Obras sobre papel de Sandro Chia: un territorio de libertad


En las obras sobre papel de Sandro Chia, esa densidad visual y narrativa que siempre ha acompañado a sus investigaciones se manifiesta con mayor inmediatez. Y para Chia, el papel es un soporte privilegiado. Un perfil de su producción sobre papel.

En la compleja y estratificada trayectoria artística de Sandro Chia (Florencia, 1946), el papel nunca ha sido un mero soporte secundario: esta tesis está también en el centro de la reciente exposición Sandro Chia. Los dos pintores. Obras sobre papel 1989-2017 (Lecce, Fondazione Biscozzi | Rimbaud, del 22 de febrero al 15 de junio de 2025, comisariada por Lorenzo Madaro). El papel es un ámbito del arte de Chia a menudo poco considerado, pero para el artista toscano resulta crucial.

El trabajo sobre papel es un territorio que Chia ha frecuentado con continuidad y autonomía, alternando materiales y técnicas (gouache, témpera, lápices, tintas) sin tratarlo nunca como unejercicio preparatorio. Es más bien sobre el papel donde la densidad visual y narrativa que siempre ha acompañado a sus investigaciones se manifiesta con mayor inmediatez: cuerpos, máscaras, alegorías, escenas grotescas y caricaturescas, paisajes de la memoria y visiones desilusionadas, se mezclan en un flujo que, por inestable que sea, parece perfectamente coherente con la identidad del artista. “Observando la larga trayectoria italiana e internacional de Chia”, escribe Lorenzo Madaro, “uno se da cuenta de que este medio ha sido un ámbito privilegiado frente a la producción coetánea de otros ciclos consagrados en palimpsestos expositivos italianos e internacionales”. Chia es “un artista que no se interesa por el tiempo ordinario de las cosas, sino por el tiempo del hombre en su esfera más íntima pero también más universal, porque es un artista humanista, capaz de hablar a los hombres de sí mismos, gracias a esos cuerpos extáticos y dinámicos y a esos rostros a la vez monumentales y dulces que acompañan sus imágenes desde hace unos cuarenta años”.

Sandro Chia, Sin título (2000; técnica mixta sobre papel, 30,6×22,4 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, cortesía de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (2000; técnica mixta sobre papel, 30,6×22,4 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, cortesía de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (1989; técnica mixta sobre papel, 32 × 24 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1989; técnica mixta sobre papel, 32 × 24 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (1990; técnica mixta sobre papel, 29×20,4 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1990; técnica mixta sobre papel, 29 × 20,4 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (1990; técnica mixta sobre papel, 29,7 × 21 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1990; técnica mixta sobre papel, 29,7 × 21 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (1995; técnica mixta sobre papel, 25,5 × 18,4 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, cortesía de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1995; técnica mixta sobre papel, 25,5 × 18,4 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (1995, técnica mixta sobre papel, 31,8 × 23,8 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1995; técnica mixta sobre papel, 31,8 × 23,8 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena

Chia, nacido en 1946, llegó a Roma en 1970 procedente de una Florencia ya marcada por las tensiones entre clasicismo y experimentación. Su primera exposición en la Galleria La Salita en 1971 marcó un comienzo aún inmerso en dinámicas conceptuales, pero ya imbuido de una necesidad de imagen y figura que se abría paso en la clandestinidad. “Me dedicaba a la pintura sin decirlo. Pintar en aquella época... estaba penado con la muerte”, declararía años después. En aquellos años, en un entorno aún dominado por la severidad del arte conductista y poverista, el acto de pintar podría haber parecido fuera de tiempo. Sin embargo, ya entonces Chia comenzó a buscar un lenguaje capaz de combinar visión y concepto, ironía y construcción, gesto y narración.

El papel, en su caso, se presenta como un espacio intermedio, poroso, donde estas tensiones pueden habitarse con mayor libertad. Lejos de ser bocetos o ensayos, las obras sobre papel de Chia son verdaderas obras terminadas. Es en este soporte donde su imaginación puede deformar, condensar, estilizar, sin preocuparse demasiado por el acabado. Tampoco se trata de un ejercicio formal: el papel es el lugar donde Chia cuestiona continuamente las imágenes que procesa, volviéndolas a poner en circulación, superponiéndolas, transformándolas.

En el contexto histórico en el que Chia se estableció, la pintura (la entendida en sentido clásico) parecía por entonces un lenguaje anticuado, muchos lo habían dado por muerto en repetidas ocasiones. Y sin embargo, entre finales de los setenta y principios de los ochenta, un pequeño grupo de artistas italianos -entre los que se encontraba Chia, junto con Enzo Cucchi, Francesco Clemente, Mimmo Paladino y Nicola De Maria- comenzó a devolver la centralidad a la figura, a la narrativa, al color, sin renunciar al peso teórico y a la conciencia crítica de los años anteriores. Es la Transvanguardia, definida y acompañada por el pensamiento de Achille Bonito Oliva, que subraya la voluntad de estos artistas de moverse en un “laberinto”, escarbando en la materia misma de la imagen.

