La Semana Clásica de Christie’s en Londres arrancó ayer con un acontecimiento destinado a pasar a la historia del mercado internacional del arte gracias a la venta de El huevode invierno de Fabergé, que alcanzó en subasta 22.895.000 libras esterlinas, equivalentes a 26.008.720 euros, un récord para un huevo de Fabergé. Fue también el tercer récord mundial establecido por esta obra en tres momentos distintos de su historia, todos ellos logrados en Christie’s. El golpe de martillo sobre la suma suscitó aplausos espontáneos en la sala, confirmando la importancia histórica y artística de esta obra maestra que ha cautivado la imaginación de coleccionistas, expertos y público internacional. La inauguración de la Semana Clásica se cerró con un total de 40.515.964 libras esterlinas, o 46.026.135 euros.
La sección de Fabergé alcanzó un total de 27.803.964 libras, vendiéndose el 92% de los lotes y el 98% del valor total. Entre las piezas más destacadas figuraba un modelo de piedra dura extremadamente raro, creado por el modelista Boris Fredman Cluzel en 1916, que se vendió por 1.514.000 libras. Además, un álbum extremadamente raro del taller de Henrik Wigström, fechado entre 1911 y 1916, que recoge dibujos y diseños de los últimos años de Fabergé, se vendió por 508.000 libras. La venta de estos lotes no sólo es un testimonio de la creatividad y la maestría técnica de los artesanos de la Maison, sino que también confirma el interés de los coleccionistas por documentos y objetos de gran importancia histórica.
Margo Oganesian, directora del departamento de Fabergé y obras de arte rusas de Christie’s, comentó el honor que supone para la casa de subastas haber gestionado por tercera vez la venta del Huevo de Invierno, descrito como uno de los mejores ejemplos de la producción de Fabergé tanto en términos técnicos como artísticos. Oganesian subrayó la singularidad de la ocasión, teniendo en cuenta que sólo otros seis huevos imperiales se encuentran actualmente en manos privadas, circunstancia que contribuyó a hacer de la venta un acontecimiento histórico de gran interés internacional.
El Huevo de Invierno, encargado en 1913 por el zar Nicolás II como regalo de Pascua para su madre, la gran duquesa María Feodorovna, representa una de las creaciones más originales y lujosas de la Maison Fabergé. La diseñadora Alma Theresia Pihl, una de las pocas mujeres que trabajaron para Fabergé, concibió la idea, que fue ejecutada por su tío, el maestro Albert Holmström. El huevo, tallado en cristal de roca con motivos de hielo grabados en el interior, está adornado en el exterior con copos de nieve de platino engastados con diamantes rosas y bordes verticales también de platino con diamantes, que ocultan una bisagra lateral. Un cabujón de piedra lunar lleva la fecha de 1913. La base de cristal de roca simula un bloque de hielo derritiéndose, decorado con riachuelos de platino engastados con diamantes, en cuyo centro hay un tapón de platino que sostiene el huevo. En el interior, suspendida de un gancho de platino, se encuentra la llamada “sorpresa”: una cesta de doble asa realizada en treillage de platino tachonado de diamantes rosas, rellena de anémonas de cuarzo blanco esculpidas, con tallos y estambres de hilo de oro, hojas de nefrita y centros de granate demantoide. En la base de la cesta figura el grabado “FABERGÉ 1913”. La obra se encargó por un precio excepcional de 24.600 rublos.
La obra encarna simbólicamente la Pascua y el concepto de renacimiento, y simboliza la transición del invierno a la primavera. La diseñadora Alma Pihl, nacida en 1888, procedía de una familia de joyeros finlandeses, con estrechos vínculos con la Maison Fabergé. Su carrera comenzó en el taller de su tío Albert Holmström, donde realizaba acuarelas a tamaño natural de los diseños de la Maison y de sus propias creaciones, como el Huevo de Invierno y el Huevo Mosaico de 1914, actualmente en la Colección Real Británica. La idea de los copos de nieve nació mientras observaba los cristales de hielo desde la ventana de su taller, dando lugar a un motivo que se convertiría en icónico en la historia de la obra imperial.
Los huevos Fabergé, producidos entre 1885 y 1916, consolidaron la reputación mundial de la casa. En total se fabricaron cincuenta, diez de ellos durante el reinado de Alejandro III, regalados a la esposa del Zar, y cuarenta por Nicolás II para su madre y esposa. En la actualidad, 43 de estas obras maestras se conservan en grandes museos, mientras que sólo siete, incluido el Huevo de Invierno, permanecen en colecciones privadas. La documentación de Franz Birbaum, diseñador jefe de Fabergé, atestigua la total libertad artística concedida a los artesanos: cada huevo requería casi un año de trabajo, que comenzaba inmediatamente después de Pascua y no terminaba hasta la Semana Santa del año siguiente.
El origen del Huevo de Invierno es uno de los mejor documentados de todos los huevos imperiales. Tras la Revolución de 1917 fue trasladado a la armería del Kremlin, desde donde fue vendido en la década de 1920 por el gobierno soviético a coleccionistas y marchantes de Europa y Estados Unidos, a menudo a precios muy inferiores a su valor real. Adquirido por Wartski de Londres en los años veinte o treinta por 450 libras, pasó a Napier Sturt, tercer barón de Alington, en 1934 por 1.500 libras, y posteriormente entró en la colección de Sir Bernard Eckstein, antes de ser vendido en subasta en Londres en 1949 por 1.700 libras. Tras desaparecer en 1975, el huevo fue redescubierto en 1994 y vendido por Christie’s en Ginebra, estableciendo el primer récord mundial para Fabergé en 7.263.500 francos suizos. Ocho años más tarde, en 2002, fue batido de nuevo en Christie’s Nueva York, estableciendo un nuevo récord en 9.579.500 dólares.
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| El Huevo de Invierno de Fabergé vendido por 22 millones de libras en Christie's, todo un récord |
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