Es sólo arte, o más bien arquitectura, en el caso de la Bienal de Venecia 2025, dirán algunos. Pero en la exposición internacional, que este año se inaugura el 10 de mayo, como en todos los espacios que cuentan el mundo, de la Expo a las Olimpiadas, se ven y reflejan de forma nítida las convulsiones de un mundo en cambio. En el caso de la Bienal de Venecia, una feria histórica e historizada, en una doble vía. Por un lado, cualquier estado reconocido por Italia tiene derecho a participar en la exposición con su propio pabellón nacional de forma gratuita, razón por la cual, por ejemplo, Kosovo (reconocido por más de ochenta países, entre ellos Italia) participa desde hace tiempo, pero no Palestina (reconocida por más de ciento cuarenta países, pero no Italia). Por otro lado, una treintena de Estados tienen espacios “fijos”, en propiedad o alquilados desde hace décadas, en los Giardini, el espacio más antiguo y prestigioso de la Bienal, o en algunos casos (como Italia) en elArsenale, mientras que todos los demás tienen que buscar y pagar su propio espacio año tras año: bien en la nueva zona del tese del Arsenale, gestionada por la propia Bienal, que acoge una veintena de pabellones, bien en los alrededores de la ciudad de Venecia.
Cada año entran en la exposición nuevos Estados y nuevos mercados: este año participan por primera vez Togo, Omán y, con un pabellón central en el Arsenale, Azerbaiyán. Que por cierto está llevando a cabo una ocupación militar de Nagorno Karabaj, territorio armenio del que quiere apoderarse, o más bien ya se ha apoderado. Pero es en los Giardini, este año como siempre, donde se desarrolla la actualidad “geopolítica” de la Bienal de Arquitectura 2025. De Gaza a Moscú.
El 8 de mayo se inauguró el Pabellón de Qatar: como ya hemos escrito, es más único que raro. El primer pabellón permanente concedido en los Giardini en treinta años, a una nación que nunca antes había participado en la Bienal. No hubo tiempo de construir un edificio (que estará listo el año que viene y diseñado por Lina Ghotmeh), así que este año hay una instalación temporal en los Giardini, el Centro Comunitario de Yasmeen Lari. Pero está en la zona del futuro pabellón, muy cerca del pabellón central de la Bienal.
Aclarando con orgullo la relevancia de la operación en los planes de Qatar estaba Jequesa Al Thani, plenipotenciaria cultural del emirato y hermana de éste, responsable del “desembarco” en Venecia desde el principio. Vestida al estilo occidental, de hecho informal, con gafas negras en la cabeza, subrayó: “Estamos aquí para dar voz a las historias de nuestra región, no con compromiso, sino con confianza. No queremos estar aquí como extranjeros, sino como narradores”. Esto, dijo Al Thani, no será sólo un pabellón, sino un hogar. La primera instalación es obra de un arquitecto pakistaní, el pabellón lo diseñará un arquitecto libanés que vive y trabaja en París. Qatar utilizará ese espacio para aumentar su papel como actor internacional en toda la región de Menasa, Oriente Próximo, Norte de África y Sur de Asia.
También estuvieron presentes el alcalde de Venecia, Luigi Brugnaro, y el presidente de la Bienal, Pietrangelo Buttafuoco, quien declaró: "Este es el jardín de la diplomacia. Las reglas de la diplomacia contemporánea no se dicen, porque no es el caso, en las inauguraciones: Qatar, para conseguir (también) este resultado histórico, ha donado también 50 millones a la ciudad de Venecia en 2024. Y a partir de ahora jugará en los Giardini como protagonista, en medio de decenas de pabellones europeos.
Otra auténtica novedad concierne al pabellón de Rusia, uno de los más históricos de los Giardini, fechado en 2014. En marzo de 2022, tras el inicio de la invasión rusa de Ucrania, la Bienal había redactado un comunicado muy claro de apoyo a la resistencia ucraniana, afirmando que rechazaría “cualquier forma de colaboración con quienes han llevado a cabo o apoyan un acto de agresión de una gravedad sin precedentes”, y que no aceptaría “la presencia en sus eventos de delegaciones oficiales, instituciones y personalidades vinculadas de alguna manera al gobierno ruso”, que en el mismo comunicado se definía también como el “régimen ruso”.
Este año, sin embargo, Rusia aparece completamente rehabilitada, a pesar de la guerra que aún continúa. Tanto es así que el programa educativo de la Bienal se celebra dentro del pabellón ruso (que en 2022 y 2023 había estado cerrado, y en 2024 había acogido a Bolivia, por decisión rusa), ya que en el pabellón central hay obras en curso. De hecho, en un nuevo comunicado se lee que “tras una petición de la Bienal y un acuerdo de colaboración, la Federación Rusa pondrá a disposición el Pabellón Ruso en los Giardini durante toda la duración de la Bienal de Arquitectura 2025, ofreciendo así una oportunidad de cooperación y visibilidad para actividades dirigidas a universidades, escuelas, familias y público en general, como parte del proyecto Educativo de la Bienal”. Las frases de condena a las políticas agresivas desaparecieron.
El pabellón de Israel, en cambio, no se disputará este año, a pesar de la masacre que se está produciendo en Gaza y que suscita cada vez más quejas internacionales. La razón es sencilla: no estará allí. Está cerrado por obras, anunciadas para junio de 2024, y que podrían terminar no muy pronto, escribe el diario israelí Haaretz.
Es difícil creer que no esté relacionado con lo que ocurrió el año pasado: primero una petición internacional pidiendo a la Bienal que boicoteara el pabellón (como hizo durante décadas con la Sudáfrica del apartheid), luego el propio pabellón permaneciendo cerrado, ante la protesta de artistas y comisarias, mostrando un único mensaje, durante todos los meses de la exposición: no reabriremos “hasta el alto el fuego y la liberación de los rehenes”. Ninguna de las dos cosas ha sucedido todavía. Y de nuevo, el segundo día de la inauguración, una procesión a la que asistieron cientos de personas, dentro de los Jardines de la Bienal (algo no visto en décadas) contra el “pabellón del genocidio” y las políticas de la Bienal que no harían lo suficiente para condenar las acciones del gobierno israelí.
La Bienal se abre así con un mundo en transformación, entre Giardini con pabellones cerrados, reabiertos o completamente nuevos.
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