Mimmo Jodice: 10 claves para conocer al gran fotógrafo


10 puntos para conocer la obra de Mimmo Jodice, uno de los grandes fotógrafos italianos. De la Nápoles metafísica a la luz como enigma, pasando por el Mediterráneo y la memoria de los lugares: un viaje a través de su visión poética e intemporal.

Mimmo Jodice, nacido en Nápoles en 1934, es una de las figuras más representativas de la fotografía italiana e internacional. Su obra, objeto de la exposición Mimmo Jodice. L’enigma della luce que acoge el Castillo de Udine (del 5 de abril al 4 de noviembre de 2025, comisariada por Silvia Bianco), abarca más de cincuenta años de investigación visual, desde la experimentación técnica hasta el relato poético de lugares y recuerdos. Sus imágenes en blanco y negro, impregnadas de un silencio metafísico y una luz evocadora, transforman la realidad en visión, el espacio en suspensión y el tiempo en reflexión.

La de Jodice es una fotografía artística que destaca por su equilibrio entre forma e intuición, por su capacidad para evocar emociones profundas a través de la aparente sencillez del claroscuro. Nápoles, su ciudad natal, es la protagonista de muchas de sus obras: no sólo un escenario, sino una lente a través de la cual observar la complejidad del vivir, hecho de tradiciones populares, dolor colectivo, estratificaciones históricas. Jodice es un fotógrafo que ha hecho de la cámara oscura su laboratorio interior, que ha fotografiado la ausencia para hablar de la presencia, y que sigue enseñándonos a ver “bien”, como él mismo dice, sólo si la luz acaricia adecuadamente las formas. He aquí, en 10 puntos, cómo entrar en el enigmático y visionario mundo de Mimmo Jodice.

Mimmo Jodice
Mimmo Jodice

1. El enigma de la luz

Para Mimmo Jodice, la luz no es simplemente un medio para hacer visible lo que está delante del objetivo, sino una sustancia poética y espiritual. Es a través de la luz como el artista da forma a la imagen, revela su alma oculta, pero sobre todo construye un universo que trasciende la realidad. La luz, sobre todo la que acaricia suavemente las superficies, es el elemento que dibuja las formas, hace resaltar sus detalles y, paradójicamente, sugiere lo que permanece invisible.

En las obras de Mimmo Jodice, el claroscuro se convierte en lenguaje expresivo: la sombra no es ausencia, sino presencia elocuente; la luz no es exposición, sino revelación. Es una luz mental, interior, que dice más de lo que muestra. Jodice ha sabido traducir la sencillez de la luz natural en una poderosa herramienta artística, capaz de generar reflexiones metafísicas. Sus tomas no “documentan”, sino que evocan atmósferas llenas de silencio y significado. Es precisamente en este enigma, en este juego entre lo visible y lo invisible, donde reside el corazón de su poética. “Ver bien. Sólo se puede tener un resultado excelente si hay luz que acaricie adecuadamente el modelado de las formas”: así lo dice el propio artista.

2. Experimentación y cuarto oscuro

La carrera de Mimmo Jodice está salpicada de una inagotable tensión por la experimentación. A partir de los años sesenta, comienza a cuestionarse no sólo el tema a fotografiar, sino el propio medio: la fotografía. El cuarto oscuro se convierte en su taller de alquimia visual, el lugar donde la realidad se desmonta y se recompone según una lógica personal y poética. Jodice manipula negativos, superpone imágenes, busca en el blanco y negro no una representación fiel de la realidad, sino su reinvención.

Para él, cada imagen es el resultado de un largo proceso de observación, espera e interpretación. El momento de la toma es sólo una fase. El trabajo en el cuarto oscuro es el alma de su creación: allí tiene lugar la transformación de la imagen en visión. Su método combina rigor técnico y libertad expresiva. A través de su investigación, Jodice nos muestra cómo la fotografía puede ser meditación, introspección, filosofía visual.

3. Nápoles: la ciudad en el centro de la poética de Mimmo Jodice

Nápoles no es sólo la ciudad donde nació y ha vivido Jodice: es el tejido del que bebe toda su poética. “La fotografía de Jodice”, escribe Silvia Bianco, "nace de un refinado proceso de investigación y creación que se enriquece con sus experiencias personales, con una vida vivida en Nápoles, ciudad que ha reinterpretado a lo largo de los años, inspiración de muchas de sus visiones. Desde sus primeras series fotográficas, la ciudad napolitana ha sido la protagonista de sus instantáneas. Con Chi è devoto, Jodice documenta las tradiciones religiosas populares de los años setenta, retratando un Nápoles impregnado de espiritualidad y rituales colectivos. Estas imágenes están vivas, llenas de participación emocional. Pero Nápoles también es dolor: en el proyecto I volti del cholera (1972), Jodice narra una epidemia que marca profundamente el rostro de la ciudad, registrando el drama humano con una mirada participativa e intensa.

