La copia en bronce de la Venus de Médicis ya no da la bienvenida a los visitantes en el vestíbulo de laOficina Federal de Servicios Centrales y Asuntos Patrimoniales de Berlín-Weissensee. Tras años de silenciosa presencia en el espacio institucional, la estatua desapareció hace seis meses, sin explicación oficial. Su ausencia suscitó interrogantes, llevando a algunos empleados y ciudadanos incluso a escribir a los periódicos en un intento de aclarar el motivo de la retirada.
La respuesta no llegó hasta hace poco y atrajo cierta atención mediática y cultural: la estatua se percibía supuestamente como “sexista”. Fue la responsable de Igualdad de Oportunidades de la Oficina Federal quien señaló la supuesta crítica. Sugirió que la representación de la figura femenina desnuda, aunque clásica y vinculada a un canon artístico históricamente establecido, podría ser problemática en relación con el cumplimiento de las disposiciones de la Ley Federal de Igualdad de Oportunidades. En consecuencia, se inició una evaluación interna y la administración decidió retirar la obra.
La intervención suscitó un debate sobre el propio concepto de percepción en el contexto público, en particular sobre la medida en que el criterio de posible ofensa, aunque no esté explícitamente registrado, puede orientar las opciones patrimoniales y simbólicas. La Venus de Médicis, en esta copia de principios del siglo XVIII, se considera de hecho una de las reproducciones en bronce más exactas del original en mármol, conservado en la Galería de los Uffizi de Florencia. La escultura, en su original y en las numerosas copias posteriores, representa una interpretación del cuerpo femenino según el ideal de belleza de la época helenística, retomado y consolidado durante el Renacimiento y en los siglos siguientes.
También complica la cuestión la historia particular de la copia en bronce. La obra perteneció a Hermann Göring, uno de los máximos jerarcas del régimen nacionalsocialista, quien, al final de la Segunda Guerra Mundial, en un intento de ocultar su propiedad y escapar a la confiscación, ordenó esconderla en el lago Großdöllner, no lejos de Berlín. Allí permaneció durante décadas, hasta que en 1990 fue recuperado y restaurado. Desde entonces, estaba asignada a la Oficina Federal de Servicios Centrales y Asuntos Patrimoniales, donde se exhibía como parte del patrimonio histórico-artístico público.
Con la reciente decisión, la estatua abandonó el edificio administrativo para encontrar un nuevo hogar en el Museo Grassi de Leipzig, uno de los institutos museísticos más importantes del este de Alemania. El recinto, especializado en artes aplicadas, alberga ahora también la Venus en su colección permanente. Olaf Thormann, director del museo, acogió con satisfacción la obra, subrayando implícitamente cómo la musealización puede ser a veces una solución pragmática en los casos en que una obra de arte suscita polémica en el contexto de un espacio público no destinado a la exposición.
“El desnudo femenino, como el masculino, siempre ha existido. Derivar sexismo de ello pone en entredicho no sólo toda la historia del arte, sino la idea de algo profundamente humano”, señaló Thormann.
La obra, que comenzó como un ideal de belleza y armonía, se convierte ahora en un símbolo involuntario de las tensiones entre patrimonio e ideología, entre identidad cultural y nuevas sensibilidades. Su trayectoria, de objeto coleccionado por un jerarca del Tercer Reich, a escultura sumergida y luego restaurada, a retirada por supuesta ofensa, refleja así una paradoja que sigue alimentando el debate público: ¿qué se puede mostrar hoy sin ofender?
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Retirada por... Sexismo: la Venus de los Médicis pasa de un cargo público a un museo |
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