El Consejo Italiano es un motor y un reto para el arte contemporáneo en Italia


El Consejo Italiano es hoy el principal instrumento público de apoyo al arte contemporáneo italiano. Ha contribuido a hacerlo más sostenible e internacional, pero después de casi una década están surgiendo límites y retos: hay que evolucionar hacia una estrategia nacional compartida y estructural. Análisis de Massimiliano Zane.

El Consejo Italiano es actualmente el principal instrumento público italiano de apoyo a la creatividad contemporánea en las artes visuales. Sin duda, ha contribuido sustancialmente a salvar la distancia que separa el sistema del arte contemporáneo en Italia de otras realidades a escala mundial. Aunque ciertamente perfectible, el Consejo Italiano ha tenido desde el principio el mérito de contribuir a hacer más sostenible y activo el sistema italiano de arte contemporáneo, liberándolo, al menos en parte, de costumbres y mecánicas a menudo opresivas. Un sistema que, necesitado de un ajuste ya inaplazable, gracias también al Consejo Italiano, está ahora más en línea con las políticas hoy consolidadas en el resto del mundo apoyadas por instrumentos similares, capaces de crear redes internacionales, orientadas al conocimiento y difusión del arte italiano en el mundo, contribuyendo activamente al desarrollo de la investigación artística en contacto con realidades similares más allá de las fronteras. En este sentido, el apoyo público al arte contemporáneo y a su promoción y difusión internacional (además de nacional) mediante becas para residencias en el extranjero y para la investigación artística, crítica y curatorial es, sin duda, el mayor activo del Consejo Italiano, la pieza fundamental de las oportunidades que ofrece a artistas, comisarios y críticos.

Pero eso no es todo: en los últimos años, el Consejo Italiano ha experimentado transformaciones sustanciales y se ha convertido en un instrumento capaz de apoyar a toda la cadena de suministro del arte contemporáneo nacional, ya que hoy en día no sólo promueve a un artista (que sigue siendo el principal beneficiario), sino a todos los agentes que contribuyen al éxito del proyecto de diversas maneras: museos, fundaciones, asociaciones, instituciones culturales, organismos públicos y organizaciones privadas sin ánimo de lucro. Ante esto, podemos afirmar que hoy en día el Consejo Italiano es un elemento sustancial de la sostenibilidad -no sólo económica- del sistema del arte contemporáneo en Italia, ofreciendo una contribución directa a la producción creativa, algo que hoy en día no se da por sentado teniendo en cuenta la contracción general y progresiva tanto delinterés y la inversión en la cultura en general, tanto a nivel nacional (basta pensar en los recientes recortes en la ley presupuestaria), como por parte de los municipios y las autoridades locales, que siguen siendo demasiado a menudo ajenos a las numerosas oportunidades de inversión y apoyo a la cultura, incluida la cultura contemporánea, lo que conduce a una infrautilización del potencial de los proyectos. La posibilidad de acceder a fondos estabilizados puede permitir el desarrollo de proyectos más estructurados y estructurales, que de otro modo no serían posibles con las solas fuerzas de los agentes individuales, lo que sin duda repercute positivamente en las opciones creativas de los artistas, pero también en los intereses de coleccionistas y museos.

Paola Pivi, Lies Lies, exposición celebrada del 3 de diciembre de 2021 al 4 de septiembre de 2022 en el Museo Anchorage con el apoyo del Consejo Italiano
Paola Pivi, Lies Lies, exposición celebrada del 3 de diciembre de 2021 al 4 de septiembre de 2022 en el Museo Anchorage con el apoyo del Consejo Italiano

En este panorama, por tanto, la asignación de recursos específicamente dedicados a la promoción del arte contemporáneo mediante concurso ha supuesto sin duda un gran salto cualitativo (y cuantitativo) respecto a un periodo histórico en el que las disponibilidades eran escasas y a menudo se asignaban sin reglas transparentes. Sin embargo, hay que señalar que si por un lado la modalidad de asignación mediante “concurso” tiene ciertamente la ventaja de la transparencia en la gestión económica, por otro lado es el mayor defecto del Consejo italiano: el recurso continuo a la modalidad de financiación mediante “concurso” no puede considerarse la solución definitiva. Es necesario ir más allá, obviamente permaneciendo lo más transparente posible, pero dejando libertad a las organizaciones y a todos los implicados para contribuir a una estrategia más amplia y común a alcanzar, obligando a todos a realizar un esfuerzo conjunto.

Porque, por definición, una convocatoria de propuestas tiene unos requisitos específicos, unos límites determinados, a menudo rígidos, que a veces no animan a las organizaciones culturales a desarrollarse, sino a encontrar la manera de ajustarse a esos límites para recibir financiación, quizá sin compartir los objetivos ni el diseño general. Porque el problema radica hoy no sólo en la capacidad de generar valor cultural, sino también en la capacidad de diseño para dar contenido a ese valor, un elemento que falta con demasiada frecuencia, especialmente en (no sólo) las realidades contemporáneas más pequeñas, a las que les cuesta más emerger, sobre todo en el sur de la península, lo que implícitamente acaba favoreciendo a organizaciones más estructuradas y autosuficientes. Pienso en esos artistas individuales, o en esos laboratorios de producción de arte, cultura e ideas, que operan en territorios diferentes, difíciles o periféricos quizás, que no se concentran sólo en grandes centros, que no disponen de los recursos y la experiencia técnica para poner en marcha y gestionar un proyecto en respuesta a una “convocatoria” específica, pero que son plenamente capaces de fomentar el diálogo entre las diferentes expresiones de la creatividad y que, por tanto, necesitan ser apoyados con la misma eficacia. Recurriendo a procedimientos de acreditación abiertos y transparentes, por ejemplo, con un diálogo permanente que genere relaciones de confianza basadas en la puesta en común de objetivos y mecanismos de comparación de proyectos en el “lado positivo”, se crearía un círculo virtuoso menos sectorial y dispersivo que las convocatorias periódicas y, por tanto, más eficaz en términos de mejora estructural nacional y de todos los recursos implicados.

Así que no es oro todo lo que reluce: el Consejo italiano es una gran oportunidad, pero después de casi una década, debe crecer, o el riesgo será el de esclerotizarse a pesar de todo, de ser interpretado cada vez más como LA solución a problemas más generales: ante todo de falta de fondos, pero también de interpretación de los fines mismos del diseño de lo contemporáneo en una perspectiva verdaderamente nacional, acabando relegado a ser un “parche” para una estrategia nacional general que sigue faltando (recordemos simplemente que precisamente a propósito de una estrategia nacional asistimos hoy a la coexistencia, a menudo paralela y no concertada, entre los proyectos del Consejo italiano y los de la PAC).

Esta contribución se publicó originalmente en el nº 25 de nuestra revista impresa Finestre sull’Arte en papel, erróneamente en formato reducido. Haga clic aquí para suscribirse.


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