En este contexto, el dibujo y el papel se convierten en herramientas privilegiadas. Para Chia, en particular, no se trata ni de un retorno nostálgico ni de una rendición académica: su relación con el arte del pasado -desde el del siglo XIV hasta el de las vanguardias- está hecha de reconocimientos y desviaciones, apropiaciones irónicas, choques y reescrituras. Las figuras, incluso las más icónicas, se descomponen, se teatralizan, se empujan hacia un tono que nunca es puramente épico, pero tampoco reductivamente cómico. Uno piensa en su Pinocho, emblema de la metamorfosis y la ambigüedad, criatura incierta entre el dibujo infantil y la tragedia existencial que vive también, y quizás sobre todo, en sus obras sobre papel.

En el corpus gráfico de Chia, su mirada introspectiva se vuelve instintiva y programática al mismo tiempo: los personajes, los amantes, la soledad, los gestos casi pantomímicos, son piezas de un repertorio que refleja el tiempo humano más que la crónica. Porque a Chia no le interesa representar el tiempo histórico, sino el tiempo interior, colectivo, arquetípico. En este sentido, el papel se convierte enun lugar de revelación y al mismo tiempo de inestabilidad, donde todo puede cambiar: los trazos se alargan, los colores se aclaran, las anatomías se deforman, las expresiones se vuelven grotescas o melancólicas. Y cada trazo es a la vez un cuento y una crisis del cuento.

Sandro Chia, Sin título (1995, técnica mixta sobre papel, 22,4 × 17 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1995, técnica mixta sobre papel, 22,4 × 17 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, cortesía de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (1998; técnica mixta sobre papel, 29,8 × 20 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1998; técnica mixta sobre papel, 29,8 × 20 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (1998; técnica mixta sobre papel, 34,5 × 24,4 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (1998; técnica mixta sobre papel, 34,5 × 24,4 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (2000; técnica mixta sobre papel, 22,4 × 16,8 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (2000; técnica mixta sobre papel, 22,4 × 16,8 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (2010; técnica mixta sobre papel, 26,5 × 21 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, cortesía de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (2010; técnica mixta sobre papel, 26,5 × 21 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, con permiso de Galleria Mazzoli, Módena
Sandro Chia, Sin título (2017; técnica mixta sobre papel, 29,4 × 21 cm). Fotografía: Rolando Paolo Guerzoni, cortesía de Galleria Mazzoli, Módena.
Sandro Chia, Sin título (2017; técnica mixta sobre papel, 29,4 × 21 cm). Foto: Rolando Paolo Guerzoni, cortesía de Galleria Mazzoli, Módena.

Este trabajo continuo sobre la imagen (que casi nunca es meramente ilustrativa, sino que siempre está cargada de tensión semántica) ha permitido a Chia construir, con el tiempo, un imaginario sólido pero nunca estático. Hay muchas almas en el dibujo de Chia, así como en el de los artistas de la Transavanguardia, como reconoció en su día el propio Bonito Oliva, escribiendo en el catálogo de la exposición de la Transavanguardia celebrada en el Kunstverein de Bonn en 1980: “El dibujo en las obras de Chia, Clemente, Cucchi y Paladino es signo, friso, imagen, efigie, línea, esbozo, arabesco, paisaje, plano, diagrama, perfil, silueta, viñeta, ilustración, figura, escorzo, estampa, recorte, boceto, molde, caricatura, claroscuro, grafito, grabado, mapa, litografía, pastel, aguafuerte, silografía. Las herramientas pueden ser: carboncillo, lápiz, bolígrafo, pincel, lápiz, compás, transportador, escuadra, pantógrafo, regla, regla, sfumino, plantilla. El proceso puede ser: arabesco, calcar, componer, copiar, borrar, corregir, pulir, derivar. El resultado: campo, contorno, sombra, ornamento, perspectiva, sombreado”. La referencia al dibujo como elemento central en la Transvanguardia, bien descrita en los textos teóricos de Bonito Oliva, encuentra un excelente ejemplo en Chia. En sus obras sobre papel, de hecho, el dibujo no es sólo una línea o un contorno: es una forma de pensar con las manos, y la variedad de herramientas empleadas da testimonio de una práctica que es a la vez analítica e instintiva.

El papel, por tanto, es para Chia un territorio de libertad, pero también de desafío. Un lugar donde medirse con la memoria del arte, sin estar nunca sometido a ella, y con la propia imaginación. El valor de la obra sobre papel de Chia reside precisamente en mostrar la inestabilidad como figura de la coherencia, en proponer una lectura estratificada y no lineal de un artista que siempre ha rechazado los caminos unívocos.

Hoy, tras regresar a su Toscana natal después de pasar años entre Nueva York y las principales galerías internacionales, Chia sigue trabajando sobre papel con la misma energía e ironía que siempre han distinguido su obra. Y en su obra, el papel se convierte en un mapa de su pensamiento visual, un archivo vivo de figuras que hablan al hombre de sí mismo, sin respuestas definitivas, pero con la urgencia de seguir imaginando.


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