El 4 de julio esel Día de Alicia, una efeméride que conmemora la tarde de 1862 en que Charles Lutwidge Dodgson, que se daría a conocer bajo el seudónimo de Lewis Carroll (Daresbury, 1832 - Guildford, 1898), contó por primera vez la historia de una niña llamada Alicia durante un paseo en barco por el Támesis con las hermanas Liddell. Entre los oyentes se encontraba Alice Liddell, a quien estaba dedicado el cuento. El improvisado cuento se convertiría, tres años más tarde, en Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, una de las novelas más influyentes delsiglo XIX, destinada, casi un siglo después, a inspirar incluso la versión animada de Disney, que en 1951 haría aún más visible y alienante el mundo imaginado por Carroll.
Pero, ¿cuál es la historia detrás de las ilustraciones de la novela? Al principio, el autor intentó ilustrar él mismo el manuscrito de Alicia (aquí está el enlace a sus ilustraciones), pero pronto se dio cuenta de que hacía falta algo más para la publicación. Se necesitaba un trazo más seguro, que pudiera soportar la ambición del texto. La elección recayó en John Tenniel (Londres, 1820 - 1914), artista principal de Punch (revista satírica británica) y figura ya consagrada de la sátira ilustrada victoriana.
Tenniel dio sus primeros pasos en el mundo del arte formándose en la Royal Academy of Arts de Londres, donde practicó copiando esculturas clásicas, ilustraciones de libros de heráldica y trajes, así como escenas de representaciones en vivo. Hijo de un maestro de baile y esgrima, desarrolló una aptitud natural para representar el movimiento, pero su verdadera fuerza residía en su prodigiosa memoria visual, que le permitía reproducir rostros familiares y deformarlos con precisión satírica. Le gustaba dibujar observando directamente la realidad y se inspiraba especialmente en los gestos teatrales de los actores, elemento que brilla en muchas de sus obras. Su interés por la escena se manifiesta, por ejemplo, en un dibujo que representa una representación de la ópera Maritana, representada en el Theatre Royal Drury Lane en noviembre de 1845.
Su dibujo preciso y nítido, impregnado de ironía, parecía perfecto para ilustrar el manuscrito de Carroll, pero la invitación no fue aceptada con entusiasmo inmediato. Tenniel dudó. ¿Por qué? Ciertamente, el mundo de Alicia le intrigaba, pero la ausencia misma de una estructura narrativa tradicional le alarmaba. La historia del autor trastocaba cualquier principio lógico y eludía cualquier representación estable.
No obstante, la colaboración entre Carroll y Tenniel tomó forma, y no fue sin escrúpulos y minuciosas revisiones. El autor y el ilustrador compartían una obsesiva atención por el detalle. Una de las pruebas dibujadas para A través del espejo, ahora en la colección del Victoria and Albert Museum de Londres, lleva algunas de las observaciones autógrafas de Tenniel: "Cejas ligeramente desalineadas. Aclarar trazo en ceja y párpado. Las pestañas parecen excesivamente largas. Eliminar una línea entre la nariz y la mejilla. Añadir un toque de luz en la punta de la nariz. En realidad, las proporciones, las luces, las microexpresiones, los trazos, pretendían plasmar la ambigüedad y la extrañeza del texto. Así pues, resulta difícil imaginar la eficacia de Alicia, tanto en su forma escrita como en la adaptación de Disney, sin la intervención de Tenniel. Su interpretación gráfica, a medio camino entre lo grotesco y lo realista, fijó rostros y gestos que aún permanecen grabados en la memoria de generaciones. Y fueron precisamente esos rasgos, refinados y paradójicos al mismo tiempo, los que sirvieron de referencia a los artistas de Disney, que tradujeron las planchas del siglo XIX en imágenes animadas, saturándolas de color y proyectándolas en paisajes surrealistas.
En cualquier caso, el resultado de las ilustraciones fue sorprendente. Tenniel creó el aspecto visual, elaborando una galería de figuras que se convertirían en parte integrante de la cultura figurativa anglosajona. ¿Algunos ejemplos? El Conejo Blanco con chaleco y reloj, el Sombrerero con el sombrero marcado “10/6”, o la Reina de Corazones de sonrisa amenazadora, todos ellos personajes que aún hoy pueblan el bagaje simbólico de millones de lectores.
Las planchas de Tenniel, estrictamente en blanco y negro, fueron grabadas en bloques de madera por hábiles artesanos, según la práctica editorial de la época. Pero la artesanía no limitó la invención: al contrario, la forzó hacia soluciones sintéticas, esenciales, que aún hoy sorprenden por su fuerza expresiva. Tenniel dibujaba personajes con proporciones exageradas, poses teatrales, pero nunca caricaturas. El efecto era asombroso: un niño real se movía en un mundo en el que todas las reglas estaban patas arriba, pero el dibujo nunca sucumbía al desorden.
