Mientras la magnífica exposición Rinascimento a Ferrara. Ercole de’ Roberti y Lorenzo Costa - y allí brillan obras maestras del más alto rango en el contexto de la edad de oro del humanismo italiano - no estará de más detenernos en la personalidad de un protagonista particular de la vida en las cortes del norte. Una figura no precisamente menor si desciframos los documentos, si valoramos sus obras y si tenemos en cuenta la estima que se le tenía y su familiaridad con los nombres de alto rango de la nobleza y las artes de su tiempo, incluido Leonardo.
Hablamos del conde Nicolò II da Correggio (1450 - 1508), poeta y dramaturgo de mérito, capaz además de traducir las invenciones figurativas de su incesante teatro interior en deslumbrantes realidades de fiestas, bailes, carnavales, torneos; y en simbologías de cacerías y banquetes. Dotado de una cultura clásica y mitológica bien asentada, fue capaz de esparcir creaciones a veces efímeras pero necesarias para la vida social de su tiempo: por eso fue continuamente buscado y acogido por gobernantes, intelectuales y artistas. Su retrato emblemático y certero es el del creador y director del “Mes de abril” en Schifanoia. Veamos un perfil cronológico y relacionado.
Nació en Correggio, una corte comital del Imperio cuya familia titular ya desempeñó un papel en los acontecimientos políticos de la Edad Media del valle del Po, pero también una respetable presencia cultural con la que Azzo da Correggio mantuvo como huésped durante tres años a Francesco Petrarca, recibiendo de él una amistad para toda la vida, y donde el conde Galasso publicó la Historie Angliae (la Historia caballeresca de Inglaterra) ofreciéndosela a Filippo Maria Visconti en 1444. Una corte que ya estaba vinculada mediante matrimonios precisos con casi todas las familias nobles del norte de Italia y que estaba a punto de emparentarse nada menos que con los príncipes de Brandeburgo, a la manera de los Gonzaga de Mantua.
Nicolò I, señor de Correggio, se casó con Beatrice d’Este, hija del prestigioso Niccolò III d’Este, marqués de las tierras de Ferrara y conde de Rovigo; pero esta unión, apenas realizada, se encontró con la desgracia de su muerte; una muerte que se anticipó al nacimiento de su primogénito: estamos en 1450. Su madre, que tenía derecho a retirar la dote, se llevó al infante a Ferrara donde, conservando el título y los derechos de conde de Correggio, creció y se educó junto a su primo Ercole I (que llegaría a ser duque) y estuvo flanqueado por el espíritu extrovertido de Borso, amante de la pompa, la vida festiva y las apariencias rutilantes.
La educación cortesana de Nicolás II fue minuciosa e intensa: Junto a las armas, asimiló con entusiasmo la historia, las letras, las artes y las nuevas costumbres de la nobleza; a los doce años obtuvo el derecho de cetrería en partidas de caza, y entretanto conoció a Pellegrino Prisciani, Guarino Veronese y a su otro primo y par Matteo Maria Boiardo, que le admiraba mucho y le llamaba “espíritu gentil y corona de virtud”. De este modo, el joven conde comenzó a cautivar con su genio a las damas y demás personas que se reunían en torno al castillo de Este. Existe la creencia generalizada de que la idea de construir un salón inusualmente grande en Schifanoia partió del conde de Correggio como maestro de baile, con el fin de obtener un hermoso espacio para las reuniones de parejas, cuadrillas y equipos en las rítmicas danzas cruzadas, que de vez en cuando reunían a las damas y caballeros -siempre intercambiados- bajo los distintos signos del zodiaco, reuniendo intrigantes predicciones. El Salone di Schifanoia fue en esencia el primero del tipo de espacio unificado que otras cortes tendrían más tarde para la música y llamarían “la Sala”. Aquí, en Ferrara, Prisciani tuvo así la maravillosa facilidad de disponer las metáforas seriadas de los Meses y Decanos, pintadas con ardor por los maestros de la corte, a las que se correspondían los acontecimientos felices y las diversas virtudes o fortunas de Borso d’Este: como todavía hoy observamos en gran medida.
Un papel consultivo que podríamos llamar de “transporte”, entre los textos imaginativos de Prisciani y las figuraciones mánticas de la fascinante megalografía mural, lo desempeñó sin duda el conde Nicolò con su vocación teatral, su cultura melancólica impregnada de alegorismo mitológico, su gusto cromático salpicado, y con la habilidad conjuntiva entre los esquemas murales y los movimientos danzantes que sólo un director de genio podía poseer y transmitir.
La razón de nuestra certeza tiene una respuesta sencilla: preguntémonos ¿quién, en el mes más deslumbrante, el mes de abril, lo organizó todo y dirige ahora la gran fiesta? Es él, Nicolò da Correggio. Se le ve con los brazos cruzados mirando a los amantes y observando el orden de toda la magnificencia simbólica de “su” mes del amor. Todo esto tiene lugar poco antes de 1470 por la admirable mano de Francesco del Cossa. La prueba histórica reside en el hecho de que en 1472 el conde de Correggio se casó con Cassandra Colleoni, una de las hijas del célebre condottiere, y no es casualidad que el gran Bartolomeo “dalle tre possanze” recibiera en 1474 al rey Cristián de Dinamarca en nombre de Venecia y lograra realizar la elaborada serie de banquetes, bailes y torneos que han permanecido famosos en la historia de la Serenissima, y que requerían un director de verdadero talento.
