La tumba del joven faraón Tutankamón, conocida como KV62 y situada en el famoso Valle de los Reyes de Egipto, es uno de los monumentos funerarios más famosos del mundo. A pesar de su fama, la estructura, que data de la dinastía XVIII (que reinó aproximadamente entre 1332 y 1323 a.C.), se considera una de las peor conservadas de todo el Valle, y actualmente corre el riesgo de derrumbarse: así se desprende de un estudio publicado en la revista científica npj Heritage Service y firmado por Sayed Hemeda, investigador de la facultad de arqueología de la Universidad de El Cairo.
Esta tumba subterránea, que consta de cuatro cámaras principales además de la rampa de entrada y las escaleras, se ha revelado de hecho vulnerable y sujeta a impactos a largo plazo causados tanto por inundaciones repentinas como por movimientos geológicos desde su descubrimiento. Estos factores han provocado con el tiempo diversos grados de inestabilidad y daños que han ido empeorando progresivamente.
El monumento fue excavado en la roca, en una posición baja que permitió ocultar su entrada de los escombros depositados por las inundaciones y las posteriores construcciones de tumbas. Sin embargo, esta ubicación hace que la tumba sea especialmente vulnerable a las cargas geoestáticas de los estratos rocosos suprayacentes y al contacto con las capas subyacentes de esquisto de Esna, un material que se hincha y encoge considerablemente en respuesta a los cambios de humedad. Las condiciones adversas del entorno circundante, incluida la gran erosión debida al agua y a las inundaciones repentinas (como la notable de 1994), el impacto de una importante falla que interseca la antecámara y la cámara sepulcral, y la ausencia total de protección, contribuyen a crear un entorno geotécnica y sísmicamente desafiante.
Para comprender plenamente los retos de ingeniería y medioambientales, se llevó a cabo un análisis geotécnico y geoambiental para explorar la estabilidad estática, los márgenes de seguridad y los modos de fallo de la tumba en su estado actual. De hecho, la tumba está excavada en la formación de esquisto de Esna, un material conocido por ser extremadamente frágil e inestable. La interacción de este esquisto con la humedad provoca una hinchazón que puede fracturar esencialmente la ladera.
La modelización de la estabilidad se llevó a cabo utilizando el programa informático de alto rendimiento PLAXIS 3D con un modelo de roca articulada. Para apoyar esta modelización numérica, se realizaron estudios experimentales, en particular ensayos de compresión uniaxial y triaxial, sobre muestras de esquisto tomadas de zonas deterioradas fuera de la tumba para no dañar el yacimiento. El examen petrográfico reveló que el esquisto de Esna tiene una textura de grano muy fino a fino, compuesta principalmente de cuarzo y feldespato cementados con trazas de óxidos de hierro, minerales de arcilla y calcita. Los resultados de las pruebas mecánicas mostraron que la resistencia y la rigidez de este esquisto se reducen drásticamente en condiciones saturadas o húmedas en comparación con las condiciones secas. Se ha observado que la pizarra en condiciones húmedas muestra una baja resistencia, lo que sugiere que el fallo del techo de la cámara, debido a la sobrecarga y a la presión de hinchamiento liberada por la pizarra, es un riesgo real cuando la roca tiene un alto contenido de humedad debido a la infiltración de la crecida.
Históricamente, la hidrogeología del Valle de los Reyes se caracteriza por precipitaciones episódicas e inundaciones poco frecuentes, aunque potencialmente catastróficas, como las registradas entre 1941 y 2000. Acontecimientos más recientes, como las inundaciones de noviembre de 1994, causadas por fuertes lluvias y tormentas eléctricas, dañaron e inundaron muchas tumbas, entre ellas la de Tutankamón. Las inundaciones repentinas, exacerbadas por el cambio climático, contribuyen significativamente a la activación de los movimientos a lo largo de las fallas del Valle de los Reyes. En particular, se ha identificado una falla prominente que atraviesa la tumba de Tutankamón, claramente visible en los techos de la antecámara y la cámara funeraria. Esta falla atraviesa las dos cámaras principales en dirección longitudinal. Las graves grietas en los techos alrededor de esta falla permiten que el agua de lluvia se infiltre, comprometiendo la integridad estructural de la tumba y, en consecuencia, dañando los frescos de las paredes. La infiltración de agua también provoca mayores niveles de humedad en el interior de la tumba y un aumento de las infecciones por hongos en las pinturas murales, problemas que han acosado a los restauradores desde el descubrimiento de la tumba.
A nivel estructural, el agua infiltrada disminuye la capacidad de carga y la resistencia de las capas de roca que componen el techo, reduciendo su capacidad para soportar las tensiones y los pesos impuestos por las montañas de encima. Esto no hace sino acelerar el desprendimiento de costras y capas superficiales de los techos de la antecámara y la cámara sepulcral. Se ha reconocido que el efecto combinado de las inundaciones y las fallas ha causado daños considerables a este patrimonio subterráneo.
El mecanismo de fallo identificado por los modelos es complejo. El fenómeno de desconchamiento observado en los techos de la antecámara y la cámara funeraria es el resultado combinado del deterioro de las propiedades mecánicas de la roca superficial debido a la inundación y a la tensión desigual en la base del techo. Al infiltrarse el agua, aumenta el contenido de humedad de la roca, lo que reduce aún más sus propiedades mecánicas. Dado que la superficie inferior de los techos está sometida a esfuerzos de tracción, cuando el esfuerzo de tracción en determinadas zonas supera la resistencia a la tracción de la roca superficial, se produce un pandeo laminar debido a su propio peso. Se comprobó que el patrón de deformación y fallo de los techos era una combinación de flexión y torsión. Se descubrió que el impacto de las fuertes lluvias de las crecidas repentinas en la estabilidad de los techos es mucho más significativo que las cargas de sobrecarga por sí solas. La roca situada por encima de los techos sigue asentándose, lo que provoca una deformación general del techo con una inclinación hacia delante. La parte central del techo, alrededor de la falla principal, se asienta más rápidamente que las partes posteriores, creando una deformación por flexión que provoca fracturas por compresión.
El estudio concluye que es esencial un programa específico de refuerzo y rehabilitación. Un elemento clave sugerido para la conservación es la reducción de las fluctuaciones de humedad, que podría lograrse limitando la circulación de aire dentro y alrededor de la tumba. Los conocimientos adquiridos en esta investigación aportan valiosas sugerencias para futuras medidas de refuerzo y ofrecen una referencia para el análisis de estabilidad de otras estructuras subterráneas de complejidad similar.
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| La tumba de Tutankamón amenaza con derrumbarse: un estudio revela un preocupante hundimiento |
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