Los cazadores-recolectores prehistóricos que poblaron el Mediterráneo poseían conocimientos marítimos mucho más avanzados de lo que se creía. Así lo demuestra un nuevo descubrimiento que reescribe la cronología de la presencia humana en Malta: la isla fue alcanzada y habitada hace al menos 8.500 años, un milenio antes de la llegada de los primeros agricultores neolíticos. Los resultados del estudio, publicado en la revista Nature, revelan que estas antiguas comunidades eran capaces de atravesar al menos 100 kilómetros de mar abierto, una hazaña excepcional si se tiene en cuenta que tuvo lugar en una época en la que los barcos aún no tenían velas.
La investigación ha sido llevada a cabo por un consorcio internacional dirigido por la profesora Eleanor Scerri, del Instituto Max Planck de Geoantropología (MPI-GEA), en colaboración con el Servicio del Patrimonio Maltés y financiada por el Consejo Europeo de Investigación y el Premio a la Excelencia Investigadora de la Universidad de Malta. El estudio se centra en el yacimiento de la cueva de Latnija, situado en la región septentrional de Mellieħa, en el norte de Malta, donde el equipo halló pruebas arqueológicas inequívocas de la presencia humana en un periodo que precede en unos mil años a la agricultura en el archipiélago.
Los hallazgos incluyen herramientas líticas, restos de hogares y restos de comida cocinada, pruebas de un asentamiento estable y organizado. Lo más sorprendente es la naturaleza de los restos faunísticos.
“Encontramos abundantes pruebas de la presencia de diversos animales salvajes, como el ciervo rojo, que se creía extinguido desde hacía mucho tiempo”, explica Eleanor Scerri. “Cazaban y cocinaban estos ciervos junto con tortugas y aves, entre ellas algunas de gran tamaño que hoy están extinguidas”. Los hallazgos añaden mil años a la prehistoria maltesa y obligan a reevaluar las capacidades marítimas de los últimos cazadores-recolectores de Europa, así como sus conexiones e impactos en el ecosistema."
Los arqueólogos también han hallado indicios claros de una dieta marítima variada y sofisticada.
“Encontramos restos de focas, varios peces, incluido el mero, y miles de gasterópodos marinos comestibles, cangrejos y erizos de mar, todos ellos indudablemente cocinados”, afirma James Blinkhorn, de la Universidad de Liverpool y el Instituto Max Planck, uno de los autores correspondientes del estudio.
La presencia de estas especies marinas sugiere, por tanto, una organización logística capaz de gestionar suministros procedentes de distintos entornos". Sin embargo, el hallazgo más sorprendente de toda la investigación se refiere a la capacidad de cruzar mar abierto. Hasta ahora, se creía que sólo con la llegada de la agricultura y las tecnologías relacionadas, incluida la invención de la navegación a vela, eran posibles los viajes marítimos de larga distancia. En cambio, el estudio demuestra que los cazadores-recolectores eran capaces de realizar travesías de al menos 100 km, una hazaña que requería una navegación consciente, probablemente realizada en canoas de reducida inestabilidad, aprovechando las corrientes marinas, los vientos dominantes y los conocimientos astronómicos.
“Dependiendo de las corrientes marinas superficiales y de los vientos dominantes, así como del uso de puntos de referencia, estrellas y otras prácticas de orientación, es probable una travesía de unos 100 km, a una velocidad de unos 4 km por hora. Incluso en el día más largo del año, estos marinos habrían tenido más de varias horas de oscuridad en aguas abiertas”, explica el profesor Nicholas Vella, de la Universidad de Malta, coinvestigador del estudio.
El descubrimiento también ofrece nuevas perspectivas sobre los asentamientos humanos en el Mediterráneo y las interconexiones culturales entre las comunidades mesolíticas dispersas por islas y costas. Si, de hecho, los cazadores-recolectores ya eran capaces de cruzar el mar, es plausible que existieran intercambios, contactos y tal vez incluso redes de conocimiento compartido entre las distintas comunidades insulares. Una perspectiva que abre nuevos interrogantes sobre la historia de las primeras migraciones humanas por mar.
El yacimiento de Latnija también nos permite reflexionar sobre los impactos ecológicos que pudieron generar estos primeros asentamientos. De hecho, la extinción de algunas de las especies animales endémicas de Malta pudo deberse a la presencia humana. La caza, la presión ambiental y las modificaciones del ecosistema derivadas de las actividades humanas pueden haber acelerado la desaparición de animales hoy ausentes del territorio.
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Descubrimiento en Malta: los cazadores-recolectores viajaban por mar hace 8.500 años |
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