Por otra parte, para no caer en un excursus histórico, bastará recordar aquí algunas acciones que vincularon a nuestro Nicolò con el pulso del Renacimiento. Como estudioso de la literatura y la mitología antiguas, llegó a recrear el teatro italiano con la célebre representación de la “Fabula de Cefalo”, celebrada el 21 de enero de 1487 (época de carnaval) en el patio del castillo de Ferrara, donde estrenó los personajes disfrazados en escena, la división en actos, los interludios del coro de ninfas y el uso de fondos pictóricos. Cuentan las crónicas que, tras el trágico final de la muerte de Procri, todas las damas lloraron; entonces el audaz autor subió al escenario y anunció que la diosa Diana había concedido el renacimiento de la doncella amada por Céfalo, e hizo representar el nuevo final con un éxito clamoroso. Tales cosas sucedían en la corte de Hércules I, ¡que quería cenar en las habitaciones mientras su pintor de’ Roberti pintaba al fresco las historias de Cupido y Psique en Belriguardo!
Debido a su talento, el conde de Correggio fue pretendido por otras cortes renacentistas. Con la aprobación de su primo el duque, se encontraba a menudo en Milán para organizar recepciones y desfiles para los “dos carnavales” (el cristiano y el ambrosiano, decía); fue director y figurinista de Leonardo, por quien sentía gran estima y del que se hizo amigo: al genio toscano, que a veces se quedaba helado ante un bello rostro, le dedicó un soneto juguetón. Recibió a cambio preciosos dibujos, no sabemos si originales o copias, pero se los llevó para la cuidada redacción emblemática que pensaba hacer en sus palacios de Correggio. Entretanto, Ercole d’Este recurría insistentemente a él para sus propias fiestas y para ciertas representaciones diplomáticas. Nicolò viajó a Italia y Francia; Ercole I le envió a París para ocuparse de la educación de su hijo Alfonso y desde allí describió las admirables “cortesías” de las ceremonias reales en torno a Carlos VIII.
Nuestro Señor había encontrado tiempo para participar en la “guerra polesina” entre Ferrara y Venecia (1482-1484), donde fue hecho prisionero por los venecianos; pero fue sobre todo en el ambiente ferrarés donde experimentó ese temperamento de nueva arquitectura y urbanismo que le hizo amigo de Biagio Rossetti, ayudándole a encontrar materiales para su casita de la Via della Ghiara. Durante su presencia en las tierras ducales de Reggio Emilia, Rossetti correspondió con una probable visita a Correggio, donde dejó el proyecto para el nuevo palacio de los señores locales y donde dio el esbozo para la ampliación del Borgo Nuovo, donde aún hoy se experimentan los admirables metros de la Adición hercúlea.
Como miembro especial de la familia d’Este, el conde de Correggio fue siempre bienvenido y venerado en la vida de la corte de Ferrara; con ocasión de la conspiración interparental de 1505, actuó como pacificador definitivo en beneficio de la continuidad ducal y Alfonso I le asignó el espléndido palacio de Giulio, animado por el más bello jardín urbano de Ferrara: es el actual palacio de la Prefectura de la ciudad.
Siguiendo con nuestro tema, hay que recordar la estrechísima relación de Nicolò con su prima Isabella d’Este Gonzaga, que lo admiraba mucho y lo llamó insistentemente a Mantua. Para ella diseñó un famoso vestido de nudo y le dio un sinfín de consejos cortesanos; le presentó al joven Correggio para que le admitiera en el taller de Mantegna, y organizó para ella espectáculos y torneos de armas. En la densa correspondencia de Nicolò con los nobles italianos, entre ellos Lorenzo el Magnífico, destacan sus cartas a Isabella, entre las que destaca una conmovedora hipérbole en la que Nicolò, ya cincuentón, se felicita por el nacimiento de una niña en la corte de los Gonzaga y dice: “Me gustaría esperarla para bailar con ella en la Sala”. Poco después de su muerte, Isabel, con gran pesar, lo recordaba como “el más consumado y erudito caballero y barón de la rima y la cortesía que se podía encontrar en Italia en su tiempo”.
Nota bibliográfica: Sobre la vida, relaciones con príncipes y hombres de letras, producción poética y teatral, organización de fiestas y torneos, de nuestro protagonista véase “Nicolò da Correggio e la cultura di corte nel Rinascimento padano” editado por Antonia Tissoni Benvenuti. Cassa di Risparmio di Reggio Emilia, 1989. También otras publicaciones de la misma editora.
Advertencia: la traducción al español del artículo original en italiano se ha realizado mediante herramientas automáticas. Nos comprometemos a revisar todos los artículos, pero no garantizamos la ausencia total de imprecisiones en la traducción debidas al programa. Puede encontrar el original haciendo clic en el botón ITA. Si encuentra algún error, por favor contáctenos.