Un siglo después, en 1951, Disney asumió el reto de adaptar la novela al lenguaje de la animación. El signo de Tenniel fue metabolizado, transformado. La Alicia de Disney, rubia y de cara redonda, perdió la severidad de la protagonista victoriana, pero conservó su asombro y su firmeza. El verdadero cambio se produjo en el paisaje.
Árboles, flores parlantes y setos recortados con formas paradójicas se unen en una composición decorativa que no buscaba el realismo. El follaje curvilíneo, los troncos en espiral, los colores saturados e irreales evocan una reinterpretación posmodernista del estilo Arts and Crafts, en la que la naturaleza se convierte en un motivo ornamental, una cita, un pretexto para jugar con las formas. El mundo vegetal crece según principios gráficos y deliberadamente ambiguos. El tratamiento también se acerca a la pintura Naif, y en particular a las atmósferas densas e hipnóticas de Henri Rousseau. Como en sus selvas, la vegetación es aquí densa, aparentemente exuberante, pero construida sobre un artificio compositivo que revela su naturaleza mental. No hay intención naturalista, ni abstracción pura. Más bien hay un extraño equilibrio, en el que cada hoja decora más que ensombrece.
Otro elemento sorprendente de la versión Disney es el laberinto. En este caso, la dirección parece tomar prestadas ideas de Maurits Cornelis Escher: escaleras que se persiguen unas a otras con pasadizos que se abren sobre sí mismos y geometrías imposibles. El laberinto es la representación gráfica del absurdo, el símbolo concreto de un orden que se ha convertido en ilusión.
Las sugerencias que pueblan el mundo de Dinsey, de Rousseau a Escher, demuestran lo fértil que era la novela tanto a nivel artístico como literario. Y todo comienza, una vez más, con Tenniel. Su habilidad para construir un espacio gráfico coherente dentro de un universo incoherente ha creado un modelo con el que toda relectura posterior debe relacionarse. No es casualidad que muchas ediciones modernas de Alicia retomen, actualicen o citen abiertamente sus ilustraciones.
Además, no pocos artistas contemporáneos han reinterpretado el personaje de Alicia y sus visiones: desde Yayoi Kusama, que transformó a las protagonistas en formas psicodélicas y obsesivamente puntillistas, hasta Dorothea Tanning, cuyas figuras oníricas suspendidas entre la infancia y la perturbación evocaban atmósferas afines a las del País de las Maravillas. La conexión del artista con el Surrealismo fue deslumbrante: en 1936 visitó la exposición Fantastic Art, Dada, Surrealism en el Museo de Arte Moderno de Nueva York, calificándola de “epocal”. Fue allí donde, como contaría más tarde, pensó "¡Maldita sea! Puedo seguir adelante y hacer lo que siempre he hecho’. Tres años más tarde se embarcó rumbo a París con la intención de conocer a los surrealistas, pero el estallido de la II Guerra Mundial la obligó a regresar a Nueva York. Fue precisamente el conflicto el que atrajo a la ciudad a muchos escritores y artistas europeos exiliados, lo que permitió a Tanning entrar en contacto directo con el grupo que tanto había influido en su visión. También en ella se encuentran resonancias carrollianas: metamorfosis del cuerpo, espacios fluidos, pasajes entre la racionalidad y los sueños.
Un ejemplo de ello es Salvador Dalí, que en 1969 ilustró una edición especial de Las aventuras de Alicia en el país de las maravillas, publicada por Press-Random House en Nueva York. El volumen incluye un aguafuerte como frontispicio y doce heliografías, una por cada capítulo, en las que el universo visionario de Carroll se entrelaza con la inconfundible firma estilística del pintor catalán: colores fluidos, formas distorsionadas y una teatralidad suspendida entre el sueño y el simbolismo. Dalí quedó tan fascinado que incluso creó una escultura de bronce dedicada al protagonista, lo que confirma su implicación emocional con el personaje. No es de extrañar, por tanto, que la edición sea hoy una de las obras más codiciadas por los coleccionistas, hasta el punto de que uno de los pocos ejemplares en circulación alcanza los trece mil dólares.
Alicia sigue formando parte del mundo contemporáneo, precisamente porque cada época puede proyectarla en su propio universo diferente. Tenniel le dio una forma, Disney un ritmo, otros artistas han seguido reinventándola en clave pop, gótica, psicodélica. Pero ninguna de estas visiones borró las anteriores: simplemente se superpusieron. Al fin y al cabo, sabemos que en el País de las Maravillas todo cambia constantemente, sin repetirse jamás.
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.