Petra Cortright, pixel art y emociones. Pero, ¿dónde acaba el artista y empieza el software?


La estadounidense Petra Cortright (Santa Bárbara, 1986) es una de las artistas digitales contemporáneas más interesantes: sus obras son el resultado de un profundo trabajo con herramientas como Photoshop y programas similares: pero ¿dónde acaba el artista y empieza el software?

En el corazón del paisaje digital contemporáneo, Petra Cortright se mueve como un jardinero cibernético, sembrando píxeles y cosechando emociones. Nacida en 1986 en Santa Bárbara (California) y formada entre el California College of the Arts y Parsons The New School for Design, Cortright comenzó su andadura artística explorando la intimidad a través del objetivo de una webcam. Pero es en sus “pinturas digitales” donde Cortright ha encontrado un lenguaje distintivo, fusionando la estética tradicional con las posibilidades que ofrece la tecnología. Utilizando programas como Photoshop, el artista superpone imágenes florales y paisajes oníricos, creando obras que evocan la delicadeza del impresionismo sobre soportes modernos como el aluminio.

Hay algo profundamente poético en la forma de “pintar” de Petra Cortright. No es poesía en el sentido tradicional: no hay versos, ni métrica, ni rima. Sin embargo, cada una de sus obras es una estrofa visual, una composición que vibra al ritmo de una estética que no pertenece ni al mundo físico ni enteramente al virtual. Es un arte que se mueve en ese espacio incierto donde las categorías se licúan: ¿pintura o renderización? ¿Representación o refracción? ¿Cuerpo o interfaz?

Petra Cortright. Fotos: Bank Gallery
Petra Cortright. Fotos: Bank Gallery

Entrar en contacto con una obra de Cortright no significa simplemente mirarla. Significa ser mirado por ella, incorporarse a un entorno sensorial en el que la distinción entre sujeto y objeto se rompe suavemente. El primer encuentro es casi siempre seductor: colores pastel, composiciones florales, fondos líquidos que parecen salidos de un sueño en modo Photoshop. Pero cuanto más tiempo se permanece en él, más se deforma el paisaje, revelando una sutil inquietud. ¿Qué estamos viendo realmente?

Cortright parece hacerse siempre la misma pregunta, pero cada vez con un lenguaje diferente. El medio digital le permite una libertad formal que nunca es un fin en sí mismo. Sus imágenes se producen utilizando infinitas capas en Photoshop, gigantescos archivos .psd, texturas encontradas en Internet, patrones de imágenes de archivo y fragmentos de sí misma. Sí, porque al fin y al cabo, incluso cuando no aparece directamente, como en su histórico vídeo de 2007 VVEBCAM, Petra siempre está dentro de la obra. Como un rastro genético, como una firma que no quiere declararse.

Y entonces, uno se pregunta: ¿dónde acabael artista y empieza el software? ¿Quién da forma a quién? Observando obras como DEATHKARZ (2018), uno no puede evitar percibir una especie de inteligencia distribuida, donde conviven la mano humana y el automatismo. No hay jerarquías. Quizá esa sea la verdadera revolución de su obra: rechazar la nostalgia de lo analógico y, al mismo tiempo, no ceder del todo a la frialdad de lo digital. Cortright trabaja en esa fisura, en ese punto de fricción entre el ser humano y la máquina. Y a partir de ahí da a luz imágenes.

Al observarla, a uno le recuerda al jardín zen, donde cada guijarro está cuidadosamente dispuesto y, sin embargo, el espectador sabe que nada está realmente quieto. Petra también compone espacios contemplativos, pero sus jardines no son silenciosos: vibran, palpitan, a veces fallan. Sin embargo, nunca son cínicos. No hay distanciamiento en lo que hace, ni siquiera cuando ironiza, ni siquiera cuando provoca. Siempre hay un afecto sutil, una delicadeza que parece susurrar: “no hay nada que entender, sólo que sentir”.

Petra Cortright, VVEBCAM (2007; vídeo grabado con webcam, color, sonido, duración 1'43''; Nueva York, MoMA)
Petra Cortright, VVEBCAM (2007; vídeo grabado con webcam, color, sonido, duración 1’43’’; Nueva York, MoMA)
Petra Cortright, Deathkarz (2018; pintura digital sobre papel satinado, 101,5 x 76 cm; Colección Privada)
Petra Cortright, Deathkarz (2018; pintura digital sobre papel satinado, 101,5 x 76 cm; Colección privada)
Petra Cortright, 007 goldeneye_todos los personajes engañan (2013; pintura digital sobre aluminio, 121,9 x 162,6 cm; Colección particular).
Petra Cortright, 007 goldeneye_todos los personajes engañan (2013; pintura digital sobre aluminio, 121,9 x 162,6 cm; Colección Privada)
Petra Cortright, ELLE+DAILY EFFECT CIRCUIT eagle eye save tonight (2023; pintura digital sobre lino belga, 121,9 x 1774,6 cm)
Petra Cortright, ELLE+DAILY EFFECT CIRCUIT eagle eye save tonight (2023; pintura digital sobre lino belga, 121,9 x 1774,6 cm)
Petra Cortright, BENGAL TIGER_beurteilungsschreiben Better Homes and Gardens (2021; pintura digital sobre aluminio, 149,9 x 215,9 cm)
Petra Cortright, BENGAL TIGER_beurteilungsschreiben Better Homes and Gardens (2021; pintura digital sobre aluminio, 149,9 x 215,9 cm)

Y entonces nos preguntamos: ¿no es éste el verdadero reto delarte actual? En un mundo en el que todo debe tener un significado, un mensaje, una posición, Petra Cortright nos invita a volver al placer de ver, al poder de una superficie que no oculta un abismo, sino que ya es, en sí misma, profundidad.

Su obra no nos pide que seamos expertos. No nos pide que interpretemos, sino que entremos, como se entra en un paisaje desconocido, con curiosidad y respeto. ¿Qué ocurre si nos dejamos llevar? ¿Si dejamos de preguntarnos qué significa y empezamos a preguntarnos qué nos hace? Tal vez, su arte no sea más que una forma de ecología emocional. Una invitación a prestar atención a las superficies, a tratar con cuidado incluso lo “virtual”, a recordarnos que hasta un píxel, si se cultiva con gracia, puede florecer.


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