llevara a cabo con una sabiduría y una paciencia artesanales, figura por figura, relación por relación, con las propias manos de Lucio hasta la representación plana absolutamente correcta de la estupenda escena cóncava. Incluso el papel particular es extraordinariamente capaz de devolver el efecto preciso del fresco.
Lucio Rossi ha conseguido así demostrar fotográficamente la primera idea mental de Correggio y nos la ofrece ahora en el espectacular remake realizado en el interior del gran refectorio del Monasterio de San Giovanni, gracias a la ayuda convencida de la Administración Municipal de Parma, a la acogida consciente del abad y de los religiosos y al apoyo de ilustres simpatizantes.
Una vez encontrados los procedimientos, todo el círculo apostólico y la infinitud angélica de la cúpula fueron llevados a la presencia del disfrute humano directo, tranquilo y prolongado, sin más problemas de distancias, persecuciones tortuosas, acrobacias visuales e iluminaciones varias. A continuación se buscó una acogida coral y la mayor facilidad posible para cada persona. Es imposible contenerse de la alegría de tener a disposición toda el alma creadora y todo el arte de Correggio que han realizado el dulce deseo, casi sobrehumano, de estar en el cielo y vivir aquí un momento inenarrable con Jesús y los Apóstoles.
Nos gustaría concluir llamando su atención sobre el hecho de que muchos ciudadanos de la zona del valle del Po están respondiendo de una manera verdaderamente entusiasta a la inventio de esta nueva forma de presentar una obra sublime, conocida en todo el mundo, pero objetivamente impermeable a la aproximación. Ahora no falta público nacional y, desde luego, internacional, bien conocedor de los tesoros de Parma, pero también bien consciente de que en la zona media del Padana hay tesoros de Correggio en San Benedetto Po, en el hermoso Museo de Correggio, y en la Galleria Estense de Módena.
Todas las imágenes que aparecen aquí son de Lucio Rossi, y todos los derechos están reservados a FOTO R.C.R. di Rossi Lucio & C. S.a.s. Gracias por las imágenes al querido Lucio. Otros agradecimientos importantes a Marzio Dall’Acqua, Oscar Riccò y Renza Bolognesi.
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.