¿Grupos turísticos invasores? Los guías de Liguria proponen una regulación


Las asociaciones de guías turísticos de Liguria impugnan las recientes políticas de algunos municipios de la región que han introducido límites a los autobuses y grupos turísticos. Como alternativa, proponen una normativa que equilibre los derechos de los residentes y la sostenibilidad de las actividades económicas locales.

Liguria, una de las regiones italianas más atractivas para el turismo internacional, está desde hace tiempo en el centro de un acalorado debate sobre la gestión de los flujos: baste pensar en los seculares problemas de masificación de Cinque Terre. Ahora, las principales asociaciones profesionales que representan a guías turísticos, animadores turísticos, intérpretes y operadores especializados intervienen en el debate y formulan una propuesta de gestión de los flujos. Giuseppe Maggiolo, presidente de AGAEL (Associazione Guide Ambientali Escursionistiche Liguria), Michela Ceccarini, presidenta de AGTL (Associazione Guide Turistiche Liguria), Serena Siri, presidenta de AIGAE Liguria (Associazione Italiana Guide Ambientali Escursionistiche), Donatella Beneventi, presidenta de ALAIT (Associazione Ligure degli Accompagnatori degli Interpreti Turistici e delle Guide Turistiche Nazionali), y Antonella Cama, presidenta de Federagit - Confesercenti Liguria, proponen sus ideas.

Tras las recientes decisiones de las administraciones municipales de Camogli, Santa Margherita Ligure, Portofino y Rapallo sobre la cuota de autobuses turísticos, y la hipótesis de nuevos límites en las Cinque Terre, las asociaciones piden normas diferentes: no prohibiciones generalizadas, sino un sistema que sepa conciliar las necesidades de los residentes, la protección del territorio y la salvaguardia de las actividades económicas locales. La chispa saltó la primavera pasada, cuando las administraciones de la zona de Portofino introdujeron restricciones al acceso de autobuses turísticos de más de 9,70 metros. Las medidas, que entraron en vigor con la temporada ya en marcha, cogieron por sorpresa a muchas pequeñas y medianas agencias de viajes, obligándolas a revisar los programas de sus grupos. En varios casos, los operadores tuvieron que abandonar sus reservas originales y reorganizar viajes y visitas con alternativas no previstas y más caras, como las conexiones por barco. El impacto también repercutió en el tejido económico local: tiendas y restaurantes, especialmente en Santa Margherita, registraron un descenso de clientes, señal de que el turismo organizado tiene un impacto significativo en la vitalidad comercial.

Turistas en Manarola. Foto: Parque Nacional de Cinque Terre
Turistas en Manarola. Foto: Parque Nacional de Cinque Terre

En los últimos meses, los mismos administradores han anunciado la puesta en marcha de la segunda fase, que incluye la creación de aparcamientos de intercambio y un portal digital para las reservas. En Cinque Terre, sin embargo, el debate se centra en la propuesta de introducir un límite máximo de 25 personas por guía o acompañante. Aún no hay prohibición de autobuses, ya que la mayoría de los visitantes llegan al parque nacional en tren, pero el acceso ya está regulado en las estaciones de Levanto y La Spezia. Las consecuencias, denuncian las asociaciones, son similares a las observadas en la región del Tigullio: el crecimiento de los grupos con programas relámpago, en los que se visitan dos pueblos e incluso Pisa en un solo día, y la reducción de las estancias más largas, con pernoctaciones y repercusiones generalizadas en el territorio.

Las asociaciones reconocen que el turismo de masas tiene importantes efectos en la vida cotidiana de los residentes, que se ven obligados a hacer frente a las aglomeraciones, el aumento de los servicios, la subida de los precios inmobiliarios y la progresiva transformación de las viviendas en residencias de vacaciones. Sin embargo, subrayan, la carga de las restricciones no puede descargarse únicamente sobre determinadas categorías de viajeros. En particular, se suele considerar más intrusivos a los que viajan en grupo, pero esto no tiene en cuenta la diversidad de motivaciones y tipos de grupos: “Por muy cierto que pueda parecer que la llegada de un grupo de 20-50 personas al mismo tiempo es más invasiva que la de 20-50 personas en orden aleatorio”, dicen las asociaciones, “no se considera que con una normativa que tiene el objetivo declarado de no afectar al número global de presencias, sino sólo al de grupos, el riesgo concreto es el de aplicar una discriminación entre categorías de viajeros”: En Liguria oriental se tiende a pensar que todos los que llegan a la zona en grupo son “cruceristas”, lo que no es cierto, aunque el número de barcos a los que los ayuntamientos dan permiso para atracar sea masivo. En realidad, la gente viaja en grupo por educación (desde escuelas primarias a grupos culturales italianos y extranjeros), por devoción (peregrinos y grupos religiosos), por trabajo (congresos) o por actividades deportivas. Quienes viajan en grupo, en algunos casos, no tienen otra opción, por razones de edad, salud y disponibilidad económica o simplemente porque no conocen idiomas extranjeros. Para muchos, viajar en grupo es una oportunidad de socialización, y los viajes organizados contribuyen decisivamente a la tan ansiada desestacionalización, ya que aprovechan la disponibilidad de los hoteles, cuando no tienen peticiones de parejas y familias, entre semana y, en general, en temporada baja".