En los años siguientes, sin embargo, su visión cambia. Con la serie Vedute di Napoli (Vistas de Nápoles ) (1980), el artista abandona la dimensión documental para adentrarse en la simbólica. La ciudad aparece vacía, intemporal, inmersa en un silencio enrarecido. La gente desaparece, y en su lugar surgen espacios suspendidos, arquitecturas espectrales, atmósferas metafísicas. Jodice nos muestra una Nápoles que ya no existe en tiempo real, sino que vive en una dimensión interior. Es el relato visual de una ciudad enigmática, alejada de estereotipos, restituida en su profundidad cultural y existencial.

Mimmo Jodice, Anamnesis, 1990 © Mimmo Jodice
Mimmo Jodice, Anamnesis, 1990 © Mimmo Jodice

4. La ausencia como tema

Uno de los rasgos más fascinantes de la obra de Jodice es la centralidad de la ausencia. Donde muchos fotógrafos buscan la presencia humana, la acción, la vida en movimiento, Jodice hace el gesto contrario: elimina casi por completo al hombre de la escena, pero deja rastros de él en el espacio. Sus imágenes urbanas, paisajes, interiores vacíos no están desiertos, sino llenos de silencio y memoria. La ausencia, en sus cuadros, no es vacío sino eco, es lo que queda después del paso. Es una ausencia densa, que quiere invitar a la reflexión, que cuestiona el tiempo y la historia.

En muchas series, el protagonista no es lo que se ve, sino lo que se percibe: la suspensión, la expectación, lo no dicho. Es un lenguaje visual que evoca la pintura metafísica, pero también el teatro de la ausencia querido por el siglo XX. Jodice construye espacios en los que el espectador está llamado a llenar los vacíos con su propia experiencia. Sus fotografías son umbrales abiertos al pensamiento. En este sentido, la fotografía se convierte en meditación. La ausencia no es negación, sino condición para ver realmente.

5. Trieste y la memoria de los lugares

En el proyecto Trouver Trieste de 1985-86, Jodice se enfrentó a una ciudad densa de estratificaciones históricas: Trieste. Encargado de interpretarla con su mirada, eligió dos lugares simbólicos: el Museo Winckelmann y la Risiera di San Sabba. En el museo, entre estatuas clásicas y restos antiguos, Jodice escenifica una reanimación visual del pasado con visiones poéticas del pasado.

En la Risiera, en cambio, el enfoque es más riguroso, dramático. Antiguo campo de concentración, la Risiera es un lugar de dolor. Jodice se enfrenta a él con respeto e intensidad, fotografiando su arquitectura desnuda, sus líneas nítidas, sus espacios cerrados. La luz aquí es dura, vertical, y construye una dimensión intemporal que invita al recuerdo. En ambos casos, la memoria no es sólo un objeto, sino una experiencia. Jodice restablece una conexión emocional con la historia, haciendo que los lugares hablen a través de la composición, la luz y el silencio.

6. El Mediterráneo y el tiempo suspendido

El Mediterráneo es para Mimmo Jodice un lugar del alma antes que un espacio geográfico. Sus raíces napolitanas le unen indisolublemente a este “mare nostrum”, entendido como cuna de la civilización, teatro de memorias colectivas, escenario eterno. Sus series fotográficas dedicadas al Mediterráneo -en particular El políptico de la Villa de los Papiros y Los rostros de la memoria- exploran este universo con ojos visionarios. Las estatuas antiguas, esculpidas en mármol e inmortalizadas por la cámara, parecen vibrar con vida propia.

En las imágenes de Jodice, la historia no sólo se representa, sino que se percibe. Las formas clásicas resurgen en la modernidad como presencias suspendidas, como reliquias cargadas de significado. Sus fotografías no buscan la belleza idealizada, sino la memoria sedimentada. Hay en ellas una tensión hacia la eternidad, una evocación de la permanencia de ciertas emociones humanas más allá de los siglos. El Mediterráneo, en este sentido, no es un fondo sino un personaje: testigo mudo de guerras, mitos, arte y espiritualidad. Jodice lo transforma en un espacio fuera del tiempo, donde lo antiguo y lo moderno se encuentran a través del lenguaje universal de la imagen.

