¿Por qué es tan difícil encontrar novedades y outsiders en las ferias de arte?


Las ferias de arte, no sólo en Italia, se parecen todas: las mismas galerías, los mismos artistas, las mismas cosas. Lo nuevo lucha por surgir. ¿Por qué ocurre esto? ¿Y hay alguien que destaque por esforzarse más en proponer algo nuevo? Tal vez se esté moviendo algo. Y en general, ¿qué podrían hacer las ferias para apoyar de verdad a los artistas emergentes?

Art Basel, Frieze, ARCO. Los grandes nombres de las ferias de arte contemporáneo evocan un imaginario de lujo, creatividad y conexiones globales. Para muchos, representan el corazón palpitante del mercadodel arte: lugares donde coleccionistas, comisarios y entusiastas se reúnen para descubrir lo mejor del panorama artístico. Pero tras la brillante fachada de estos eventos, surge una pregunta crucial: ¿cuánto espacio hay realmente para los forasteros? Caminando por los abarrotados pabellones, la sensación deelegante repetitividad es difícil de ignorar. Los mismos nombres, las mismas galerías, la misma estética parecen dominar la escena año tras año. Y aunque esta continuidad garantiza cierta coherencia y solidez al sistema, también corre el riesgo de crear un círculo vicioso en el que lo nuevo lucha por emerger.

Las ferias de arte no son sólo espacios de exposición: también son máquinas económicas que funcionan según lógicas precisas. Para participar, las galerías tienen que invertir sumas considerables en el alquiler de stands, el transporte y el montaje, lo que inevitablemente restringe el campo a quienes disponen de mayores medios económicos. Este mecanismo excluye muchas realidades independientes, a menudo portadoras de lenguajes y perspectivas alternativas. Como resultado, las ferias acaban consolidando las jerarquías existentes, favoreciendo a los artistas consagrados y a las galerías de alto perfil. Incluso cuando se introducen secciones dedicadas a artistas emergentes, como Discoveries en Art Basel o Focus en Frieze, éstas suelen aparecer relegadas a los márgenes del evento principal. Son espacios concebidos para ofrecer una apariencia de diversidad, pero apenas consiguen cambiar el equilibrio del sistema.

Art Basel París, edición 2022. Foto: Art Basel
Art Basel París, edición 2022. Foto: Art Basel

Este modelo no es necesariamente una elección consciente, sino el resultado de una dinámica de mercado establecida. Los coleccionistas, a menudo en busca de inversiones seguras, prefieren comprar obras de artistas ya reconocidos. Las galerías, por su parte, se ven obligadas a presentar nombres que garanticen un rendimiento financiero inmediato, lo que limita las oportunidades de voces menos conocidas.

Sin embargo, no faltan iniciativas para fomentar la diversidad y la inclusión. Algunas ferias han empezado a colaborar con instituciones y proyectos independientes para situar en el centro del discurso a artistas procedentes de entornos históricamente marginados.

Un ejemplo interesante es la 1-54 Contemporary African Art Fair, una feria dedicada íntegramente alarte africano. Este modelo, centrado en un área geográfica y cultural específica, ha demostrado que es posible crear espacios que potencien diferentes narrativassin sacrificar la calidad ni la visibilidad. Sin embargo, este tipo de eventos siguen siendo la excepción y no la regla.

En el mainstream, sin embargo, la inclusividad corre a menudo el riesgo de convertirse en una estrategia de marketing. La presencia de un artista emergente o de una galería independiente en un contexto de alto perfil puede servir para demostrar un compromiso con la diversidad, pero rara vez estas inclusiones se traducen en un cambio estructural. Las narrativas dominantes permanecen en el centro, mientras que las voces alternativas siguen ocupando una posición periférica.

Si las ferias de arte quieren ser realmente inclusivas, deben ir más allá de la estética de la diversidad y abordar las desigualdades estructurales que impregnan el sistema. Esto podría significar, por ejemplo, ofrecer apoyo financiero a las galerías emergentes o crear plataformas dedicadas no sólo a exponer, sino también a formar y promover nuevos talentos.

Otro aspecto crucial es la representación geográfica. Mientras Europa y Norteamérica siguen dominando el discurso artístico internacional, muchas otras regiones siguen estando infrarrepresentadas. Ampliar el espectro de las narrativas también significa cuestionar la idea de que el arte contemporáneo es un fenómeno exclusivamente occidental, abriendo espacios a la estética y las perspectivas de otras culturas. Las ferias podrían convertirse en lugares de diálogo y confrontación, en lugar de ser un mero mercado. La introducción de momentos de reflexión colectiva, como charlas, talleres y proyectos de colaboración, podría contribuir a desvincular la lógica exclusivamente comercial que a menudo limita el alcance innovador de estos eventos.

1-54 Feria de Arte Africano Contemporáneo, edición 2021. Foto: 1-54 Feria de Arte Africano Contemporáneo
1-54 Feria de Arte Africano Contemporáneo, edición 2021. Foto: 1-54 Feria de Arte Africano Contemporáneo

La verdadera inclusividad es, sin embargo, un objetivo complejo, que requiere un replanteamiento profundo del sistema del arte. No se trata sólo de ampliar el público de artistas representados, sino de crear un contexto en el que las diferencias puedan surgir y dialogar en pie de igualdad. Las ferias de arte tienen un enorme potencial transformador: con su capacidad para catalizar la atención y reunir a diferentes actores, podrían convertirse en espacios para imaginar un sistema más abierto y plural.

Sin embargo, la pregunta sigue siendo: ¿está dispuesto el mercado del arte a renunciar a algunas de sus certezas para abrazar la verdadera diversidad? ¿O seguirá utilizando la inclusividad como elemento decorativo, sin abordar nunca las desigualdades en su raíz?

Quizá la respuesta esté en manos de quienes decidan valientemente imaginar alternativas. Porque si el arte tiene el poder de transformar el mundo, sus estructuras también deben estar dispuestas a cambiar.


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