El riesgo, según las asociaciones, es que la restricción de autobuses y grupos favorezca a los grandes touroperadores y plataformas online en detrimento de las pequeñas y medianas agencias italianas. La escasez de plazas de autobús y la dificultad de reservar lleva a menudo a las agencias más pequeñas a renunciar, porque cuando el grupo está listo ya no hay plazas disponibles. La situación es diferente para los grandes operadores, que pueden reservar con mucha antelación gracias a una mayor base de clientes, reorganizar los programas con rapidez y absorber mejor los aumentos de costes. Este desequilibrio se refleja también en las Cinque Terre, donde desde hace años los grupos organizados por las agencias tradicionales han sido sustituidos progresivamente por grupos estandarizados, concentrados en programas rápidos y poco vinculados a un conocimiento auténtico de la zona.

Por ello, las asociaciones proponen una vía alternativa: no eliminar el acceso a los grupos, sino introducir criterios de reserva que premien a quienes opten por potenciar la economía local. La propuesta consiste en modular el número diario de plazas de aparcamiento disponibles en función de la temporada, reduciéndolas en los periodos de mayor afluencia y aumentándolas entre semana o en temporada baja. Además, se pide distinguir los canales de reserva en función de los servicios elegidos: dar prioridad a quienes se alojen en hoteles de la zona, a quienes recurran a restaurantes locales, a quienes pasen varios días de visita, a quienes participen en degustaciones de productos típicos como almazaras y bodegas, y a quienes reserven museos y visitas guiadas con profesionales.

“Un sistema ideal”, dicen los guías, “contemplaría en primer lugar variar la cuota diaria de puestos reservables en función de la temporada: disminuir en los días de puente, cuando se espera una afluencia muy elevada, y aumentar en los periodos entre semana y fuera de vacaciones. Pero sobre todo, para garantizar una fruición que potencie nuestro territorio, creemos fundamental prever, en el marco de un sistema de reservas, la creación de canales diferenciados en función de los servicios que utilice el grupo, premiando a quienes elijan hoteles y restaurantes in situ, a quienes dediquen más días a visitar la zona, a quienes realicen degustaciones de productos típicos (almazaras, bodegas y otras realidades locales), a quienes hayan reservado servicios turísticos y culturales como espacios museísticos o visitas guiadas con guías especializados en turismo o medio ambiente. De este modo, se garantizaría la igualdad de derechos de acceso a todos, pero premiando a los que dedican más tiempo y atención a la visita, a los que reservan más servicios, con un impacto en la economía de todo el territorio y no sólo en el sector turístico, sin impedir de hecho el acceso a los que disponen de menos tiempo y dinero. Respetando así no sólo los principios de nuestra Constitución, sino también dando un ”respiro“ a los pequeños operadores turísticos (a menudo italianos cuando no locales) y sin restringir el abanico de clientes de los comerciantes locales que, con las nuevas ordenanzas, a menudo se ven cortados del paso de los turistas que visitan por un día”.

El objetivo declarado es doble: proteger a los residentes y los territorios de un turismo excesivamente concentrado y, al mismo tiempo, garantizar un reparto equitativo de las oportunidades económicas. Las asociaciones insisten en la necesidad de respetar los principios constitucionales de igualdad y libertad de circulación, evitando la discriminación implícita entre los distintos tipos de viajeros. La convicción es que la regulación debe ser selectiva e inteligente, capaz de recompensar la calidad y no simplemente reducir las cifras.

Por ello, los profesionales del turismo de Liguria reclaman una fase experimental que vaya más allá de las restricciones contingentes y sea capaz de conciliar la sostenibilidad, los derechos de los residentes y la accesibilidad. Una visión a medio y largo plazo que permita seguir haciendo accesibles lugares únicos como Portofino y las Cinque Terre sin penalizar a quienes, desde hace décadas, contribuyen a contar sus historias y a darles vida con su trabajo diario en el sector del turismo organizado.

¿Grupos turísticos invasores? Los guías de Liguria proponen una regulación
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