El decreto Madia es ley: enormes riesgos para el arte, la cultura y el paisaje. Pero esperamos la inconstitucionalidad.


El decreto Madia ha sido aprobado y se ha convertido en ley: recordemos lo que la reforma de la administración pública podría poner en peligro la protección del arte y el paisaje.

A pesar de los llamamientos, artículos y coros de voces autorizadas en contra, ayer el decreto Madia fue aprobado en el Senado y se convirtió así en ley. Por supuesto, se trata de una ley de delegación y, para verla en pleno vigor, habrá que esperar a los decretos de aplicación del gobierno, aunque las esperanzas de que se dé marcha atrás en el texto de la ley son, de hecho, nulas: es difícil esperar que el gobierno dicte decretos que vayan en contra de una ley iniciada por el gobierno. Y es inútil ocultar que la noticia ha decepcionado a los casi veinticinco mil firmantes, entre ellos nosotros, de la petición “Así no se mata el artículo 9 de la Constitución”, firmada, entre otros, por personalidades como Dario Fo, Massimo Bray, Andrea y Vittorio Emiliani, Carlo Ginzburg, Salvatore Settis, Sergio Staino, Tomaso Montanari, Francesco Caglioti, Maria Pia Guermandi, Stefano Rodotà.... y por un gran número de ciudadanos que albergan un profundo desprecio por la culturalfobia, por utilizar el acertado término propuesto por Luca Rota, demostrada por las acciones de este Gobierno, a años luz de sus propias palabras.

Renzi e Madia
Marianna Madia y Matteo Renzi. Imagen de Business Online distribuida bajo licencia Creative Commons


¿Por qué se habla en la petición de “violación del artículo 9 de la Constitución” y del “ataque más grave al sistema de protección del paisaje y del patrimonio cultural jamás perpetrado por un gobierno de la República Italiana”? En los últimos días hemos hablado del decreto Madia, pero conviene recapitular qué medidas, ahora aprobadas, afectan de cerca a la protección del arte y el paisaje:

  • Introducción del Silencio de Asentimiento en las relaciones entre administraciones públicas, a la que se dedica todo el artículo 3 del texto aprobado en el Senado. Leamos algunos pasajes destacados: “En los casos en que se prevea la obtención de consentimientos, conciertos o nulla osta, cualquiera que sea su denominación, de las Administraciones públicas y de los gestores de bienes o servicios públicos para la adopción de medidas normativas y administrativas de la competencia de otras Administraciones públicas, las Administraciones o gestores competentes comunicarán su consentimiento, concierto o nulla osta en el plazo de treinta días desde la recepción del proyecto de la medida, acompañado de la documentación pertinente, por la Administración actuante. El plazo quedará interrumpido si la administración o gestor que deba prestar su consentimiento, concierto o nihil obstat presenta requerimientos de consulta o solicitudes de modificación, justificadas y formuladas de forma precisa dentro del mismo plazo. En tal caso, el asentimiento, acuerdo o nulla osta deberá prestarse dentro de los treinta días siguientes a la recepción de los elementos preliminares o del esbozo de la medida; no se admiten más interrupciones del plazo. Transcurrido este plazo sin que las administraciones responsables de responder a una solicitud se manifiesten, el asentimiento ”se considerará adquirido“. Y por si lo anterior fuera demasiado vago, el apartado 3 establece que ”lo dispuesto en los apartados 1 y 2 será también de aplicación a los supuestos en los que para la adopción de medidas normativas y administrativas de la competencia de las Administraciones públicas sea necesaria la obtención de consentimientos, conciertos o nulla osta, cualquiera que sea su denominación, de las Administraciones encargadas de la protección del medio ambiente, del paisaje-territorio, del patrimonio cultural y de la salud de los ciudadanos". ¿Cuál es el riesgo real de esta medida? Luz verde a las intervenciones invasivas en el paisaje (por ejemplo, la cementación): si un constructor que pretende realizar obras impactantes no recibe un dictamen de la Superintendencia en los plazos fijados por la ley, podrá empezar a construir.
  • Confluencia de las superintendencias en las prefecturas. En el artículo 8, inciso 1e del texto aprobado, se lee que se dispondrá la “transformación de la Prefectura - Dirección Territorial del Gobierno en Dirección Territorial del Estado” y la consecuente “confluencia en la Dirección Territorial del Estado de todas las direcciones periféricas de las administraciones civiles del Estado”. ¿El verdadero riesgo? El de ver las superintendencias terriblemente mermadas, cuando no realmente desmanteladas, con funcionarios y empleados dependientes del prefecto. Esto provocará probablemente una gran confusión de competencias, ya que el organismo encargado de la protección del arte, el medio ambiente y el paisaje pasará, en el mejor de los casos, a depender de otro organismo. Y sobre por qué es enormemente erróneo confiar la protección del paisaje a los prefectos, Tomaso Montanari escribía en Repubblica.
  • No olvidemos la posible supresión del Cuerpo Forestal del Estado: el apartado 1a del artículo 8 prevé la “reorganización del Cuerpo Forestal del Estado y su posible absorción en otro cuerpo de policía”. Esto fue suficiente para desatar la ira de los forestales, que salieron a la calle en Roma para protestar frente al Panteón, contra Renzi y el PD que están “destruyendo el cuerpo forestal” al permitir que el medio ambiente y la naturaleza sean “vendidos por un spot electoral”.

En resumen: podemos decir que la reforma de la administración pública pone en peligro la protección de nuestro patrimonio, que es lo más preciado para nosotros. Y este ataque descarado a la protección proviene de un Gobierno que, caso probablemente único en el mundo, lleva a cabo la lucha contra la ineficiencia mediante la desregulación, en lugar de con medidas sensatas encaminadas a reducir el despilfarro, fomentar la transparencia y agilizar los procesos. Un gobierno no querido por nadie, que ni siquiera es expresión de un resultado electoral, ya que está compuesto por elementos que estaban en bandos opuestos en las últimas elecciones. Un gobierno que, por tanto, no es expresión de ninguna voluntad popular y que está presidido por un presidente del Gobierno que, para anunciar la aprobación de la reforma, lanza un tuit lleno del infantilismo que a menudo ha caracterizado su estilo de comunicación. Y un gobierno que, repetimos por si se nos había escapado, con la reforma de la administración pública ha dado de hecho luz verde al cimbronazo y desmantelamiento de las superintendencias: ¿será que, como muchos han apuntado, más que ineficacia, el gobierno quiere golpear a quienes hasta ahora se han opuesto denodadamente a los propósitos de los ultras de la especulación del suelo? En cualquier caso, sólo queda confiar en un último elemento que podría dar la vuelta a la tortilla: una posible declaración de inconstitucionalidad.


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