El 29 de julio se celebra el Día Mundial del Tigre, establecido para concienciar sobre la protección de este gran felino en peligro de extinción. Entre las muchas imágenes que han celebrado su poder simbólico y su belleza a lo largo del tiempo, ¡Sorpresa! de Henri Rousseau (Laval, 1844 - París, 1910) representa uno de los casos más ambiguos de la historia del arte europeo de finales del siglo XIX y principios del XX. Presentada en 1891 en el Salón de los Independientes de París, la obra capta un momento intermedio: el tigre que Rousseau retrata en la obra se mueve entre la vegetación tropical, con la espalda arqueada y las fauces abiertas, mientras un relámpago surca el cielo al fondo. A pesar de la aparente inmediatez de la escena, la obra es elusiva. ¿Está el animal atrapado en un acto de agresión o huye del rayo?
Según las críticas contemporáneas y sus propias declaraciones posteriores, es posible que Rousseau incluyera inicialmente una presa que luego suprimió. Sobre las altas hierbas de la derecha se aprecian zonas oscuras que sugieren la presencia original de un segundo sujeto. Más tarde, el artista se refirió al cuadro como Un tigre persiguiendo exploradores, y el título final, ¡Sorpresa!, puede ser un juego de palabras con la expresión francesa grève surprise, es decir, sorpresa repentina pero también relámpago en un cielo despejado, lo que apoya un doble significado: la irrupción del animal y el estallido de una tormenta eléctrica.
¡Sorpresa! es la primera obra de la veintena de selvas que Rousseau pintaría a lo largo de su carrera. Escenas que contribuirían a forjar la reputación exótica del pintor, aunque estuvieran basadas enteramente en la imaginación. ¿Por qué? Rousseau nunca salió de Francia ni viajó a territorios tropicales. Su supuesta participación en una expedición militar a México, que él mismo mencionó, carece de confirmación histórica. Su mundo vegetal y animal es, de hecho, el resultado de cuidadosas observaciones realizadas en el Jardin des Plantes de París, sede del jardín botánico y del zoológico, así como de las Galerías de Zoología construidas para laExposición Universal de 1889. En estos espacios, de acceso gratuito, Rousseau observó plantas exóticas, animales vivos y una gran colección de especímenes disecados expuestos en poses naturalistas.
La jungla que toma forma en ¡Sorpresa! es el resultado de un complejo proceso de composición. Las plantas, representadas con una precisión casi botánica, combinan variedades tropicales vistas en jardines de exposición y especies de interior. La superficie pictórica se caracteriza por la densidad decorativa: las hojas y el follaje están unidos en una elaborada trama de verdes, marrones, rojos y ocres intensos. También se puede afirmar que las distintas partes del cuadro están trabajadas meticulosamente y según una técnica secuencial. De hecho, Rousseau utilizaba un pantógrafo, instrumento mecánico que le permitía ampliar y transferir al lienzo las formas deseadas. Este procedimiento puede explicar por qué el tigre parece suspendido en el espacio, en lugar de anclado al suelo.
La escena también está atravesada por una cuadrícula de líneas plateadas y semitransparentes que indican la lluvia: una solución gráfica que recuerda en su estructura y recorrido el pelaje rayado del animal y los contornos nítidos de las hojas. El tratamiento de la lluvia presenta claras analogías con los grabados ukiyo-e japoneses, en particular con el Aguacero repentino sobre el puente Shin-Ōhashi y Atake, de Utagawa Hiroshige, publicado en 1857. En este caso, es posible que Rousseau, como muchos artistas franceses de la época, conociera las imágenes a través de los grabados que circulaban ampliamente por Europa. El tigre en sí procede de un collage de fuentes: animales disecados vistos en el zoo, imágenes científicas, ilustraciones de revistas e incluso el comportamiento observado de gatos domésticos. Tampoco excluimos la influencia de artistas como Eugène Delacroix, que en 1830 pintó Joven tigre jugando con su madre y luego continuó en 1862 con Tigre y serpiente, o Jean-Léon Gérôme , que pintó Tigre en guardia hacia 1888.
También sabemos que Henri Rousseau era autodidacta, un funcionario de aduanas parisino que empezó a pintar por afición. A pesar de su apodo Douanier o aduanero, nunca alcanzó el rango de inspector. Sin embargo, sin ninguna formación académica, construyó un lenguaje personal basado en la simplificación, el aplanamiento de la perspectiva y la representación decorativa de la superficie. Características que al principio le valieron el desprecio de una parte de la crítica y del público, pero que acabaron atrayendo el interés de las vanguardias. De hecho, Rousseau se definía a sí mismo como un estudioso de la naturaleza, y veía en su ingenuidad una forma de verdad expresiva. Hoy se le considera un precursor delarte ingenuo, definición atribuida a aquellos artistas sin formación formal, a menudo identificables por la espontaneidad de sus trazos y su visión simplificada del mundo.
Sorpresa! aparece así como un punto de inflexión en la carrera de Rousseau. La obra se presentó en el Salon des Indépendants, fundado en 1884 para ofrecer un espacio de exposición libre de jurados y premios, en oposición al rígido sistema del Salón oficial. Entre los fundadores figuraban Odilon Redon, Georges Seurat y Paul Signac, pero el debut de Rousseau en ese contexto no pasó desapercibido. Una de las primeras críticas serias fue la de Félix Vallotton, joven artista y escritor, que escribió en The Swiss Journal: “Su tigre no debe ser ignorado: es el alfa y el omega de la pintura. [...] Siempre hay algo hermoso en ver una fe, cualquiera que sea, expresada sin concesiones. Aprecio sinceramente estos esfuerzos”.
Uno de los primeros en reconocer su valor fue Pablo Picasso, que compró una de las obras de Rousseau y organizó un banquete de celebración en 1908, al que asistieron numerosas personalidades de la escena cultural parisina. En aquella ocasión, Rousseau se dirigió a Picasso diciéndole: “Tú y yo somos los dos artistas más grandes de nuestro tiempo: tú al estilo egipcio, yo al estilo moderno”. Hoy, con motivo del Día del Tigre, ¡Sorpresa! reafirma su centralidad en la historia del arte moderno: una obra a caballo entre la ingenuidad técnica y el refinamiento, capaz de evocar una naturaleza nunca vista, pero profundamente sentida.
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El enigma del tigre de Henri Rousseau en el cuadro ¡Sorpresa! de 1891 |
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