Hay polémica en Alemania por una obra del artista italiano Costantino Ciervo (Nápoles, 1961) expuesta en el Museo Fluxus+ de Potsdam: el cuadro representa a Ana Frank con una keffiyeh sobre los hombros y ha sido acusado de antisemitismo. El museo privado acoge actualmente una exposición titulada COMUNE - Das Paradox der Ähnlichkeit im Nahostkonflikt ("Común - La paradoja de la similitud en el conflicto de Oriente Medio"), comisariada por el artista italiano Costantino Ciervo. La obra que desencadenó la polémica retrata a la joven alemana, nacida Annelies Marie Frank, que se ha convertido en símbolo universal de la tragedia de la Shoah, vestida con el tradicional chal palestino, atenta a escribir en una moderna tablilla. La imagen provocó una inmediata y dura reacción de diversas organizaciones judías y autoridades diplomáticas. La Embajada de Israel en Alemania calificó la obra de ejemplo de deslegitimación del Estado judío y de peligrosa relativización del exterminio nazi.
La figura de Ana Frank, que murió en 1945 en el campo de concentración de Bergen-Belsen tras esconderse en Ámsterdam huyendo de la persecución racial, es un pilar de la memoria histórica europea. Para los críticos, el uso de su imagen asociada a símbolos políticos actuales constituye una instrumentalización inaceptable de su biografía. Kai Diekmann, presidente del círculo de amigos de Yad Vashem y ex director del diario Bild, calificó la obra de “falsificación cínica de la historia”, subrayando que las víctimas del Holocausto no deben servir de modelo para las disputas políticas contemporáneas. Diekmann también advirtió que equiparar implícitamente el destino de Ana Frank con el del pueblo palestino, o sugerir un paralelismo entre la política israelí y la de la Alemania nazi, cruza la línea del antisemitismo.
Volker Beck, presidente de la Sociedad Germano-Israelí, presentó una querella criminal contra los responsables de la exposición, acusándoles de insultar la memoria de los muertos y trivializar la Shoah. Beck afirma que el cuadro niega las condiciones reales de persecución sufridas durante el Holocausto, convirtiendo a una víctima del nazismo en un activista político o en un símbolo de la resistencia nacional palestina. Esto, según el político, ofendería la dignidad de las víctimas, sugiriendo una comparación indebida entre el genocidio nazi y el conflicto de Gaza.
Costantino Ciervo, napolitano pero residente en Berlín desde hace mucho tiempo, es conocido por sus obras, a menudo provocadoras, y defendió su visión creativa. Con su proyecto, Ciervo quería promover una reflexión crítica sobre los conflictos y las similitudes que pueden unir a culturas aparentemente distantes. En sus notas ilustrativas, el artista explicó que la imagen de Ana Frank no pretendía ser ofensiva, sino que, por el contrario, pretendía ser un llamamiento universal contra toda forma de violencia y un llamamiento a la justicia y la humanidad. Para la artista, la combinación de memoria histórica y realidad actual sirve para tematizar la propia cuestión del genocidio como un fenómeno que cuestiona la conciencia colectiva. Ciervo también publicó un vídeo en su página de Facebook para reiterar su postura.
El museo Fluxus+, a través de su director ejecutivo Tamás Blénessy, confirmó su voluntad de no retirar la obra, a pesar de las presiones externas. Blénessy rechazó categóricamente las acusaciones de antisemitismo y afirmó que la censura del contenido de la exposición está descartada. La dirección del museo considera la obra un símbolo de condena de la violencia y respondió a las críticas colocando junto al cuadro una declaración en la que se reitera que el recuerdo de la Shoah debe servir de advertencia universal. Sin embargo, la dirección describió la acción legal emprendida como un claro intento de intimidar a la institución y al artista.
No obstante, se propuso que la propia comunidad redactara un texto de comentario, que se expondría junto al retrato de Ana Frank, para exponer sus opiniones y críticas a los visitantes. Anteriormente también se habían barajado hipótesis más drásticas, como cubrir la imagen con una cortina acompañada de una advertencia sobre un posible contenido sensible, pero la elección final recayó en el diálogo textual.
La exposición “COMÚN”, que se clausurará el 1 de febrero, no se limita al caso de Ana Frank. La exposición utiliza tecnologías de inteligencia artificial para transformar retratos de palestinos, colocados frente a mapas geográficos, en “gemelos visuales” que luego se exhiben con la estrella de David, tratando de investigar el concepto de identidad espejo en el conflicto.
El mundo político local también intentó intervenir en el asunto. Andreas Büttner, comisario de antisemitismo del estado de Brandeburgo, sugirió inicialmente que retirar la imagen sería la solución más fácil para respetar los sentimientos de la comunidad afectada. Más recientemente, la alcaldesa de Potsdam, Noosha Aubel, asumió el papel de mediadora, afirmando que la complejidad de la situación sólo podía resolverse mediante una confrontación directa y respetuosa entre las partes. Aubel reconoció que, aunque la exposición fue comisariada siguiendo criterios científicos y artísticos, no se puede ignorar la sensación de malestar y profunda preocupación que genera en las organizaciones judías, especialmente a la luz del clima mundial de inseguridad.
El debate sigue abierto y forma parte de una reflexión más amplia sobre la función del arte contemporáneo en la reelaboración del trauma histórico. Por un lado está la necesidad de preservar la especificidad y singularidad de la Shoah de cualquier forma de yuxtaposición indebida, y por otro la necesidad de algunos artistas de hacer “vivo” y universal ese símbolo para denunciar el sufrimiento del presente. La Fiscalía de Potsdam sigue examinando las denuncias recibidas, pero aún no se ha pronunciado en detalle sobre la naturaleza de los cargos. Mientras tanto, la exposición continúa.
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| Ana Frank con un kéfiyeh: tormenta en Alemania por la obra de un artista italiano |
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