Los Museos Cívicos de Imola dedican una gran exposición a Germano Sartelli(Imola, 1925 - 2014) con motivo del centenario de su nacimiento: Germano Sartelli. El encanto de la materia, comisariada por Claudio Spadoni. Una exposición preciosa. ¿Se puede decir? Germano Sartelli representa para el arte informal internacional lo que Alberto Burri hizo con la “materia” y Lucio Fontana con el “corte”. Si el primero nos mostró que es posible pintar con material quemado o con un saco y el segundo nos reveló el truco de la pintura, Germano Sartelli nos mostró una actitud mágica en continuo intercambio y competición con la Naturaleza. ¿Por qué no lo conocen? Porque Germano Sartelli es un superartista internacional que conocía, pero no amaba, las cansadas y maltratadas liturgias del mundo del arte.
En 1964, fue invitado por Lucio Fontana y Afro a la Bienal de Venecia, la edición que se hizo famosa por la llegada de los artistas del Pop Art a Europa. Desde los años 50 hasta los 80, Sartelli enseñó pintura en el taller del hospital psiquiátrico “Luigi Lolli” de Imola, un instituto fundado a finales del siglo XVIII y que no se cerró hasta 1996. Esta experiencia es crucial para leer su trayectoria. El manicomio se encuentra entre la ciudad y el campo: el loco, por tanto, está “descentrado” respecto al resto de la sociedad, permaneciendo en un punto intermedio. En esta zona suspendida, el diseño antes que el espacio, florecen las delicadas y singulares maneras de Germano Sartelli. Germano siempre estaba en retirada y al mismo tiempo alerta.
Pero, ¿por qué es “bella” esta exposición de los Museos Cívicos de Imola? ¿Cuándo podemos decir algo tan frontal, ingenuo, inmediato y poderoso, como si todos nos hubiéramos convertido de repente en niños? Podemos decirlo cuando el artista no se limita a crear obras sino que nos muestra, con cada obra, una sensibilidad que cada uno de nosotros puede entrenar y encontrar en su vida. Una forma única y especial de ver el mundo, de moverse en el mundo y de acoger a los demás seres vivos; capaz de atravesar, trastocar y revolucionar nuestras vidas. Obviamente, para los que pueden ver, para los que pueden volar: para los demás, sólo quedan bellotas, como diría Francesco Guccini.
La exposición tiene un ritmo extraordinario porque nunca tiene caída ni redundancia, y demuestra una vivacidad única que sitúa a Germano Sartelli entre los grandes artistas del siglo XX. Pero no en Italia: en el mundo. Las telarañas, las obras hechas con “colillas”, paja, vidrio, madera, papel de periódico, polvo, tierra, hierro que se vuelve ligero como un soplo. En la exposición también hay sorpresas increíbles que parecen anticipar mil años que la realidad actual se parece más a un holograma digital que a una silla o una mesa llena de objetos.
En 2014 entrevisté por última vez a Germano Sartelli para la revista Flash Art, pocos meses antes de su muerte. Me recibió en su casa, en las tierras baldías del valle de Santerno, cerca de Imola. Una estrecha calle conduce a la casa-atelier, Casa Sartelli, recientemente reconocida como patrimonio cultural de Emilia Romaña. La entrevista se titula “Volver a hacer mundo”. Pero visitar esta exposición significa ante todo ver el mundo por primera vez.
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