Mimmo Jodice, El vientre del cólera, 1972 © Mimmo Jodice
Mimmo Jodice, El vientre del cólera, 1972 © Mimmo Jodice

7. La naturaleza entre la desorientación y la inquietud

En las obras más recientes de Jodice, la naturaleza adquiere un papel cada vez más central y simbólico. No se trata, sin embargo, de una naturaleza idílica y tranquilizadora. Al contrario, el paisaje natural -especialmente el que se mezcla con elementos arquitectónicos u objetos cotidianos- se convierte en un espacio ambiguo, casi inquietante. En la serie “Edén”, por ejemplo, las imágenes plantean preguntas inquietantes sobre nuestra relación con el medio ambiente. Los árboles se entrelazan con estructuras artificiales, los objetos cotidianos se cargan de significados oscuros, casi amenazadores.

La naturaleza, en estas obras, es un escenario donde se representa el drama de la alienación contemporánea. El fotógrafo observa cómo la presencia del hombre -a menudo invisible pero percibida- ha alterado radicalmente el paisaje. Hay una desorientación constante, una sensación de pérdida. Sin embargo, incluso en este escenario, Jodice consigue captar una belleza conmovedora, una poesía que emerge de las grietas. La naturaleza se convierte así en un lugar de reflexión sobre nuestro tiempo, soledad e identidad.

8. Ciudades del mundo

Tras narrar Nápoles, Jodice ha extendido su mirada a otras ciudades: Roma, Venecia, Boston, Montreal, Trieste. Vaya donde vaya, su enfoque sigue siendo coherente: no busca la representación turística ni la narración didáctica, sino una forma de introspección urbana. Sus ciudades son espacios recorridos por la mirada silenciosa del autor. La arquitectura se convierte en una estructura simbólica; las geometrías de los edificios, las líneas de calles y puentes, los vacíos entre espacios hablan de presencias invisibles.

En particular, Jodice se interesa por la relación entre la luz y la arquitectura. Como en un proceso escultórico inverso, deja que la luz esculpa las superficies, revele la identidad profunda del lugar. Sus fotografías urbanas nunca están abarrotadas: están suspendidas, son metafísicas, casi abstractas. En ellas se percibe la melancolía del tiempo que pasa, pero también una tensión hacia lo eterno. Las ciudades se convierten en espejos de la interioridad, teatros silenciosos de emociones no expresadas.

9. La influencia del lenguaje pictórico

La fotografía de Jodice está profundamente influida por el lenguaje pictórico, en particular por la pintura metafísica de Giorgio de Chirico. Sus composiciones revelan una atención casi maníaca a la forma, el equilibrio y la perspectiva. Las fugas arquitectónicas, las simetrías, los vacíos que dominan la escena son elementos que recuerdan una idea clásica de la belleza, pero también un sentido del misterio. En muchas de sus obras, el ojo se pierde en escenas silenciosas donde el espacio parece extenderse hasta el infinito, provocando vértigo y reflexión.

Incluso en los temas más simples -una estatua, una fachada, una escalera- Jodice busca una dimensión estética que va más allá de lo contingente. Cada detalle está elegido, cada sombra es intencionada. El resultado es una imagen que habla el lenguaje del arte visual, que dialoga con la historia del arte pero lo hace con una voz nueva.

Mimmo Jodice, Marina di Licola, Ópera nº 3, 2008 © Mimmo Jodice
Mimmo Jodice, Marina di Licola, Ópera n.3, 2008 © Mimmo Jodice

10. La contribución de Jodice a la fotografía

La contribución de Mimmo Jodice a la fotografía italiana e internacional es importante no sólo por la calidad estética y poética de sus imágenes, sino por la forma en que ha sabido transformar la fotografía en un instrumento de conocimiento, meditación y arte. Su trayectoria enseña que la imagen no sólo debe mostrar, sino hacer pensar; que cada toma puede contener toda una filosofía.

La principal razón de la originalidad de la fotografía de Jodice es quizá su mirada, que capta el sentido profundo de las cosas, que transforma la materia en símbolo, lo cotidiano en eterno. Para Silvia Bianco, Jodice es “una referencia para las nuevas generaciones por su capacidad de combinar innovación y refinamiento clásico”.


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